Cuando la mentira es la verdad

por Rafael Gómez

La mentira no es sólo decir algo falso. También es ocultar, no decir algo cierto que es imprescindible para entender y comprender lo que ocurre. ¿Qué pasa al ampliar estos dos mecanismos en una sociedad? Cuando la mentira corrompe la realidad, convirtiéndose en esto que hoy llamamos posverdad, reemplazando hechos y razones por opiniones y deseos manipulados, ocultando datos e intenciones, se llega finalmente a un punto de quiebre. Cuando la mentira invade y se proclama como verdad, la realidad se vuelve insoportable, porque no puede comprenderse. Y llegado a un punto, cuando además de no comprenderse la mentira se vuelve contra nosotros atacando nuestros intereses, entonces la escenografía montada continuamente por los medios de comunicación corporativos se quiebra. Se ve por un momento la trama, surge la protesta y hay represión para sostener la mentira.

 A este punto de quiebre se llegó el jueves 14 de diciembre en el Congreso. La mentira fue ocultar que la Reforma Previsional impulsada por el Gobierno perjudicaría a diecisiete millones de personas de medios y bajos recursos: jubilados, pensionados, discapacitados, héroes de Malvinas, receptores del seguro de desempleo y de la asignación universal por hijo. La mentira fue ocultar que la Reforma impulsada es en realidad una transferencia de alrededor de 100.000 millones desde los que menos tienen a los que más tienen. La diferencia entre aplicar la formula de actualización de haberes en vigencia y la que propone la Reforma da esta cifra: 100.000 millones de pesos menos para los jubilados y demás afectados en un año. Se oculta entonces que la ley de Reforma Previsional que quiere promulgar el Gobierno es en realidad un ajuste. Los 100.000 millones que el Gobierno cobrará en impuestos y no depositará en la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) podrá usarlos en sostener la bicicleta financiera de los Lebacs (que casualmente tienen un vencimiento próximo, el martes 19), en pagar intereses de deuda contraída para beneficiar a las grandes corporaciones, pagar gasto público, resolver el fondo del Conurbano bonaerense…

Montaje y quiebre de una escenografía

Por supuesto que esta no es la única mentira, pero sí la del quiebre. El Gobierno ha creado a través de los medios de comunicación corporativos la ilusión de un país emergente, sin embargo aumenta el cierre de empresas, baja la producción, aumentan las tarifas y el desempleo, baja el consumo. Y aumenta la pobreza -pese a decir que tiene de objetivo la pobreza cero-. El Gobierno augura que vendrán las inversiones y salvarán la situación, pero lo que llega es la especulación financiera a través de los Lebacs. Hay inflación y aumento de la deuda externa para pagar gasto público.

¿Cómo hace el Gobierno para mantener la ilusión? Le echa la culpa de todos los males al Gobierno anterior y fomenta un odio exacerbado contra sus dirigentes y seguidores. Y divide a la sociedad -pese a que tiene, según dice, el objetivo de unir a los argentinos-. La combinación de odio con la ilusión de país emergente funciona por un tiempo. Después aparecen las fisuras, porque hace más de dos años que no gobierna el kirchnerismo y Macri debe hacerse cargo de su propia gestión, y porque el país emergente tampoco aparece y está cada vez más lejos -pese a aquella imagen del túnel y la luz, agitada hace un año por la vicepresidenta Michetti-. Entonces finalmente, en casos como los de Maldonado y de esta Reforma Previsional (que son claramente productos de políticas propias y no muestran un país emergente), la escenografía se quiebra y puede verse la realidad por la rendija.

Llega la represión

Cuando una parte importante de la sociedad ve esta realidad (o descubre La Matrix), reclama, protesta, comparte el hallazgo, se moviliza en la calle, y pone en peligro la escenografía y los intereses que oculta. Entonces el Gobierno reprime. Usa la fuerza contra el pueblo para defender los intereses ocultos (que son intereses corporativos).

El jueves 14 de diciembre una parte importante de la sociedad se movilizó pacíficamente al Congreso para protestar y presionar con su presencia a los legisladores e impedir que aprueben la ley de Reforma Previsional impulsada por el Gobierno. Fue un gesto solidario en defensa de los que menos tienen. El Gobierno ordenó una brutal represión para despejar la Plaza, que duró ocho horas y se extendió por las inmediaciones. La gendarmería disuadió con el terror: salió de cacería, gaseó a la gente, le disparó con balas de goma y la detuvo brutalmente sin razón. Hay videos y abundante material fotográfico que lo muestran. El Gobierno (tratando de reparar su escenografía) dijo que la gendarmería sólo había respondido a la violencia de los manifestantes y de los diputados opositores. Pero la violencia fue generada por la propia gendarmería -como muestran los videos y las fotos-. Y ya es de por sí violento que el Congreso, un lugar democrático, sesione sitiado las leyes del pueblo. Hubo un anillo oscuro de carros de asalto, hidrantes, motos, vallas y mil quinientos gendarmes que impidieron a la gente acercarse al edificio. Fue innecesario. La gente no había ido a tomar el Congreso, como insinuaron algunos medios de comunicación corporativos, sino a manifestarse en paz. Diez días atrás, cuando la Cámara de senadores trató la misma ley -que fue aprobada con media sanción-, hubo un acampe, gran manifestación frente al Congreso, y nadie irrumpió en el recinto para tomar el poder. Fue innecesaria tanta protección, ¿por qué había tantos gendarmes? Estuvieron para reprimir. El Gobierno quería de antemano provocar y reprimir la protesta. 

