De dónde venimos y a dónde vamos

«Los invasores llamaron caníbales a los antiguos americanos, pero más caníbal era el Cerro Rico de Potosí, cuyas bocas comían carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa.
Y los llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es sagrada y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas, patas, alas o raíces».

Del libro Ser como ellos de Eduardo Galeano.

por Emiliano Blanco

Ante los discursos negacionistas, me sumo al grito:
«Los estados americanos se fundaron a partir de un genocidio indígena.
Si eso no se reconoce, nunca habrá memoria, verdad y justicia para los pueblos originarios». Y es provechoso que en las circunstancias actuales, retomemos la memoria de nuestra historia como pueblo latinoamericano. No necesitamos que el calendario  enarbole efemérides para solidarizarnos con las luchas diarias de las comunidades originarias y afrodescendientes.

«Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros de la selva y los argentinos descendemos de los barcos». Alberto Fernández hablándole al Presidente de España, ex madre patria.
No es de extrañar que un representante político tenga en sus palabras esa concepción que no le pertenece, porque no es el primero ni el último en decirlo.

Lo que extraña es que sea el caballito de batalla de una oposición que desacredita su perspectiva, teniendo en su itinerario una serie de decisiones políticas que no corresponden con la indignación literaria sobre los hechos históricos.
Eduardo Galeano, a quien voy a invocar, continúa latiendo en las venas de nuestra memoria colectiva y susurra: «Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres». Y desde esa conciencia es importante reconocer en qué lugar estamos y cuáles son las acciones que forman parte de esa educación bien-aprendida sobre la historia de nuestro pueblo sencillo, que hace que trascienda en frases que inquietan y resuenan entre nosotrxs.

No alcanzó con pedir disculpas públicas, porque la masacre histórica en nuestro suelo fundó la jerarquía de una identidad colonizante, que aún anhela sostenerse en el «imaginario popular»: reparte montañas y glaciares a cambio de vacunas, dinero para pagar deuda, como también pone a merced de los conquistadores un sinfín de recursos humanos y flexibilidad laboral, beneficiosos a los intereses del primer mundo. Y por más que hagamos oídos sordos, grita y tiene protagonismo.

No es menor reconocernos en esa impronta. Galeano señala que la Conquista dejó cicatrices que prevalecen: «Ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la población come salteado».
La reparación histórica de las comunidades originarias y afrodescendientes sigue siendo  una deuda interna. Las decisiones políticas, que tras muchos vericuetos burocráticos se llevan a cabo,  gestionan pero no son suficientes. Porque gestionar no es solamente nominar, implica una reeducación sobre las perspectivas que proponen las cosmovisiones, las maneras de organizarse y de estar presentes… Una perspectiva de integración con la legitimidad cultural que les es propia.

