Un femicidio cada 29 horas durante el primer mes del año

¿A qué hora es la rebelión? texto de Marta García -Traé tu grito- Una no se puede morir con la soledad de los alimentos vencidos. Por eso, el grito. Cuando hice una denuncia y no me escucharon mientras hacían chistes porque tenía una teta afuera de la blusa desgarrada, grité. Cuando me perforó con un escopetazo porque mi nombre era Pepa Gaitán y amaba a su hija, grité. Cuando me estrangularon con mi propio buzo en un calabozo lleno de arañazos, grité. Cuando me envolvieron como regalo de cumpleaños para (Leer más…)

Sobre la dependencia y frivolidad de la «literatura» argentina

por Mariane Pécora.   En julio de 2013 le hice una larga entrevista a Vicente Zito Lema en su casa del barrio Cafferata. Hablamos de derechos humanos y democracia, hablamos de extractivistmo y saqueo de los recursos naturales y hablamos de literatura y compromiso social.  Es casi mediodía, observo el techo vidriado de la cocina de la casa de Zito Lema, donde se filtran algunos rayos de sol. Maira, una de sus gatas, salta desde el centro de la mesa hasta el desayunador. Necesita llamar la atención o tal vez (Leer más…)

Hebe, ese torbellino que dislocó la historia oficial.

por Mariane Pécora Amada, odiada, criticada, venerada. Hebe, ese torbellino que dislocó la historia oficial, partió a los 93 años la mañana del domingo 20 noviembre de 2022. Nos queda de ella un legado incansable de 45 años de lucha por la vida, persiguiendo justicia, vociferando verdades, agrietando la superestructura del poder, levantando polvareda en la sesera del status quo. “Mis hijos me enseñaron lo que es la política y yo me olvidé de quién era el día que ellos desaparecieron; nunca más pensé en mí”, dijo, meses antes de (Leer más…)

María Remedios del Valle la Madre de la Patria

por Mariane Pécora 1827. Plaza de La Recova, una anciana pide limosna, lleva una gastada chaqueta del ejército, un faldón remendado, va descalza y envuelve su cuerpo flaco y encorvado con un raído manto de bayetón. Los vecinos desconocen el nombre de esa mendiga de rostro cruzado por cicatrices, boca mellada y mirada vidriosa, que alterna sus horas en los atrios de las iglesias o en la Plaza de la Recova, pidiendo ‘algunita’ moneda para comer,  vendiendo pasteles o masticando algún mendrugo. Es una mujer callada, ruda, casi hosca. Sólo (Leer más…)