Ud. preguntará por qué paramos

por Rocío Bao

Como un parto prematuro y urgente, se tornó impostergable y se volvió histórico el paro masivo de mujeres, una movilización que no podía esperar hasta el siguiente 3 de junio para gritar #NiUnaMenos o #VivasNosQueremos. Y se gestó casi de inmediato -como unificando y moviendo desde las entrañas a gran parte de la sociedad- una forma nueva de manifestación: el colectivo Ni Una Menos, que junto a organizaciones sociales, feministas, políticas y miles de personas autoconvocadas, no quiso -no pudo- esperar para tomar las calles una vez más. Es que Lucía Pérez y sus 16 años, la violación y la atrocidad de su femicidio golpeó fuerte. Y así fue que las mujeres urgidas y hartas, hicieron algo distinto, y transformaron el silencio en un grito masivo: #NosotrasParamos, se plantaron, y transformaron el 19 de octubre en un día histórico, frenando toda actividad laboral entre las 13 y las 14 horas, y convocaron a parar las redacciones, las oficinas, los trabajos de amas de casa, las cuidadoras, las profesionales; todas las que pudieron y quisieron, pararon.

«La marcha me dejó la convicción de estar donde necesitaba estar. Hacía días que de noche lloraba de bronca, de no haber podido hacer nada por Lucía, por todas las pibas anónimas que nos siguen matando, por mis compañeras que viven amenazadas. Fue la primera y única vez donde no me importó la lluvia y el viento, porque lo que estaba en juego era más que el resfriado del día siguiente, mucho más. Nuestras vidas y nuestra dignidad», expresa Victoria Bringas, joven militante de Mala Junta-Patria Grande, docente, a punto de recibirse de Trabajadora Social.

Regresión
Los noticieros contaron la historia repetida. En la oficinas y en las fábricas hablaron de Lucía; en el mercado de la esquina, en la vereda las vecinas, en todos lados; la chica que fue drogada, violada por dos hombres, empalada en un acto medieval y regresivo, para finalmente ser entregada por sus verdugos en un hospital -muerta de dolor-, con la excusa de una sobredosis.
“Hace dos años escribí una nota sobre linchamiento. En este punto, se empieza a ver que estamos teniendo conductas cada vez más regresivas. Violencia hay todo el tiempo, pero hay un aumento del nivel de sadismo y, además, hay un punto en el cual la gente se confunde: prefiere pensar que estas personas son como animales o son como demonios, pero son personas que están, que conviven con nosotros, pueden ser compañeros de trabajo, pueden ser amigos, pueden haber sido pareja de alguien, y eso lo hace más siniestro”, explica Miriam Maidana, psicoanalista, investigadora UBACyT de consumos problemáticos y columnista de Cosecha Roja, medio para el que escribió la nota Lucía Viva. “Fue una «escupida», dice, “no hubo saberes investigativos ni psicoanalíticos: hubo espanto ante tanto siniestro”.

El pan de cada día
Por paradójico que parezca, en 2016 y con dos marchas del #NiUnaMenos encima, ya no sorprende la cantidad de femicidios ejecutados por mes. Las voces de los familiares pidiendo justicia no trascienden el lamento circunstancial de los que ven la noticia por televisión. Ni tampoco moviliza efectivamente a la mano política el hecho de saber que en lo que va del año 230 mujeres fueron asesinadas por su condición de género, y que en 2015 fueron 286, cantidad cercana a las 277 víctimas del año 2014.
Pero lo sucedido con Lucía provocó una brecha, un agujero imposible de tapar que opacó las estadísticas y tornó nauseabundo hablar de números o depositar la culpa en la víctima (como algunos intentaron y como se ha hecho en cientos de casos anteriores), como si este tipo de asesinatos fueran el pan podrido de cada día que ya muchos se hartaron de comer. «Lo que es esperanzador”, según aprecia Maidana, “es que en otro momento este caso, tratándose de una familia con plata, dos o tres buenos abogados lo hubieran limpiado. Creo que en ese punto, hoy en día estamos como más atentas a la reacción».

Entonces, para cuestionar los motivos que en Argentina provocan el asesinato de una mujer por día y para poder generar desde las instituciones, las familias y los medios de comunicación, herramientas verdaderamente efectivas, es necesario contemplar una serie de elementos que abarcan lo micro y lo macro, la instrumentación política y económica, los usos y costumbres (o las malas costumbres), las características en la enseñanza tradicional de lo que corresponde a cada género, y comprender así el contexto cultural en el que estamos inmersos. Ese que naturaliza el machismo más sutil y el más violento, e incluso lo justifica.
“Yo creo que más allá de nuestra lectura sociológica sobre el machismo, patriarcado, o llamalo como quieras, también hay un nivel más chico, más micro, que hay que empezar a trabajar. A mí me encantó que en el #NiUnaMenos se trabajó en jardines de infantes, en secundarios, se levantaron clases en la universidad para tratar el tema de la violencia de género, se trabajó en talleres. Es importante porque se trata de la población afectada», destaca Maidana. “Lo que es un problema es el contraste, la falta de clasismo y miradas de género. En la televisión, después de una nota sobre un femicidio no nos pueden mostrar los mejores culos de las Olimpiadas. Tampoco nos pueden hacer llorar por la muerte de una joven de clase media y justificar el asesinato brutal de una joven pobre porque había dejado la escuela antes de tiempo. El periodismo forma opinión y los medios de comunicación son responsables a la hora de caracterizar nuestra conciencia”, reflexiona Victoria Bringas y agrega, también, otra suma de ejes a resolver: “Si las mujeres seguimos siendo el mayor porcentaje de pobres, de desempleadas, de jefas de hogar, si seguimos siendo las que tenemos un menor sueldo por igual trabajo, si los sindicatos no nos representan, si la Justicia no condena a nadie por amenazas severas, si en la escuelas no nos forman desde una perspectiva de género, si en los hospitales no nos dejan decidir si parimos o no, o hasta cómo parimos, entonces resultará imposible que deje de haber femicidios”.

