«Algunos» van a ir presos. En el «algunos» radica el problema.

Por María Arena (*)

La condena a los responsables políticos y asesinos de cinco manifestantes el 20 de diciembre de 2001 nos dejó una contradicción difícil de superar, la sensación de que nunca íbamos a llegar hasta acá (pasaron casi 15 años) se enfrenta hoy con la certeza de que «algunos» van a ir presos. En el «algunos» radica el problema.

Por un lado, el TOF N°6 consideró que Enrique Mathov -ex secretario de seguridad del gobierno de la Alianza- y Ruben Santos -ex jefe de policía- son responsables de las consecuencias que dejó aquel operativo. Se suman a ellos otros dos jefes policiales, Norberto Gaudiero y Raúl Andreozzi. Quedó demostrado que todos, coordinados, condujeron y pusieron en marcha la represión. Y ahora deberán pagar por su instinto criminal.
Pero en otro orden, fueron absueltos muchos de los policías involucrados, sobre todo, en el asesinato de Alberto Marquez. Su hija, Hebe, descree de la justicia y describe su impresión: «no quisiera estar en sus zapatos. Nuestra vida, e inclusive la que perdió mi padre, vale más que toda esa oscuridad».
Martín Galli, lesionado de gravedad en ese mismo lugar, reconoce una dicotomía ante el fallo: «Que el que me tiró a mi y mató a Alberto quede libre, es un garrón. Pero a su vez, lo de Mathov es bastante groso. En un punto siento que puedo empezar a cerrar un poco la historia».
En cierta medida, esta ambivalencia se repite en cada uno de nosotros. Los que perdimos a alguien, los que quedaron heridos, los que sufrieron maltratos. Pero el dolor no tiene final aunque se trate de un hecho histórico. Es la primera vez que un funcionario es encontrado culpable de un acto represivo en un gobierno democrático. Reconocemos en esta condena nuestra lucha incansable de todos estos años. En soledad. Con la compañía de nuestros abogados, peleándola en los juzgados, sin dar un paso atrás. Y el apoyo incondicional de un puñado de familiares y amigos, muchos de ellos traídos a nuestras vidas de la mano de esta fatalidad.
Encuentro en la inocencia de ayer de mis hijos (Camila, Agustina y Matias). Y la madurez hecha bronca de hoy, la paz que no termina de dar esta «justicia inentendible», como la llama Karina, hermana de Diego Lamagna.
Y el acto de fe de las Martas. Marta Almirón buscando paz para su hijo «Petete», convertido en lágrimas y fuerza militante. Marta Marquez, viuda de Alberto, de pie, de mi brazo siempre, indignada, diciéndome «no puedo entender que la vida valga tan poco. Y que el asesino, libre, pueda seguir empuñando un arma. Tengo que seguir. Por su memoria».
Puede ser que algún día la sangre derramada tenga valor. Que el policía que mató a Gastón vaya preso por homicidio y no sólo por intentar matar a Sergio Sánchez. Tal vez De la Rúa sea culpado, encontrado culpable en organismos internacionales. A lo mejor se revea la sentencia y sean penados los asesinos de Alberto. Quizás en otras instancias se pueda juzgar al asesino de Gustavo Benedetto. Ojalá las palabras tristes que acompañan a este texto no tengan que volver a ser usadas. Seguiremos adelante y recordando que estamos de pie, luchando para que nunca nadie tenga que llorar a sus muertos. Para eso necesitamos que la justicia sea completa. Carlos «Petete» Almirón, Alberto Márquez, Gustavo Benedetto. Diego Lamagna, Gastón Riva y 33 compañeros asesinados en todo el país. Presentes, Ahora y Siempre!.

(*) Viuda de Gastón Riva, una de las víctimas de la represión del 19 y 20 del 2001.

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