El 14 de diciembre hubo 32 heridos y 45 detenidos -datos de la Correpi- y la sesión fue suspendida por un falso quórum del oficialismo. Entre los heridos hubo varios diputados y trabajadores de prensa. Hay registro fotográfico de la agresión a la diputada Mayra Mendoza de Unidad Ciudadana. Es una mujer menuda, la rodean seis gendarmes y le aplican en la boca gas pimienta. La diputada Carrió de Cambiemos dijo que los diputados de la oposición habían atropellado a la gendarmería. Consultado el diputado Amadeo de Cambiemos sobre la agresión a Mayra Mendoza, dijo que le parecía perfecto. (sic)

También hay registro fílmico de la detención arbitraria de Damiana Negrín Barcellos, la joven del vestido blanco que volvía del trabajo, quiso sacar unas fotos, y fue embestida, manoseada y detenida por la gendarmería durante 24 horas.  

Más represión y escenografía

La aprobación de la ley de Reforma Previsional impulsada tan fuertemente por el Gobierno había fracasado. La oposición se había unido y la gendarmería, como brazo armado del Ejecutivo, había quedado muy en falta. Macri furioso quería imponer la Reforma Previsional por un decreto de necesidad y urgencia (DNU), pero fue disuadido. Entonces hubo negociaciones, inteligencia entre policía federal y gendarmería, y surgió una estrategia. “El DNU está listo pero le vamos a dar una oportunidad al Congreso”, dijo con soberbia el Gobierno y convocó a sesión el lunes 18 de diciembre para tratar otra vez la ley de Reforma Previsional. “El lunes habrá sesión, habrá quórum, debate y finalmente la Reforma Previsional”, dijo exultante el ministro de economía Dujovne, como si se tratará de un simple trámite administrativo, donde no cuentan el intercambio de ideas entre legisladores y tampoco la desaprobación de buena parte de la sociedad.

El lunes 18 de diciembre la policía federal reemplazó a la gendarmería. Había más de 500.000 personas pacíficas en las inmediaciones del Congreso. Y hubo paro de la CGT. Aproximadamente a las 14 hs., cuando se llamó a sesionar a los diputados, empezó la escenografía armada por la policía federal y afines. Hubo un nutrido intercambio de piedras entre la policía y un centenar de personas, compuesto de infiltrados y manifestantes. La batalla de las piedras duró dos horas y tuvo lugar (no por casualidad) entre los móviles de los canales de televisión. El espectáculo transmitido en directo tuvo alternativas cinematográficas, por momentos avanzaba la policía con escudos e hidrantes y por momentos ganaban terreno los infiltrados y manifestantes -entonces los comentaristas de TN alarmaban a los espectadores pronosticando que los violentos podrían llegar a tomar el Congreso si superaban a la policía-. Pero cuando la policía federal estaba a punto de ser superada se revertió mágicamente la situación -los comentaristas explicaban que fue porque hubo refuerzos, y porque había llegado la gendarmería-. Mientras tanto Macri jugaba al paddle en Olivos y los diputados daban quórum en el Congreso. Tras el show de la batalla de las piedras y la llegada salvadora de la gendarmería (como sucede en los westerns con la caballería), ocurrió lo mismo que el jueves 14. La gendarmería (esta vez con mejor imagen por su intervención mediática) volvió a salir de cacería.

El resultado entre la batalla y la cacería fue un total de 92 manifestantes heridos, 88 policías heridos, y 79 detenidos. La mayoría de los manifestantes heridos tuvo traumatismos en la cabeza -tres perdieron un ojo-, convulsiones, dificultades respiratorias, lipotimias. Y un jubilado murió de un ataque cardíaco.

La enseñanza del 2001

A las 17 hs. del día 18, la gendarmería expulsaba a la gente de la Plaza y sus inmediaciones. Hubo gases, corridas, golpes, gritos, disparos, detenciones, y un cartonero atropellado por una moto policial desangrándose en la vereda. Macri diría al día siguiente en conferencia de prensa, que la policía había defendido la democracia. A las 19 hs. los diputados daban sus discursos mientras nubes bajas de gases rodeaban el Congreso. La gente se retiraba. Había anunciado un paro de transportes. Caía la noche entre el silencio, las sirenas y un dejo amargo. Entonces empezó el tintineo, algunas bocinas, retintín de metales. Surgían los cacerolazos espontáneos en los barrios de la Ciudad, en Núñez, Belgrano, Palermo, Colegiales, Caballito, Almagro, Villa Crespo, La Boca, San Telmo, San Nicolás. Los cacerolazos crecían en las esquinas, tomaban forma asamblearia y decidían volver al Congreso. A las 23 hs. había una multitud frente al Congreso mientras los diputados seguían dando discursos. No hubo en realidad debate sino chicanas y justificación del voto. La mayoría de los diputados -tal como había previsto Dujovne- votó según los intereses corporativos por la Reforma Previsional.                       

Era una derrota para buena parte de la sociedad. Pero con estos cacerolazos comenzaba la lucha del pueblo para revocar la Reforma. Y creció un número. Después del quiebre, muchos más vieron caer la escenografía del Gobierno.

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