De medios, economía y política
La reflexión de Bringas se alinea con un estudio realizado por Mercedes D’Alessandro, doctora en Economía (UBA) y Magalí Brosio, licenciada en Economía (UBA), según el cual las mujeres ganan un sueldo 27,2 % menor que el de los varones. Incluso, la desproporcionalidad resulta aún mayor en provincias como Misiones, Salta y Chubut, donde las mujeres ganan alrededor de un 65% menos que los varones. “La experiencia -indica el estudio- nos muestra que los derechos que conseguimos las trabajadoras (y los trabajadores varones también) a lo largo de la historia no son el resultado de una simple elección racional o de un ego desarrollado (o devaluado), sino que se conquistan a través de la organización y la lucha por objetivos concretos en el ámbito de la acción política. Y es por esto que nos parece que esta discusión, la de las causas de la desigualdad entre hombres y mujeres en el mercado laboral, hay que abordarla con urgencia y profundidad, porque en ese diagnóstico está la clave para conquistar las herramientas que nos permitan que esa brecha desaparezca”.

No menos importante se torna el mensaje político que, sin más, se suele reducir a la visita del gobernador o gobernadora de turno para acompañar unos instantes a la familia de la víctima tras reconocer un cuerpo acribillado o a recibirlos en los despachos oficiales con los brazos abiertos, y posar doloridos ante las cámaras. En este aspecto, Maidana apunta: «La reacción del gobierno, de no mencionar el caso más explícitamente tiene que ver con una cuestión de invisibilización. Más allá de todo, nosotros llegamos sólo a determinado ámbito. La gente sigue viendo a Del Moro, a Mirtha Legrand, Jorge Rial, entonces se pierde lo esencial. No puede ser que un gobierno, en un caso que moviliza a todo un país, no emita ninguna opinión».

De culpas y drogas
El mismo día del #NosotrasParamos, el Senado aprobaba y giraba a Diputados un proyecto de ley para establecer la paridad de género en las listas electorales, con dos votos en contra por parte de Cambiemos, esgrimiendo el argumento de la demagogia.
Días atrás, en el mismo y ajetreado mes en que mataban a Lucía y a otras 22 mujeres en todo el país, se pudo escuchar a Chiche Duhalde y a otros invitados en el programa de Mirtha Legrand, donde también estuvo Matías Pérez (hermano de Lucía), echarle la culpa a las drogas. En medio de una contradicción hipócrita, Chiche Duhalde, se lamentaba como buena cristiana de lo “terrible” sucedido a Lucía, pero disminuía la aberración ejecutada por los femicidas bajo el pretexto, justamente, de las drogas.

 Pero esas excusas van siendo desmanteladas. La culpa no es de las drogas ni de las víctimas: “Las drogas no transforman a nadie en lo que no es, a lo sumo lo dejarán más tonto, pero acá no hay una potenciación ni transformaciones mágicas. Esto es un acto seriado: se elige una víctima, se la lleva, se la droga, se la viola, se la empala, se lava el cadáver y se lo deja en un hospital diciendo: “tuvo una sobredosis”. Y al día siguiente vuelve a empezar. Ese es el juego del poder, que esta vez salió mal. Y creo que salió mal porque nosotras estamos más preparadas que antes. Ahí es donde te sirve una nota, donde te sirve una entrevista, donde te sirve postear. Esto es un punto basal, entonces, en ese punto creo que sí, estamos más preparadas”, argumenta Maidana.

La aceptación pasiva de la violencia, entonces, está dejando de ser una opción para muchas mujeres y hombres que evidencian diversas formas de repudio fulminante ante un femicidio. Pero el repudio no sólo ocurre en las calles, sino en los talleres, en los nuevos libros para niños y niñas (donde, por ejemplo, la princesa pasa a ser heroína). Y se genera así un mensaje de igualdad a las generaciones nacientes (las que están en el jardín y en los colegios primarios y secundarios).

En ese sentido, Bringas enfatiza en la necesidad de que «se garantice la Ley de Protección Integral hacia las Mujeres, pero también en avanzar en los grandes cambios políticos, sociales y culturales. También necesitamos entender que el femicidio o la violencia física son sólo la cara visible de un sistema que nos maltrata desde que nacemos, y que esa violencia también existe». Antes del cierre de esta edición, después del empalamiento de Lucía, hubo un triple femicidio en Mendoza, donde el autor argumentó que las mujeres “lo sacaron”. Otras noticias dan cuenta de que en ciertos lugares, las violaciones a mujeres en zonas liberadas son moneda corriente. Recién otra mujer fue acuchillada por su novio, y las desapariciones de adolescentes y mujeres continúan a lo largo y ancho de todo el país.

Mientras tanto en la casa de Lucía hay un silencio nuevo, la ausencia de un sonido desordenado por una adolescencia que no será; una voz menos. En las calles, las voces con vida por las que no están claman por un «nunca más», que aún parece lejano. Pero vamos acercándonos, algo está cambiando. La muerte de Lucía y de tantas otras, no serán en vano. Eso es seguro.

 

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