Mujer y Bicentenario

Por Liliana Costante

¿Qué ha sido de la mujer latinoamericana en las dos últimas centurias que conmemoramos este año? La pregunta remite a otras que podemos resumir en: ¿de quiénes hablamos cuando nos referimos a ellas? Porque, el indudable avance de la Ley del voto femenino -en nuestro país, año1947- o el reconocimiento de la mujer como sujeto de particular atención y promover la igualdad real de oportunidades y de trato -Constitución Nacional, art. 75, inc. 23, reforma del año 1994- contrasta con la situación de millones de congéneres desapoderadas y sin vidas dignas, como producto de una división social clasista y sexista arrastrada y reproducida según los distintos estándares de la época. Para reconocer la continuidad de tales construcciones y la especificidad de la situación de género, hoy no puede dejar de señalarse la feminización de la pobreza.

¿De qué mujeres hablamos al conmemorar el primer centenario del Día Internacional de la Mujer -proclamado el 8 de marzo de 1910- y el Bicentenario de revoluciones en América Latina?

La pertenencia al género no indica, por sí sola, una ideología superadora de las discriminaciones. En su momento, las sufragistas tuvieron que dar batalla, inclusive, contra otras tantas mujeres que se negaban a tomar decisiones en el orden político. En nuestro país, la Ley de Cupo permitió que muchas mujeres escalonaran posiciones partidarias sólo por seguir a pie juntillas los mecanismos clientelares de punteros de turno (las otras siguieron siendo marginadas). Aún hoy, las mujeres abroqueladas en un orden religioso o laico estatuido (a cambio de beneficios reales o no) se perciben ajenas de reproducir la discriminación de género en el trabajo, en la política, en los conocimientos, en los proyectos de vida. Otras, que asumen su rol activo en tal reproducción, la justifican desde un lugar de clase naturalizado y supuestamente inviable de revertir. La oposición no sólo es rico-pobre o varón-mujer sino mujer rica-mujer pobre. Sobre la mujer de más bajos recursos cae entonces, la opresión de hombres y mujeres de la clase dominante, y también la del hombre que se empareja con ella.

La historia clínica de Gerónima es un ejemplo superlativo. Gerónima era una indígena perteneciente a la etnia mapuche, que vivía con sus hijos en una tapera en Trapalcó. Recibía a veces ayuda económica del Gobierno y hacía tareas domésticas en la zona. Fue sometida por sus dos maridos, el último impuesto por su anterior cuñado. No tenía documentos, porque alguna vez los retuvo un uniformado y nunca los devolvió. Gerónima era una mujer desapoderada: de su historia, de su lengua, de sus creencias ancestrales, de su tierra, y de su cuerpo. Ella y sus hijos vivían en la más absoluta indigencia. La familia fue considerada en alto riesgo social y trasladada al Hospital de General Roca en Río Negro. Sin embargo, la historia clínica refiere que ninguno de ellos estaba enfermo. La internación compulsiva de Gerónima, la separación de sus hijos -que fueron ubicados en distintas salas-, y la vivencia de un mundo desconocido cuya comprensión le era imposible, la llevaron a la psicosis. Quería preguntar a ver cuándo me van a hacer ir, y a ver si me llevan para El Cuy. Cómo los saco a los chicos de acá -inquiría Gerónima-. Y a pesar de que en el hospital vivían en condiciones óptimas respecto a la tapera de Trapalcó, tenían camas con colchón, sábanas, comida, baño, agua, luz eléctrica, y atención médica, Gerónima se preocupaba: Mis hijos ya no cantan -decía.

1De sus cuatro hijos sólo uno sobrevive. Los otros murieron debido a un virus contraído en la internación.

2. Basado en el libro Gerónima de Jorge Pellegrini, editado en la Imprenta Estrada , General Roca, Río Negro, enero de 1985, y en la película homónima con la dirección de Raúl Tosso y guión de Raúl Tosso y Carlos Paola, estrenada el 27 de noviembre de 1985.