La Otra Historia de Buenos Aires

Antecedentes
Desde la Jauja hacia el Cuzco
Parte XL

por Gabriel Luna

Planes y organización en Jauja
Durante dos semanas en Jauja, la ciudad del valle más verde y abundante de los Andes, Francisco Pizarro -un tanto ajeno al descanso y la holganza de su pequeño ejército- se ha dedicado a planear movimientos y organizar a los aliados y a las propias fuerzas para alcanzar su meta más preciada. Ha decidido fundar una ciudad en Jauja, atento a los recursos del lugar, la generosidad de sus habitantes, y la relativa cercanía del mar que le permite la comunicación con Panamá y España. Pero también ha decidido partir hacia el Cuzco. ¿Cómo es esto?

Como primeros vecinos de la futura ciudad española de Jauja, Pizarro admite a 40 infantes y 40 jinetes al mando del tesorero Alonso Riquelme que serán en realidad, más que vecinos, los guardianes de los 15.000 kilos de oro y plata saqueados y repartidos a la tropa tras el fraude del rescate de Atahualpa.[1]

Y así se completa y trasluce la estrategia fundacional de Pizarro, porque de este modo, ligero de equipaje y con la riqueza a salvo, el grueso del ejército -alrededor de unos 300 hombres- podrá emprender el escarpado camino por los Andes, luchar contra los quiteños partidarios de Atahualpa, recorrer 800 kilómetros y llegar hasta el Cuzco a 4.200 metros de altura, para enriquecerse todavía más.

Pizarro conoce las características de ese camino porque ha hablado largamente con Pedro Bueno, Martín Moguer y Juan Zárate, los primeros españoles que llegaron al Cuzco gracias a la mediación y protección de Atahualpa.[2] Y tiene la noticia, por sus aliados huancas, de que los quiteños están malogrando el camino, levantando puentes y provocando aludes para impedirles el paso. No puede, aunque le guste, seguir quedándose en Jauja, ni tiempo tiene para celebrar una fundación. Pizarro decide dividir la expedición, un total aproximado de 2.000 hombres, compuesto de españoles, los aliados huancas -del valle de Jauja- y los huascarinos -partidarios de Huáscar-, en tres tropas: la primera, con 40 jinetes, al mando de Hernando Soto; la segunda, con 40 jinetes, infantes y aliados, al mando de Almagro; y la tercera, la más numerosa, a su propio mando.

La batalla de Vilcashuamán
El 21 de octubre de 1533, parte de Jauja la tropa de Hernando Soto con los jinetes y algunos aliados, que será la vanguardia del ejército. Va por los caminos del Inca -aproximadamente, por la actual carretera 3S-, encuentra pueblos abandonados o con pocos habitantes, puentes y tambos destruidos, y llega con pocas provisiones a una imponente construcción de piedra erigida a 3.500 metros de altura: la fortaleza y ciudadela de Vilcashuamán -que en quechua significa halcón sagrado-. Nadie los espera, ni ven guardias. Hay mujeres dedicadas a los telares, la cocina y la danza ritual. Los hombres, al mando de Apo Maita, un guerrero partidario de Atahualpa, han salido al Chaku, una esquila de vicuñas salvajes que se hace entre muchos acorralando a los animales en las altas cumbres. Soto no lo sabe. Toma la ciudadela para hacerse de provisiones y aprovecharse de las mujeres. Pero los hombres vuelven enfurecidos y ponen sitio a la fortaleza, la recuperan, matan un caballo blanco, y los españoles quedan acorralados en la plaza.

Mientras tanto ese mismo día, el 27 de octubre de 1533, parten de Jauja las tropas de Almagro y Pizarro, quien se mantendrá en comunicación por chasquis con la vanguardia de Soto y con la retaguardia de Alonso Riquelme en Jauja. Las tropas marchan entre abismos por los escalones incas esculpidos en piedra, sortean puentes endebles o destruidos subiendo cuestas, pernoctan en un pueblo abandonado. Pizarro envía un chasqui para tener noticias de Soto. Continúa la marcha. Pasan los días sin noticias. Y el 2 de noviembre, en un pueblo de pocos habitantes del actual distrito de Tambillos, Pizarro recibe una carta. Dice Soto que ha sido emboscado en la plaza de Vilcashuamán por millares de indios violentos, y que ha negociado con ellos entregándoles unas mujeres cautivas para apaciguarlos, y que así logró librar a su tropa sin mayores daños.

