Mujeres que estallan

 

por  Mariane  Pécora

La efervescencia bulle  en las puertas del Congreso. Miles de mujeres se autoconvocan para decir basta en cuerpo y palabra. La violencia sexista hacia la mujer se incrementa día a día y ninguno de los tres poderes que conforman el Estado hace nada. Más bien convalida la escalada.

  • El sistema de justicia (patriarcal) esgrime argucias jurídicas para liberar a represores-violadores.
  • Convalida la represión a los y las docentes
  • Mantiene desde hace 500 días presa, sin causa ni sentencia, a Milagro Sala
  • Encarcela a mujeres que para evitar ser violadas atacan a sus agresores.

 El Estado Nacional  aplica políticas incapaces de dar soluciones reales a la situación de violencia que padecen miles de mujeres. El Plan contra  la violencia de género es una cáscara vacía que carece de presupuesto: a cada mujer le corresponde menos de cinco pesos para apañarse, comer, cuidar a sus hijos y procurarse una vivienda digna lejos del agresor. La desidia trasciende gobiernos  y gestiones. Los mecanismos de atención a las víctimas son escasos cuando no obsoletos: se asientan sobre la precariedad laboral, precariedad habitacional y la constante revictimización, subordinación o reproducción de roles patriarcales  donde la mujer es objeto y no sujeto de cambio.

En 2017 el número de femicidios aumentó exponencialmente. El abril, se registró un asesinato de mujeres cada 8 horas. Las estadísticas oficiales respecto a estos crímenes de odio, son nulas. El flamante Consejo de las Mujeres, organismo oficial creado a instancias de la presente gestión de gobierno, no ha sabido o no ha podido articular una estadística oficial.  La elaboran, cotejan y difunden grupos de feministas, periodistas en su mayoría.  La alevosía con que se cometen los asesinatos preocupa. La respuesta del Estado nacional, a través del Ministerio de Seguridad –comandado por Patricia Burllich- fue la elaboración de un protocolo para endurecer las condenas. Lo presentó con pompa ante el Congreso Nacional a un conjunto de organizaciones feministas que, luego de la náusea, salieron a repudiar la iniciativa.

Volvamos a Plaza de Mayo. Una muralla de vallas divide el cuadrilátero. Desde la Pirámide hacia el Cabildo  está la zona habilitada a la gente, al pueblo. Desde la valla hacia La Rosada, como hormigas,  centenares de uniformados acechan. Parafraseando a Urondo, podríamos decir que del otro lado de la valla está la realidad, y  que, de este lado también lo está; lo único real es la valla.

Del lado de la realidad del pueblo van llegando mujeres a la Plaza, solas, en grupos, con hijos. Portan pancartas caseras con leyendas escritas a mano. Son sus formas de manifestar los reclamos que el Estado no atiende:

  • No somos todas, faltan las muertas
  • Estoy aquí exigiendo a gritos la parte que me corresponde del mundo
  • Pelear contra el patriarcado te deja exhausta
  • Camino a casa quiero ser libre no valiente
  • Vivas nos queremos. Ni una menos
  • Libertad par a Higui
  • Libertad para Milagro Sala
  • Este cuerpo es mío. No se toca. No se viola. No se mata.
  • Ni golpes que duelan. Ni palabras que hieran
  • Déjenme crecer (una niña con una gran pancarta)
  • Nos están matando
  • Ni en la casa ni el barrio. Juntas digamos BASTA
  • Luchemos para que nuestras casas no sean cárceles
  • Los estándares de belleza también son violencia machista
  • Basta de acoso callejero.
  • Los gobiernos provinciales son responsables de la fiesta del patriarcado
  • Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar

Y más

Decía Camilo Taufic que los muros son los primeros medios de comunicación popular. Las noticias se escribían en los muros porque  los muros eran libres. Hoy en día, cuando los medios ocultan la realidad hasta hacerla desaparecer, la verdad se sigue escribiendo en las pancartas que llevan estas mujeres.

Choque Urbano

Los cuerpos también se han transformado en elementos de comunicación. Lo que se oculta, lo que se niega, lo que molesta se exhibe en la piel. Así lo hizo Fuerza Artística de Choque Comunicativo en la previa al 3j 2017.

130 mujeres se desnudaron  frente cada uno de los poderes que forman el Estado. El Ejecutivo. El Judicial y el Legislativo.  Lo hicieron para denunciar la escalada de feminicidios  y la  indiferencia de parte de los tres poderes del Estado. 

