La Otra Historia de Buenos Aires

Segundo Libro
PARTE XXX

por Gabriel Luna

Junio de 1680. Mientras el maestre de campo y gobernador santafesino Antonio Vera Mujica organiza las tropas desplegadas en la Banda Oriental para asediar y destruir a la Colonia do Sacramento, recién fundada en flagrante ocupación portuguesa de territorio español, mientras que los vecinos de Buenos Ayres, al otro lado del Río y a pocas leguas de la Colonia recién fundada, se preparan para la guerra, la invasión portuguesa, hacen prácticas y paradas militares, trincheras, acopios, hacen arreos, abasto de carne, reuniones patrióticas o de chismes donde recelan de los portugueses porteños y sus descendientes, mientras hablan de traiciones, de armas, esperan el refuerzo de la tropa tucumana, esperan noticias de la Banda Oriental, viven sobresaltados, irascibles, temerosos, y mientras todo esto pasa, el general y alcalde ordinario Ignacio Fernández Agüero propone en la sesión capitular del 6 de junio hacer una celebración. “Ya que el día diez y seis de junio se cumplen, según la razón que hay en los archivos deste Cabildo, los cien primeros años de la última fundación que se hizo desta ciudad Santísima Trinidad y puerto de Santa María del Buen Ayre, será bien que agora se haga alguna demostración de regocijo y se suplique al señor gobernador mande publicar bando para que se pongan luminarias en las calles y puertas de los vecinos, que están muy oscuras las calles y las cosas en estos días, y que así mesmo se pongan luminarias en las casas y portales deste Cabildo”.1 Hubo acuerdo y se nombró diputado para esta gestión al alférez Luis Brito Alderete.
No hay constancia de los festejos del primer centenario de Buenos Aires. Habrá habido luces en las calles y algunas pulperías colmadas. Se sabe sí, que en junio de 1680 subió el precio del vino, de 8 a 10 pesos la arroba, y que hubo quejas de los vecinos por la calidad de la carne en el abasto encomendado a la estanciera Ana Matos, señora bella, controvertida y rica, hacedora de placeres, de hijos patricios y bastardos, y también de milagros -como recordarán las lectoras y lectores de esta Historia-. Pero no hay rastro en los documentos de junio y julio de 1680 de festejos fundacionales, probablemente por la tensión de la guerra, que era inminente y ocupaba del todo a los escribas.

Las cartas y la guerra
Manuel Lobo, el gobernador de Río de Janeiro, fundó Colonia do Sacramento el 21 de enero de 1680, construyó un fuerte para resistir asedios -como era habitual-, pero comete un error, o una audacia, según quiera interpretarse: envía el grueso de su flota, dos navíos y tres bergantines, de vuelta a Santos para traer más tropa y bastimentos y asegurar la posición. El problema es que también impide la retirada, y deja claro a sus hombres (aunque no lo diga) que no hay vuelta, que si son atacados sólo pueden vencer, morir o rendirse. Esta determinación, parecida a la tomada por Cortez un siglo atrás pero sin quemar literalmente las naves, pesa en el ánimo de Manuel Lobo a medida que sus espías le informan del avance de las tropas misioneras y santafesinas. Ya no hay mucho que hacer, preparar la defensa, hacer abastos, esperar el sitio, esperar la flota con los refuerzos. Lobo trata de ganar tiempo y escribe cartas, pide socorro a Brasil, envía otra carta el 2 de julio al gobernador de Buenos Aires, José Garro, armando entreveros y jugando con las palabras, donde le pregunta a Garro “¿si estamos en guerra o en paz?, porque entonces, mientras no haya una ruptura de su parte, tendría vuestra excelencia que excarcelar y restituir a este reino a nuestro maestre expedicionario y súbdito portugués Jorge Soares Macedo junto con los demás expedicionarios prisioneros, como lo pide la razón”. Garro le responde escueto que está autorizado a defenderse y acusa a Lobo de la invasión y de provocar la guerra. Manuel Lobo entra en este punto en un estado febril y de grafomanía y escribe cartas a Brasil, a Lisboa, y tres largas cartas a Buenos Aires que manda el 13 de julio. Una para el gobernador Garro, otra para el obispo Azcona Imberto, y otra para el Cabildo. Las cartas son un cúmulo de sofismas, victimizaciones y buenas intenciones. Dice, por ejemplo, que no está en él provocar violencias y que se siente vejado, dice que espera la resolución de Madrid y Lisboa sobre el dominio de la tierra, y dice que ha sido su voluntad fundar en esta tierra a fin de dar a los portugueses y demás súbditos un lugar de fertilidad y sosiego donde establecerse (…) Cabe señalar en este punto, el sofisma y la desesperación de Lobo, porque no hacía falta hacer más de mil leguas desde Río de Janeiro para encontrar tierra fértil que poblar, había en la extensa costa de Brasil muchísimos lugares vírgenes más fértiles, más cercanos y adecuados para establecerse que Colonia do Sacramento. Lo que no decía Lobo era que había hecho más de mil leguas para levantar un fuerte y un puerto a sólo diez leguas de Buenos Aires. ¿Cuál era el objetivo? Que Brasil participara directamente del contrabando de oro y plata con Lima y Potosí, que por entonces acaparaba Buenos Aires. Este objetivo, creado e impulsado por Salvador Correa Sáa, fue aprobado por la Corona portuguesa e instrumentado después de varios intentos por Manuel Lobo.2
Las cartas de Lobo son recibidas en Buenos Aires como disparates y noticias infaustas, que provocan respuestas exaltadas no sólo en los escribas del Fuerte, la Iglesia y el Cabildo, sino también en los salones y en las pulperías. La guerra se instala en los ánimos porteños. Se reduce el tiempo, falta menos para el enfrentamiento. Lobo no ha logrado su propósito. El grafómano no siempre es un buen escritor.

El 15 de julio de 1680, Antonio Vera Mujica al mando de cincuenta soldados santafesinos, ochenta soldados correntinos, ciento veinte de Buenos Aires, y de una tropa misionera estimada en tres mil indígenas pertenecientes a las reducciones jesuitas de los ríos Paraná y Uruguay, acampa frente al fuerte de Colonia do Sacramento y le pone sitio.

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1. Llama la atención la fecha 16 de junio, en vez de 11 de junio, tomada por Fernández Agüero como aniversario de la Ciudad, pero es así como figura en el acta del cabildo del 6 de junio de 1680. Dice, en letras, diez y seis de junio.
2. Ver La Otra Historia de Buenos Aires, Segundo Libro, Parte XXIX A, Periódico VAS Nº 120.
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La Otra Historia de Buenos Aires. Libro II (1636 – 1737)
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Parte XXIX (Continuación)
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