«Sólo me interesa la igualdad de los hombres»

por Claudia Lorenzón*

Osvaldo Bayer confiesa hoy que «repetiría» el camino recorrido en sus 89 años de vida, pese a los momentos difíciles que le tocó vivir, como la persecusión y el exilio de los que habla en sus libros, cuatro de los cuales se reeditan ahora y en los que denuncia, entre otras cuestiones, los efectos devastadores de las políticas neoliberales y rescata a quienes entregaron su vida por encontrar un camino de justicia y dignidad.

«Rebeldía y esperanza. Debates, discusiones y documentos», «En camino al paraíso. El sueño de una lucha inclaudicable», «Ventana a Plaza de Mayo. Crónicas de Osvaldo Bayer en el periódico Madres de Plaza de Mayo 1984-2006», son los títulos que ahora vuelven a publicarse por Planeta junto a «Fútbol argentino», obra en la que también subyacen sus preocupaciones sociales y políticas. Con estos cuatro volúmenes se cierra la edición de las obras completas de Bayer.
La obra de este escritor, que aboga por la igualdad y se indigna ante el sufrimiento de los niños, por la agresión policial o el hambre, emociona y conmueve profundamente; allí también critica a quienes optaron por negar las atrocidades cometidas por la dictadura militar, o insistir en la teoría de los dos demonios, con la que los militares justificaron su accionar.
Sobre estas cuestiones Bayer habla en sus libros, y también agradece: como cuando cuenta que el agregado cultural de la embajada alemana en Buenos Aires y su esposa «arriesgaron sus vidas para pasarme a través de las barreras militares y policiales y embarcarme en un avión» en 1975, luego de la segunda amenaza recibida por la Triple A por sus libros, en especial por «Los vengadores de la Patagonia trágica».
En «Ventana a Plaza de Mayo», editado primero por la editorial de las Madres y ahora por Planeta, reivindica la lucha de estas mujeres en la búsqueda desesperada e inclaudicable de sus hijos desaparecidos, a las que conoció durante su exilio en Alemania, y a quienes admira profundamente.
Bayer nació en la ciudad de Santa Fe en 1927, es historiador, fue docente y secretario general del Sindicato de Prensa de 1959 a 1962, guionista de películas como «La Patagonia rebelde» y defensor de los derechos indígenas.
En su casa del barrio porteño de Belgrano -la misma en la que vivió a partir de los ocho años junto a sus padres y hermanos-, Bayer recuerda que ese lugar «era más grande, tenía un jardín y fue dividida entre los tres hermanos» luego de la muerte de sus padres. «Me tocó esta partecita que a mí sólo me alcanza, porque mis cuatro hijos y mis nietos, por el exilio, quedaron en Alemania», dice.
En la puerta, un cartelito la nombra como «El tugurio» y las paredes que dan a la calle llevan imágenes pintadas por muralistas que llegaron años atrás desde Azul y le pidieron permiso para dejar su sello sobre ellas.
– ¿Cómo fue la experiencia del exilio para usted?
– Fue buena, dentro de todo, porque recibí apoyo. Los primeros meses no tuve trabajo pero después conseguí muy buenos trabajos. Trabajé muy bien en el Consulado argentino.
– Durante su estadía en Alemania denunció el accionar de la dictadura y conoció a las Madres de Plaza de Mayo.
– Sí, junto a los organismos de Derechos Humanos las hicimos ir a Alemania. Ellas actuaron muy bien: no pedían dinero ni nada por el estilo. Si recibían, agradecían. Y recibieron mucho apoyo.
– En sus libros recorre temas como la dictadura y el exilio, ¿cree que la sociedad argentina se debe aún un debate sobre lo ocurrido en esos años?
– Nos debemos un gran análisis y continuar con los juicios. Sobre todo porque Macri es un hombre de la dictadura y no hace nada por recordar lo ocurrido. Menos mal que están los organismos de Derechos Humanos.
– En 1963 fue a Rauch y al regresar lo detuvo el general Juan Rauch, ministro del Interior de la dictadura, por sugerirle a los habitantes que cambien el nombre de la ciudad. Luego vino el exilio. ¿Cómo fue para usted ser una persona que no claudica?
– Todas esas persecuciones me sirvieron para darme fuerza y sobre todo me ayudó mi familia que me siguió. Mi mujer jamás me reprochó nada, y cuando me quedé sin empleo ella salió a trabajar en una feria. Fue una gran compañera, mi única esposa. Estuvimos casados 67 años. Era argentina, y pertenecía a la comunidad alemana de Villa Ballester.
– ¿Con qué rol se sintió y se siente más identificado: como periodista, escritor, cineasta, dirigente gremial?
– Con el de periodista. Soy un periodista nato, lo seguiría haciendo siempre. Sigo teniendo cada quince días una contratapa en Página/12, pese a los 89 años. A los 65 me jubilé pero seguí colaborando.
– ¿Cómo ve la situación del periodismo hoy?
– Como siempre, continúa el poder de grandes empresas y faltan las cooperativas, pero hay que seguir. Fui secretario general del gremio de prensa y así me fue, fui preso.
– Si fuera atrás en el tiempo, ¿haría las mismas cosas que hizo?
– Sí, repetiría mi vida, no estoy arrepentido. Viví siempre humildemente y luchando contra el sistema. Sufrí cárcel, exilio, largo exilio y volví, siempre con la misma lucha.
– ¿Qué lucha nos debemos hoy los argentinos?
– Una lucha por la cual cantamos nuestro himno nacional donde dice «ved en trono a la noble igualdad». Esa igualdad es la que necesitamos, y no la pobreza inmensa de las villas miserias al lado de Barrio Norte, por ejemplo. Que haya hambre en la Argentina es una vergüenza, en el país de las llanuras. Y tenemos hambre muchos argentinos, niños principalmente.
– ¿Tiene buenos recuerdos en relación a su vida como hombre político?
– Pocos, porque yo he sido siempre anarquista: socialista libertario, no me interesa la política partidaria, me interesa la igualdad de los hombres, luchar por la igualdad, en libertad, jamás estuve de acuerdo con ninguna dictadura del proletariado. Ideas que incorporé con viejos anarquistas amigos de mi padre, luchadores. Mi padre era anarquista sin decirlo.
– ¿Qué es lo que más le dolió de lo que vivió durante la dictadura?
– La persecución de los compañeros, la desaparición de los amigos. Mi mejor amigo fue Rodolfo Walsh y lo secuestraron, como a tantos otros. Me salvé porque me fui al exilio. En el 60 con otra dictadura estuve 63 días preso en la cárcel de mujeres, cosas de la Argentina… Para humillarme me mandaron a la cárcel de mujeres, hay que ser perverso. La gente decía por algo será, sospechaban. A mí me importaba un pito que me confundieran con mujeres, soy de otro talante.
– Y en lo personal ¿cuáles fueron las consecuencias de la dictadura en su vida?
– Tengo cuatro hijos, diez nietos y seis bisnietos, todos en Alemania… No pudimos unirnos, porque mis hijos nacieron en Alemania, estudiaron allá, se recibieron allá, tienen muy buenos empleos, se casaron y sus hijos también nacieron y viven allá, para ellos es imposible volver. Yo quise volver siempre a la Argentina.

 

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