Coronavirus porteño…

o cómo sobrevivir con un sistema de salud quebrado

La contracara de los anuncios optimistas de Larreta para enfrentar la pandemia es el achicamiento presupuestario de los últimos años, la falta de insumos y camas en los hospitales, la precarización laboral del personal y los discursos vacíos que amplifican los medios amigos.

Por Mariano Pagnucco y Alejandro Volkind

Aplausos.

Llegan desde los balcones, desde las esquinas, desde los comercios. Se acoplan con bocinazos de los vehículos que circulan por la calle. La sensibilidad social ante el drama del coronavirus COVID-19 se expresa en el reconocimiento a quienes sostienen el sistema de salud para atender la pandemia… hasta que el entusiasmo se corta con un sopapo de realidad: «Sus aplausos no pagan mis expensas», «No queremos memes de agradecimiento», «Lo que necesitamos es salario y condiciones de trabajo dignas».

Aunque el hashtag #ArgentinaAplaude se haya convertido en tendencia nacional, en el territorio más rico del país las condiciones objetivas de lxs trabajadorxs de salud han entrado en terapia intensiva hace rato, y son lxs propixs trabajadorxs quienes aprovechan la oleada virtual para hacer escuchar sus voces entre aplausos y bocinas.

Son historias en primera persona que sacuden la ilusión hipnótica que proyecta el jefe de Gobierno en gran parte de la opinión pública. Porque detrás de los memes por el estornudo de Horacio Rodríguez Larreta y de la vorágine mediática que multiplica discursos oficiales como si se tratara de una epidemia informativa descontrolada, lo que se percibe en la realidad sanitaria porteña es un sistema que el PRO ha ido debilitando progresivamente y que en este momento crítico podría llegar a colapsar.

¿Cuáles son los antecedentes de esta enfermedad llamada vaciamiento estatal de la que el macri-larretismo es portador orgulloso? La voluntad de unificar cinco hospitales públicos en un solo centro de atención, la precarización laboral que padecen enfermerxs, residentes y concurrentes, la reducción de camas para internación y el achicamiento permanente del presupuesto destinado a Salud, por mencionar algunos de los síntomas visibles. Si la prueba del coronavirus deja bien parado a Larreta, será únicamente por los cientos de héroes y heroínas que anónimamente dan la pelea en medio del lío.

Cuando la mentira es la verdad
El COVID-19 ya estaba instalado en la agenda pública cuando Larreta tuiteó: “El sistema de salud de la Ciudad está preparado para prevenir y asistir casos de coronavirus”. En esa línea optimista también se manifestó públicamente el ministro de Salud porteño Fernán Quirós: «Hemos comprado la totalidad de los insumos para el sistema público para el próximo año completo. Eso significa que no hay ningún motivo para que en ningún lugar haya faltantes de insumos».

Después de una intensa jornada en el Hospital Rivadavia (Comuna 2), Rodolfo Arrechea remarca: «Le exigimos al Gobierno que nombre personal. ¡Se lo venimos diciendo desde hace años! Hacen falta personal de enfermería, camas, insumos…». Habla desde su experiencia en el terreno y como coordinador de Salud en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).

¿Cuál es el contexto general? «Recibieron la Ciudad con un presupuesto para Salud de casi el 22 por ciento sobre el total y hoy es del 14,7 por ciento, similar al presupuesto de Cacciatore durante la dictadura», comenta Arrechea, quien rebate con datos concretos cada anuncio oficial. Por ejemplo, la convocatoria a 200 trabajadorxs de la salud que ya se habían jubilado, para reforzar los servicios. Arrechea: «Hicieron retiros voluntarios para reducir la planta y ahora están convocando a personas jubiladas de enfermería y médicos, todos con más de 60 años, o sea que están en situación de riesgo».

El Ministerio de Salud también anunció el «fortalecimiento» del sistema público con la incorporación de 400 nuevas camas para internación. «Pero en los últimos años se perdieron 700 camas», señala Arrechea. Esto no es una novedad, ya que solamente en el período de Mauricio Macri como alcalde (2007-2016), los hospitales públicos habían reducido su capacidad en 568 plazas, según una investigación de la Fundación Soberanía Sanitaria.

Descuidar a quienes cuidan
«A los profesionales de la salud quiero agradecerles el esfuerzo que están haciendo. Todos estamos colaborando en esto». Las palabras del ministro Quirós, acomodadas para el discurso televisivo, no tienen un correlato real en salarios y condiciones de trabajo.

En una cartelera instalada en un pasillo del Hospital Elizalde (Comuna 4) , se lee: «Las enfermeras y los enfermeros estamos en primera línea de contención, no solo del Coronavirus, sino también del Dengue, Sarampión y Tuberculosis, entre tantas otras patologías infectocontagiosas (…) realizamos la inmunización (esperamos que este año no falten vacunas), asistimos al paciente en sus actividades diarias, aplicamos los tratamientos, controlamos y detectamos los cambios que puedan indicar riesgo de complicaciones, acudimos prontamente ante la emergencia, damos contención emocional a pacientes y familias, y realizamos educación para la salud a toda la comunidad, entre muchas otras actividades».

