La Libertad

por Marta Abergo

¿Nacemos libres o nos hacemos libres?

Según antiguos mitos, la humanidad ha adquirido su verdadero carácter mediante la desobediencia a mandatos divinos, por lo cual ha recibido diversos tipos de castigos. La noción de libertad presenta así un doble carácter: por un lado, liberación de viejas ataduras; por otro, pérdida de seguridad y protección. Esa ambivalencia plantea muchas dificultades.

«¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un consejero espiritual en lugar de mi conciencia moral, un médico que me prescribe mi dieta, y así en más, yo mismo no tengo que esforzarme por nada. Me basta poder pagar para no tener que pensar; otros se ocuparán de esa tarea fastidiosa, en lugar de mí.»

(Kant, ¿Qué es el iluminismo?, 1783)

Ejercer la libertad implica riesgos, requiere capacidad para tomar las propias decisiones, tener que buscar otras maneras de relacionarse con los pares humanos. Con intermitencias, la humanidad ha retomado la inacabada (tal vez inacabable) y compleja tarea de destruir las invisibles cadenas que impone el juego del poder, de mandar y ser mandado.

La analogía del desarrollo de la especie con el crecimiento del individuo resulta en este sentido una fuente muy rica de sugerencias. En defensa de la autonomía infantil, dijo el pedagogo italiano Francesco Tonucci: «Los niños no pueden jugar vigilados. Cuando los padres no están se puede explorar, buscar, inventar, descubrir, maravillarse, tener miedo, encontrar obstáculos, vencerlos…»

Para seguir pensando…