Nelly Omar, la «Gardel con polleras»
Nilda Elvira Vattuone, más conocida como Nelly Omar, nació el 10 de septiembre de 1911 en Bonifacio, provincia de Buenos Aires. Criada en Guaminí hasta los 11 años, su niñez pronto se vio marcada por la pérdida de su padre, hecho que motivó su traslado con su madre y diez hermanos a la capital argentina. Desde temprana edad su destino quedó sellado por la música popular: la voz única, firme y cargada de emotividad que la distinguiría para siempre.
Aunque conoció el trabajo desde los 12 años, cuando se empleó en una fábrica de medias, Omar arrancó con la canción a los 17 con la interpretación de «A mi madre» en radio Splendid. Poco a poco, esa voz privilegiada, junto a un fraseo contundente y una personalidad arrolladora, la catapultaron a la escena porteña del tango y la canción criolla. En 1934 formó un dúo junto a su hermana Nélida (a quien le ‘robó’ el nombre), aunque fue en 1937 cuando su vida artística cambió sustancialmente al conocer al poeta y letrista Homero Manzi, con quien trabajó en la audición “Pájaros ausentes” de Radio Belgrano y con quien compartió un apasionado romance.
La leyenda dice que Manzi se inspiró en Nelly para componer «Malena», uno de los tangos más emblemáticos del género. Sin embargo, ambos estaban casados y la relación amorosa feneció en 1944, antes de que Manzi muriera de cáncer en 1951.
En 1938, en Valentín Alsina, Nelly fue bautizada como la «Gardel con polleras» en alusión a su versatilidad y su firme lugar dentro del tango, la milonga, el vals y la canción criolla. Este sobrenombre vinculaba su carrera con la tradición marcada por grandes cantores como Carlos Gardel, Agustín Magaldi e Ignacio Corsini, consagrando a Nelly como una figura femenina insoslayable en un mundo mayormente dominado por hombres.
Nelly Omar no solo fue una artista de voz y presencia inconfundibles, sino que también fue actriz, aviadora y una ferviente hincha de Racing Club, demostrando así diversos intereses y pasiones más allá del escenario musical. Su adhesión profunda al peronismo marcó un hito conflictivo en su vida y carrera. Fue incluida en listas negras impuestas por la Revolución Libertadora, prohibida en radios y teatros durante 17 años por ser peronista y amiga de Evita. En 1957 debió exiliarse en Montevideo y posteriormente en Venezuela, donde continuó su labor artística en radio y en televisión. En «El show de Renny Otolina», aparecía vestida de gaucha e interpretaba piezas emblemáticas como «La descamisada» y «Es el pueblo».
La propia Nelly contó que su padre era conocido de Gardel y que, en varias ocasiones, cuando visitaba la ciudad de Buenos Aires, fueron juntos al Hipódromo. «Cuando en 1918 Gardel se apareció por el pueblo, junto a José Razzano, mi padre y otros vecinos se pusieron a vender entradas y organizaron la presentación del dúo. El teatro se llenó. Luego pasaron por mi casa. Con mis hermanos observábamos todo a través de una ventana. Mi padre, como buen italiano de entonces, no nos dejaba mezclarnos con los mayores. Me quedó grabada su imagen. Gardel gordo y peinado con raya al medio», le dijo la cantora al historiador Néstor Pinzón.
A Nelly no se le debe sólo la convicción de un afecto y una carrera sin dobleces que postergó en tributo a la lealtad, sino también grandes interpretaciones de canciones como «Sur», «Amar y callar», «El adiós de Gabino Ezeiza», «Del tiempo de la morocha» y «Manoblanca», entre muchos otros registros.
Pese a los problemas de salud aparejados a su edad y que la llevaron a padecer varias internaciones, la intérprete concretó en los años 2005, 2009 y 2011 (cuando celebró su centenario) inolvidables presentaciones en el estadio Luna Park.
Nelly formó parte de la última camada dorada del canto tradicional junto a leyendas como Tita Merello, Azucena Maizani, Libertad Lamarque y Ada Falcón, dejando una huella imborrable que ha inspirado a nuevas generaciones de intérpretes argentinos. Su vasta discografía incluye obras imprescindibles como «Callecita mía», «Sólo para ti», «Latido tras latido», «Intriga y pasión» y «Corazón de oro». A través de estas composiciones y muchas más, la «cantora nacional» encarnó a la perfección la historia musical y emocional de la Argentina del siglo XX.