Femicidio es genocidio se leía en letra de molde en la pancarta gigante que coronaba  la pirámide de  cuerpos desnudos  como los que resultan de una matanza, como si se trataran de desperdicios. Una orquesta y un poema acompañaban la exhibición. La gente en la calle se asombrada, lloraba o aplaudía. Sentía empatía con tremendo desamparo.

El poema dice así:

“Nombremos a todas:

asesinadas, desaparecidas,

abandonadas, golpeadas,

discriminadas, expulsadas.

Nombremos a todas:

trabajadoras, desempleadas,

enfermas, sanas,

locas, no hay cuerdas.

Nombremos a todas:

vivas y muertas.

Decí mi nombre, el tuyo.

Nombremos a todas

y existiremos siempre.

Formas de matar a una mujer:

Cortarle el cuello: muerte Instantánea.

Encerrada sin agua: muerte entre 3 y 7 días.

Encerrada con agua, pero sin comida: de 15 a 40 días.

Estrangulada: de 1 a 15 minutos

Quemada: 8 minutos

Congelada: entre 90 y 100 minutos

Desangrada: de 3 minutos a 1 hora

Ahogada por gas: 10 minutos

Golpeada con un objeto romo en el parietal: instantáneamente

Acuchillada en el corazón:10 segundos

Demandan expropiar mi cuerpo.

Es legítimo según la ley.

El juez regulará copiosos honorarios.

Se habrá hecho justicia.

Declararán mi placer de interés público.

Hallarán la marca incandescente

de un hierro patriarcal sobre mi espalda.

Me sepultarán bajo sus escuelas, sus iglesias, sus cortes de justicia.

Me quebrarán por no torcer el brazo.

Me violarán gendarmes de todas las tropas.

Apelaré,

esa ley que no tiene vigencia en mi cuerpo,

que me excomulga, me proscribe, me desaparece;

desnuda en el atrio

apelaré,

con los muslos, con el pubis, con los brazos, con las venas, con el cuello,

con las amígdalas, con el iris, con la córnea, con las uñas, con las rodillas…

No.

Apelaré

aunque no se avoque ni escuche mi caso

apelaré con las tetas, con el puño, con los pies,

con las orejas, con las pestañas, con la espalda,

apelaré en presente, en pasado y en futuro

del derecho y del revés

con los dientes, con las pezuñas,

apelaré.

Insisto

en la libertad de decidir sobre mi cuerpo,

en territorio

de quienes realizan leyes

que buscan doblegarme.

Invoco a las diosas

entre los engranes de un patriarcado

que hace miles de años intenta ocultarlas.

Participo en la lucha laboral de un pueblo

ya comerciado y en las manos del patrón.

Conozco la importancia

de la labor contestataria,

cuando en esta patria

se encarcela a quien disiente.

He dado a luz

en una era

que acabó con la esperanza

ya hace tiempo.

Le apuesto a la lucha libertaria

en el reino del televisor.

Soy mujer

en un tiempo

en que el femicidio

nos quiere volver desechables.

Por supuesto,

dicen que estoy loca,

extremadamente loca.

Que soy rara, que me he vuelto extraña.

que no tengo lugar en el mundo.

Entonces, no me queda de otra:

Tengo que señalar el desprecio,

que elegir sobre mi vida,

que inventar la fe para dársela a mi hija,

que escribir por la libertad a las presas políticas.

que denunciar al Imperio,

que amar mi cuerpo,

que apagar el televisor,

que mostrar mis bolsillos,

que buscar justicia para las mías,

que demandar castigo a los asesinos.

Es por todo ello,

que no tengo más remedio

que darles la mala noticia

a las buenas y tranquilas conciencias:

estoy aquí

exigiendo a gritos

la parte que me corresponde del mundo.

Y no voy a callarme la boca, ni a desaparecer.

Nombremos a todas:

asesinadas, desaparecidas,

abandonadas, golpeadas,

discriminadas, expulsadas.

Nombremos a todas:

trabajadoras, desempleadas,

enfermas, sanas,

locas, no hay cuerdas.

Nombremos a todas:

vivas y muertas.

Decí mi nombre, el tuyo.

Nombremos a todas

y existiremos siempre”.

 Los medios no hablaron de la perfomance. Titularon que un grupo de mujeres se había desnudado en la vía pública, pero nada dijeron del reclamo. Las redes sociales censuraron las fotos de los cuerpos desnudos.

Lo cierto es que un mar de mujeres paridas de una misma consigna está gestando una nueva era.

 

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