La Otra Historia de Buenos Aires

Segundo Libro

PARTE XX C

por Gabriel Luna

Mientras el gobernador Martínez Salazar preparaba la defensa de Buenos Ayres ante un probable ataque pirata, el gobernador de Tucumán Alonso Mercado Villacorta intentaba sofocar la rebelión indígena en los Valles Calchaquíes.

En 1665, Mercado Villacorta reunió todas sus fuerzas y al mando de tropas y milicias tucumanas y santafesinas y milicias de La Rioja y San Juan Bautista, trepó las montañas del valle Yocavil en Catamarca para perseguir a los quilmes que se habían refugiado en los pucarás. Eran quinientos cuarenta españoles con sus pertrechos, empeñados en las cumbres, fuerzas muy considerables para la población colonial de la época. Tenían ayuda de los indígenas colalaos, que conocían la zona. Sin embargo el ataque fue rechazado. Hubo alrededor de veinte bajas españolas, entre las que se contaron muy estimables oficiales de avanzada. Villacorta entendió que la táctica no servía -los quilmes tenían piedras y tiraban con ventaja desde la altura-. Decidió cambiar el ataque por el asedio, considerando que los quilmes habían llegado a la altura rocosa de los pucarás de apuro y sin provisiones, perseguidos por los españoles. Y acertó con el asedio. A las tres semanas, el cacique Martín Iguin bajó de las cumbres para negociar la paz. Fue en realidad una capitulación. Villacorta acordó salvar las vidas y los bienes de la mayoría de los quilmes rendidos a cambio de expulsarlos de los valles e indicarles un lugar específico donde debían establecerse. En tanto se determinara ese lugar y designaran las encomiendas (que eran un modo de botín de guerra), quinientos prisioneros más mil doscientos guerreros fueron agrupados (a modo de campo de concentración) en los alrededores del fuerte Andalgalá, en la actual provincia de Catamarca. Entusiasmado por el triunfo, Villacorta avanzó hacia el norte y atacó en el valle de los anghinahaos, quienes no se resistieron, capitularon y aceptaron ser trasladados, una parte de ellos fueron a Choromoro (Tucumán) y otra a Talavera de Esteco (Salta), lugares muy controlados por los españoles.

La estrategia de la Corona para someter a los indígenas, además del peso de la religión y las pestes, tenía dos ítems. El primero era la desarticulación y desarraigo de los pueblos indígenas, distanciándolos más según el peligro que entrañaban: dividir las fuerzas del enemigo y quitarle su lugar de pertenencia para someterlo. En este sentido fue que Villacorta acordó con Martínez Salazar la desarticulación y el desarraigo de los quilmes. Y en diciembre de 1665 los dividió, envió doscientas setenta familias de este pueblo a establecerse en el sur de Buenos Ayres.

Alonso Mercado Villacorta quiso completar la campaña usando el instrumento de la encomienda. Esto es, dividió la zona rebelde en regiones que asignó a las milicias para conquistar a cambio de tomar indígenas prisioneros en encomienda. Es decir, como trabajadores a bajo costo. Las milicias estaban formadas por vecinos de Tucumán, Santa Fe, Corrientes, La Rioja, San Juan e incluso de Buenos Ayres, como era el caso de Juan Arias de Saavedra.

Con el incentivo de la encomienda, la campaña se extendió a los valles de Animaná, Tucumangasta, Incamana, Yocavil y se prolongó nueve meses más hasta que fueron abatidos los acalianes, un pueblo tan guerrero y recio como los quilmes; recién entonces, a mediados de 1666, pudo darse por sofocada la revuelta de los Valles Calchaquíes. Cabe una duda. Si bien el incentivo de obtener trabajadores a bajo costo (casi mano de obra esclava) resultaba muy atractivo para aquellos vecinos -sin las máquinas herramientas actuales- dedicados principalmente a las siembras, las cosechas y las vaquerías, esto por si sólo no explica el triunfo sobre los calchaquíes que los superaban en número y que además conocían con precisión las selvas y el escarpado terreno de las altas cumbres. ¿Cómo fue que los vencieron?

Aparece aquí el segundo ítem de la estrategia de la Corona, como un antecedente de las operaciones de los actuales servicios de inteligencia. Aprovechar o generar conflictos y hostilidades entre los pueblos para debilitarlos y obtener el beneficio propio, que en este caso era la explotación minera de plata, oro y el control de las rutas de la extracción. Conclusión. Los españoles pudieron derrotar a los quilmes porque contaron con el apoyo de sus vecinos, los colalaos, tolombones y pacciocas. Si los pueblos calchaquíes se hubieran mantenido unidos para defender sus intereses y tenido buena comunicación con los mocobíes y los tobas del Chaco, los españoles no hubiesen podido conquistar estas serranías del actual noroeste argentino (al menos con los recursos expuestos aquí). Y hubieran peligrado las rutas de extracción minera y la defensa de Buenos Ayres, que dependía del envío de tropas del Interior.

Mientras se “pacificaba” el Interior sometiendo a los indígenas, Buenos Ayres se aprestaba a un ataque pirata pero transitaba a la vez una suerte de transformación. Crecía el negocio de los cueros, aumentaban las pulperías, se “aderezaban” las casas particulares, y se hacían obras públicas: la reforma del Fuerte, la renovación del hospital y la catedral, el arreglo de algunas calles.

El 13 de noviembre de 1665, los jesuitas trasladan su colegio y una capilla, ubicados frente al Fuerte -en la actual esquina NE de Plaza de Mayo-, a la hoy llamada Manzana de las Luces, Bolivar-Moreno-Perú-Alsina, donde todavía están el colegio Buenos Aires y la iglesia San Ignacio, sus respectivas proyecciones históricas.

El 14 de agosto de 1666, llegan a Buenos Ayres los quilmes enviados por Mercado Villacorta desde Tucumán, se establecen al sur del Riachuelo en una reducción llamada Exaltación de la Cruz, que dará lugar a la actual ciudad de Quilmes. Los recios acalianes se establecen al norte de Buenos Ayres, en Baradero. Y ambos, quilmes y acalianes, tras el desarraigo, las pestes del puerto, y la explotación de los porteños se extinguirán en 1812.

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La Otra Historia de Buenos Aires. Libro II (1636 – 1737)

Parte I
Parte I (continuación)
Parte II
Parte II (continuación)
Parte III
Parte III (continuación)
Parte IV
Parte IV (continuación)
Parte V
Parte V (continuación)
Parte V (continuación)
Parte VI
Parte VI (continuación)
Parte VII
Parte VII (continuación)
Parte VIII
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Parte IX
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Parte X
Parte XI
Parte XII
Parte XIII
Parte XIV
Parte XV
Parte XV (continuación)
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Parte XVII
Parte XVIII
Parte XIX
Parte XX
Parte XX (continuación)

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