La batalla de Vilcaconga
Pizarro y Almagro llegan a Vilcashuamán el 4 de noviembre y encuentran una ciudadela imponente, con murallas, templos de piedra y una plaza trapezoidal, pero vacía. Ni rastros de la tropa de Soto. Vilcashuamán está a mitad de camino entre Jauja y Cuzco. ¿Dónde estará Soto? Pizarro envía a Almagro con 40 jinetes a buscarlo. Ahora la tropa de Pizarro se convierte en retaguardia, lleva de rehén al general quiteño Calcuchimac para protegerse de los ataques (como había hecho antes usando de rehén a Atahualpa), y llega el 7 de noviembre al distrito de Andahuaylas, donde encuentra dos caballos muertos.

Mientras tanto la tropa de Soto va reventando caballos para ser la primera en llegar al Cuzco (no se trata de ganar honores o competencias sino de saquear primero sin compartir). Están cansados, pero con ambición y apuro, cuando el 8 de noviembre después de vadear un río, al emprender la subida de una cuesta empinada llamada Vilcaconga, son atacados por los quiteños. El saldo resulta de 5 jinetes muertos, con las cabezas abiertas a hachazos, para evitar las armaduras y mostrar que se trata de hombres. Además de 17 heridos y 15 caballos muertos.

Un chasqui lleva la noticia a la retaguardia unos días después y todos creen que para entonces la avanzada de Soto ya ha sido ultimada o que necesita ayuda urgente, lo mismo que la tropa de Almagro. Deben llegar a tiempo para negociar la retirada de los quiteños con el rehén Calcuchimac. Y la tropa de Pizarro llega a marcha forzada hasta el río Apurímac, está vadeándolo usando balsas cuando un chasqui trae otra carta. Dice que los quiteños aliados con los tarmas estaban a punto de quebrar la resistencia de los hombres de Soto; y que entonces sonó una trompeta, y apareció de pronto la caballería de Almagro cargando contra los quiteños que huyeron en todas direcciones. Esa es la versión española. La versión inca dice que el general Quizquiz, partidario de Atahualpa y al mando de los quiteños, ordena la retirada porque se entera de que amenaza su retaguardia una fuerza importante al mando nada menos que del Manco Inca, el hijo de Huayna Cápac y partidario de Huáscar, quien va en camino de aliarse con los españoles y luchar dado el caso contra los quiteños.

Calcuchimac: estrategia política y religión
Las tropas españolas se reúnen en el pueblo de Jaquijahuana. Están sólo a 23 kilómetros del Cuzco y deben consolidarse y organizarse ante la amenaza del ejército de Quizquiz, que se ha agrupado cruzando el valle de Anta cerca de la Ciudad. Se reúnen los socios Pizarro y Almagro. Pizarro se queja, quiere penalizar a Soto porque por su culpa, por apresurarse y hacer su propia guerra sin relacionarse con ellos, se han perdido valiosos hombres y caballos. Y lo que es peor: los incas han descubierto la vulnerabilidad española. Porque ya no son viracochas, dioses venidos del mar, sino simples mortales a quienes se les puede abrir la cabeza con un hacha. ¡Nos protegía a todos ser considerados viracochas o centauros dorados! Almagro está de acuerdo con Pizarro. Pero le pide calma y le aconseja no sancionar a Soto, porque tiene una hueste importante detrás que lo sigue desde Nicaragua, y no conviene justo en este momento correr el riesgo de dividir las fuerzas. Que ya habrá por delante una mejor oportunidad. Pizarro asiente, abraza a su socio valorando el consejo, y manda a llamar a Soto. Tanto Soto como su tropa tienen una explicación y un culpable por las pérdidas que han sufrido. Se trata del general Calcuchimac, él y sólo él ha podido delatar con tanta precisión a los quiteños el movimiento de los españoles, y queda claro que no ha contribuido a frenar a Quizquiz como había prometido, y que además ha envenenado -como dicen los huascarinos- al joven Túpac Hualpa, el sucesor de Atahualpa proclamado por los españoles.[3]

Pizarro no cree del todo en esto, pero entiende que encontrar un culpable y un odio en común le sirve para consolidar su ejército y su gobierno (una estrategia vigente hasta nuestros días), y que Calcuchimac ya no le sirve de rehén ni de aliado, que se ha convertido en un lastre, como lo fuera Atahualpa en Cajamarca, de modo que sin pensarlo más deciden condenarlo a la hoguera.