«…salieron de los indios»
¿De quiénes está hablando?, si convivimos con los prejuicios xenófobos. Si todavía dudamos de su identidad en nuestra frontera limítrofe. Por las periferias turísticas que nos acercan, reconocemos sus aspectos culturales únicamente por el usufructo económico que podemos aprovechar con esas zonas, pero aún no nos permitimos una multiplicidad política que lxs asuma como agentes de derechos.
Por eso la apropiación de sus territorios, la degradación de su trabajo, el precario presupuesto para abordar la educación, la ausencia de diálogo y  de estrategias en torno a la salud y la alimentación. ¿O solamente nos acordamos cuando el amarillismo lxs sitúa en sus noticias para conmover cifras e incompetencia política?
Galeano dice: «El problema indígena: los primeros americanos, los verdaderos descubridores de América, son un problema. Y para que el problema deje de ser un problema, es preciso que los indios dejen de ser indios. Borrarlos del mapa o borrarles el alma, aniquilarlos o asimilarlos: el genocidio o el otrocidio».
Estas son algunas de las comunidades más representativas de nuestro territorio y sus lugares: Atacama (Salta-Jujuy), Ava Guaraní (Salta-Jujuy), Comechingón (Córdoba), Chulupí (Salta), Chorote (Salta), Chicha (Jujuy), Charrúa (Entre Ríos-Santa Fe), Chane (Salta), Diaguita (Salta-Catamarca-La Rioja-Tucumán-Santiago del Estero-San Luis), Guaycurú (Santiago del Estero), Huarpe (San Luis-Mendoza-San Juan), Lule (Tucumán-Salta-Santiago del Estero), Mapuche (Río Negro-La Pampa-Mendoza-Neuquén-Chubut-Santa Cruz-Buenos Aires), Moqoit (Chaco-Santa Fe), Mbya’ Guaraní (Corrientes-Misiones), Ocloya (Jujuy), Omaguaca (Jujuy), Avipón (Santa Fe), Yamanas (Ushuaia), Yaganes (Ushuaia), Quechua (Jujuy), Pilaga (Formosa), Q’om (Formosa-Chaco-Salta-Santa Fe-Buenos Aires), Qolla (Salta-Jujuy), Querandí (Buenos Aires), Rankulche (La Pampa), Selk-nam (Tierra del Fuego), Tastil (Salta), Tapiete (Salta), Tehuelche (Buenos Aires-Chubut-Santa Cruz-La Pampa), Tonokote (Santiago del Estero-Buenos Aires), Tiliam (Jujuy), Tilcara (Jujuy), Vilela (Santiago del Estero), Wichi (Salta-Formosa-Chaco), Jujwis (Salta), Samavirón (Santiago del Estero-Córdoba), Nivaclé (Formosa).
Señalar la obviedad jurisdiccional es importante, porque nuestra organización democrática no dialoga en la actualidad con esas regiones. Galeano sentencia: «Los efectos de la conquista y todo el largo tiempo de la humillación posterior rompieron en pedazos la identidad cultural y social que los indígenas habían alcanzado». ¿Hoy qué nuevos efectos favorables propone el lugar que tienen y cómo se ponen en diálogo con las perspectivas y decisiones colectivas que estamos aprendiendo?

«…salieron de la selva»
Eduardo Galeano no se olvida de que «Chico Mendes, obrero del caucho, cayó asesinado a fines del 1988, en la Amazonía brasileña, por creer que la militancia ecológica no puede divorciarse de la lucha social. Chico creía que la floresta amazónica no será salvada mientras no se haga la reforma agraria en Brasil».
En estas tierras, los ecocidios del Delta, Córdoba, la Patagonia y las costas del Paraná siguen impunes. La Megaminería y el monocultivo sojero, el uso de agrotóxicos y la pesca indiscriminada en nuestros mares, repletos de diversidad en flora y fauna, no tiene culpables.
Galeano invita a recordar cómo era esa relación con la naturaleza antes que llegaran los barcos españoles: «Según las crónicas de la Conquista, los indios nómadas que usaban cortezas para vestirse jamás desollaban el tronco entero, para no aniquilar el árbol, y los indios sedentarios plantaban cultivos diversos y con períodos de descanso, para no cansar a la tierra. La civilización que venía a imponer los devastadores monocultivos de exportación no podía entender a las culturas integradas a la naturaleza, y las confundió con la vocación demoníaca o la ignorancia».
¿Es posible valorar la biodiversidad de nuestro territorio en relación con los nuevos desafíos que presenta éste momento histórico y sus demandas, en vez de vincularnos solamente con el único objetivo de explotar sus recursos?

«…descendemos de los barcos»
No me interesa desmerecer los aportes culturales de las comunidades europeas que encontraron en este suelo soñado una oportunidad de acrecentar y nutrir la subsistencia, profundizar prácticas sociales en sintonía con el trabajo y la educación; pero la historia no le pertenece a Europa y su descendencia.
Esa civilización arraigada, navega hasta nuestras costas con mucho dolor por estos lados de sus fronteras, posguerras, culto y tradiciones. Pensándolo bien, tiene razón: veníamos también de barcos esclavos que llegaban al puerto del Buen Ayre; sobreviviendo a la caza, a los agites del mar y a la peste del viaje. Digo, para no olvidar de qué barcos también llegamos.
Una cita de Galeano, arroja luz sobre tan desconcertantes y confusas declaraciones presidenciales. «La civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al crecimiento con el desarrollo y a lo grandote con la grandeza, también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo»

 

Emiliano Blanco. Profesor de Artes en danzas mención Expresión Corporal (UNA) mención Danzas Folklóricas (EMBA). Bailarín y Performer. Sikuri y canto popular. Colaborador de Revista Kiné.

Foto: Télam

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