Una escritura centrada en la periferia y la oralidad

Las «Crónicas completas» de Hebe Uhart dan cuenta de un amplio espectro de intereses ligados a la cotidianidad, los viajes y el rescate de las culturas originarias y, al mismo tiempo, hacen foco en los distintos registros del habla, una decisión que reafirma esa voluntad de narrar desde una periferia, en tanto el acento sobre la oralidad es una manera de desplazar la centralidad de lo visual.

«Ese registro diverso de voces muestra un recorrido que abandona los centros, por así decirlo, para instalarse en los espacios periféricos. Pero esas periferias no están vistas como tales, son observadas en sí mismas y a su propia escala. Y hablando en términos de escala, si bien escribió sobre ciudades como Río de Janeiro o Lima, tendió a preferir los lugares más pequeños, como si tuvieran una escala más ‘humana’ en el sentido en que podían ser más accesibles en sus particularidades», sostiene Eduardo Muslip, el editor de la obra publicada por Adriana Hidalgo Editora.

«Esta actitud se traslada también, me parece, a lo visual: era más sensible a observar cómo había armado un pequeño comerciante la vidriera de su negocio o el modo en que come un animal individual que a la mirada distante de postal sobre una gran ciudad o sobre un paisaje natural; el detalle en el mundo visual tiene la misma importancia que la frase dicha al pasar en el terreno de la oralidad», dice.

Fabián Lebenglik, director editorial de Adriana Hidalgo, acota que en la literatura de la escritora «lo visual viene antes, precisamente en esa ‘escena’ previa donde dialogaba con sus entrevistados o leía un grafiti para luego tomar nota y poner a prueba sus relatos futuros gracias a la observación del otro, del oyente/primer lector».

«El margen desde el que se ubica se construye con una distancia, con un modo de pensar el campo literario como un espacio con jerarquías muy establecidas, con definiciones firmes sobre alta y baja cultura, sobre lo oficial y lo alternativo, lo central y lo periférico, y se distanciaba también tanto de la figura del escritor ‘profesional’ como de la de construcciones más esencialistas, como la del escritor ‘iluminado’, ‘oracular’, etc. «, enuncia Muslip.

Para el editor, Uhart veía la escritura «más cerca de la ‘artesanía’, un tejido cuidado y laborioso, elaborado con materiales muy diversos y hecho a la escala del que lo recibe. En ese sentido, es interesante la figura del escritor ‘suburbano’ en el sentido de quien mantiene cierta distancia de los centros; solía criticar la mirada ‘porteña’ por cerrada sobre sí misma, pero, aunque le interesaba lo rural o pueblerino, también se distanciaba de los intentos que veía en esos lugares de construirse identidades muy diferenciadas en oposición a lo urbano».

Desde sus primeras incursiones en el género incluidas en «Viajera crónica», se hace evidente que Uhart, como apunta en el prólogo la escritora Mariana Enriquez, necesita «inventariar aquello que la obsesiona». Y así lo hace en los cinco libros reunidos en «Crónicas completas», al que se le adiciona uno más que reúne sus textos inéditos, como el que testimonia un breve romance de juventud con un novio alcohólico -uno de los pocos escritos con esa explícita carga autobiográfica- o «Yendo de la cama a casa», donde ya enferma e internada, se empecina en discutir con los residentes colombianos del hospital sobre el lenguaje inclusivo.

El foco de su obra, como se ve, sigue siendo la minucia, el registro de aquello que, de tan cotidiano, se vuelve inadvertido, pero que renace bajo una escritura que simula la simpleza, «Esa ‘simulación’ se consigue con una variedad de recursos. Suele rescatar lo que podríamos llamar la dimensión poética de la lengua corriente, que aparece en las crónicas más en las voces de los sujetos que incorpora que en la del narrador-cronista», asegura Muslip.

«Sin embargo, al observar elementos que de tan cotidianos se vuelven inadvertidos, también se permite la asociación insólita, inesperada, que puede romper con lo que el lenguaje corriente pueda tener de automatizado; en este sentido, la llaneza del lenguaje de las crónicas nunca acerca el texto a lo periodístico», analiza el editor.

«Sus textos se juegan en las pequeñas cosas, en su oído absoluto para los detalles, para las variaciones de la lengua y del habla, para encontrar la historia que quiere contar. En tu pregunta está la respuesta. Ella todo veía y escuchaba como por primera vez, para luego dar cuenta de lo inadvertido», concluye Lebenglik.

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