Pese a tener este rol clave dentro de los hospitales, lxs enfermerxs no son considerados por el Gobierno de Larreta trabajadores de las salud sino personal administrativo, con lo cual cobran salarios que rondan los 35 mil pesos («$20.000 por debajo del resto de profesionales de salud con titulación equivalente») y son sometidos al «pluriempleo» y a sistemas de módulos que extienden la jornada laboral pero no modifican los ingresos de bolsillo. «Algunos compañeros tienen dos o tres trabajos, en su mayoría en el sector privado», grafica E., un enfermero del Hospital Ferrer (Comuna 4).

Además de la precarización con la que convive en el Hospital Gutiérrez (Comuna 14), R. habla de su otra preocupación como enfermera: «Hoy en día se está cuidando cada centímetro de alcohol en gel, cada barbijo, cada camisolín; se está haciendo una reserva». Esta situación se repite en distintos centro de salud, donde escasean los insumos y la orden que llega desde arriba es que los barbijos hay que utilizarlos «hasta que se manchen o se rompan».

E., que vivió la saturación sanitaria durante la pandemia de la Gripe A (2009) en el Ferrer, advierte: «La situación es de incertidumbre. Es un hospital que atravesó la pandemia H1N1 desbordado, con pocos insumos y poco material humano. Nos estamos organizando, mentalizando que lo peor está por venir. El hospital es chico, pero es el segundo lugar de referencia después del Muñiz. Se especializa 100% en vías respiratorias».

En el Muñiz (Comuna 4), H. sabía que se venían tiempos bravos y por eso solicitó la compra anticipada de insumos básicos (gasas, vendas, apósitos) por unos 250.000 pesos, para abastecer el depósito por una semana. Cuando las autoridades vieron la solicitud, el tope de gasto que le impusieron fue de 100.000 pesos. «Bienvenido a la realidad», le contestaron.

Un escalón por debajo de la informalidad
La primera muerte por el coronavirus en Argentina se produjo en el Hospital Argerich (Comuna 4), el sábado 7 de marzo. Guillermo Abel Gómez (64) había regresado al país con síntomas después de un viaje a Francia, y sus antecedentes de salud más la tardía atención recibida, precipitaron el trágico final.

Dos días después, el jefe de Unidad de Guardia, Dr Roberto Veneroni, avisó por escrito a las coordinaciones del SAME y del PAMI: «La Guardia Externa de este Hospital se encuentra en estado de colapso operativo, por lo que no se encuentra en condiciones para recibir pacientes nuevos». «Quienes trabajamos allí nos enteramos por la television de lo que ocurría», cuenta M. La médica residente en el Argerich dice: «En ningún momento se nos informó de la situación, lo cual generó mucha inquietud porque cualquiera podría haber circulado por la guardia sin saber que existía un caso sospechoso. Recién después de varios días convocaron a una capacitación que no llegó a todos tampoco».

M. se refiere al contexto laboral: «Quien está trabajando en esto es el personal del hospital, residentes mayoritariamente y profesionales de planta. Que son los mismos que tiene precarias condiciones de trabajo por las que vienen reclamando hace tiempo. Esto lo menciono porque ahora somos el personal esencial, pero de condiciones de cuidado y de trabajo dignas ninguna mención».

La lucha de residentes y concurrentes viene de arrastre, aunque no tuvo el protagonismo periodístico de la actual pandemia. En noviembre y diciembre pasados, por ejemplo, se movilizaron a la Legislatura porteña y sufrieron la represión policial.

¿El motivo? Querían impedir que se votara la Ley N° 2.828 (finalmente derogada), que consolidaba condiciones de precarización para lxs residentes (doble de horas semanales que un médico de planta, salario inicial inferior a la línea de pobreza) y lxs concurrentes (trabajo gratuito y ningún derecho laboral).

Memorias tristes de la pandemia
«Hoy les residentes mantenemos los servicios de pie y eso es producto de que el Gobierno de la Ciudad no habilita cargos de planta”, advierte B., trabajadora social y residente del Hospital Santojanni (Comuna 9). Gabriel Solano, legislador porteño por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), agrega: «Los concurrentes de la Ciudad no tienen remuneración, ART ni reciben las viandas que sí reciben el resto de los profesionales. Y ahora se corre el riesgo de que dejen de asistir a los hospitales para no contagiarse, ya que no cuentan con ninguna cobertura. De esa manera se puede resentir aún más la atención».

Solano no es tan optimista como Larreta y Quirós en cuanto a la capacidad sanitaria para atender un posible desborde del COVID-19 en la Ciudad: «La promesa de crear camas adicionales sin plazo preciso fue caracterizada como completamente insuficiente en caso de que avance la pandemia. Ante esto es necesario centralizar, a través de un comando único, todo el sistema de salud, interviniendo en el sector privado y de obras sociales, que tienen una capacidad muy superior al sistema público. Solo en un sanatorio privado de la Ciudad, existe una cantidad de camas de terapia intensiva equivalente al 40 por ciento del total de las que existen en el sistema público».

La pandemia avanza lentamente en Buenos Aires, mientras el Gobierno de Larreta gana tiempo y arma montajes mediáticos para mostrarse eficiente y resolutivo. Si todo sale bien, el meme del alcalde estornudando será un recuerdo gracioso de los días que vivimos en peligro.

Lo que pocos sabrán en el futuro, es que el trabajo arduo en medio de la crisis lo hizo una masa anónima de héroes y heroínas que enfrentaron a un ejército de virus con rigor profesional y barbijos gastados. Ahí está el verdadero latido de la salud pública, llevada a terapia intensiva por los gobiernos de Macri y Larreta mucho antes de que apareciera el coronavirus.

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