Calcuchimac muere asesinado por los españoles en la plaza de Jaquijahuana el 12 de noviembre de 1533, casi cuatro meses después de que los españoles asesinaran a Atahualpa en la plaza de Cajamarca. Una diferencia entre las muertes fue que Atahualpa, para preservar su cuerpo y poder ser embalsamado, se convirtió al cristianismo y murió en gracia de dios por garrote vil (es decir estrangulado, ¡todo un detalle de la misericordia cristiana!), mientras que Calcuchimac rechaza el ofrecimiento del fraile Valverde (pariente de Pizarro) que quiere convertirlo y usarlo como ejemplo de sumisión, y muere quemado vivo invocando a su propio dios Pachacámac.

La batalla de Anta y el arribo al Cuzco
El 14 de noviembre, el príncipe Manco Inca se hace anunciar en el campamento de Pizarro. Llega en una procesión colorida de literas, ataviado con un gran manto dorado, rodeado de nobles orejones y escoltado por guerreros vestidos de rojo. Manco Inca es joven, cuzqueño, hijo de Huayna Cápac y partidario de Huáscar, ha tenido que huir de Cuzco perseguido por Atahualpa, por Quizquiz y los quiteños, y ahora quiere volver junto a los españoles y los huascarinos. Le propone a Pizarro entregarle la Ciudad y luchar contra los quiteños a cambio de ser proclamado Sapa Inca -emperador del Perú-. Y resulta justamente la mejor propuesta que podrían hacerle al gobernador Pizarro. Porque Pizarro, además de incrementar su fuerza, quiere una figura ornamental para reunificar el Imperio inca y gobernar él desde atrás o desde arriba (Pizarro quiere un títere); y este jovencito dorado y pretencioso, es justamente lo que necesita.

El primer aporte de Manco Inca fue la información. Les dice a Pizarro y Almagro que Quizquiz planea incendiar el Cuzco, y que hay que llegar cuanto antes para impedirlo. Pizarro (que teme el saqueo de los quiteños más que el fuego) ordena a Soto con 40 jinetes dispersar a los quiteños.

Y el aguerrido y ambicioso Soto vuelve a ser la vanguardia, esta vez de un ejército más numeroso. Los jinetes cabalgan atravesando el valle de Anta y, efectivamente, ven humos en los alrededores de la Ciudad. No hay duda, los quiteños queman las casas. Soto ordena una carga de caballería, pero los quiteños no huyen. Se trata de una tropa de élite dirigida por el propio Quizquiz, que se multiplica en flechas, hondas y hachas, y pronto va rodeando a los jinetes, matando e hiriendo a varios. Y son los españoles quienes huyen para salvar la vida tratando de volver al valle. Inexplicablemente, Quizquiz no los persigue para diezmarlos y adjudicarse un triunfo contundente. Tal vez para no pelear en el valle, donde el espacio llano y abierto da ventajas a la caballería. O quizá porque ya sepa que la alianza de Manco Inca con los españoles, los huancas y los cañaris (que antes eran sus aliados) ha formado un ejército más poderoso. Tal vez por la muerte de Calcuchimac. O quizá, porque su propio ejército, que viene desde Quito a más de 2.000 kilómetros de distancia, guerreando durante muchos meses, primero contra Huáscar y después contra los españoles, ya esté cansado. Quizás por todo esto, Quizquiz no considera oportuno dar una batalla en Cuzco calle por calle. De modo que los españoles llegan al valle, la tropa de Quizquiz a la montaña. Y Soto informa a Pizarro que ha dispersado a los quiteños y que está libre el camino hacia el Cuzco y la riqueza.

El viernes 15 de noviembre de 1533, los españoles invaden para saquear el Cuzco, la ciudad sagrada y la capital del Tahuantinsuyo.

(Continuará…)

[1] Ver El rescate de Atahualpa en La Otra Historia de Bs. As., Libro Primero, Parte XXXVI, Periódico VAS Nº 175.
[2] Ver La primera expedición española al Cuzco, La Otra Historia de Bs. As., Libro Primero, Parte XXXVII, Periódico VAS Nº 175.
[3] Ver Pizarro, desde Cajamarca hasta Jauja, La Otra Historia de Bs. As., Libro Primero, Parte XLIX, Periódico VAS Nº 177

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