Del turismo marrón a chicos color cartón

por Marcelo Valko

Cada día a nuestro país lo arrojan más y más a un abismo del desprecio al otro… En general, los seminarios con los que recorro el país para exponer las siniestras consecuencias de la desmemoriada historia oficial deparan sorpresas, en general gratificantes, pero también de las otras. En tales encuentros surgen ideas interesantes, análisis novedosos de los participantes, pero también ejemplos sintomáticos de cómo el discurso del desprecio al otro que baja desde el poder afecta a los jóvenes estudiantes y es consecuencia de una prédica de odio, indudablemente clasista que, si bien encuentra un eco fértil en el gobierno de Milei, proviene de más lejos en el tiempo. Cabalga en el leitmotiv impuesto por Civilización vs. Barbarie, donde el Malón Indio se convertirá, ya en la segunda presidencia de Roca, en Malón Rojo: aquellos obreros que exigían 8 horas de trabajo en lugar de 12 o 14 y descanso dominical, entre otras, a quienes les aplicaron la 41-44, la Ley de Residencia, para expulsarlos del país. Luego este devenir, con el correr del tiempo, se aplicará a toda una misma variedad de negros: cabeza, cabecita, negrada, grone, choriplanero, kuka, zurdo de mierda, mandriles inmundos. No olvidemos que Argentina es el único país de toda América que se “le ocurrió” hacer una frontera concreta y real para separar supuestos humanos de salvajes, como fue la Zanja de Alsina, la mayor obra pública del siglo XIX antes de los ferrocarriles, un demencial proyecto de 730 kilómetros desde Córdoba a Bahía Blanca.

Paso a detallar. Viajé a Río Negro respondiendo a una invitación de UNTER, el combativo sindicato docente rionegrino, para realizar una serie de talleres sobre Descolonizar la Historia. En la ciudad de General Roca-Fiske Menuco se reunieron 600 docentes de la provincia que participaron en distintas capacitaciones. En general, suelen ser de una hora y media, pero cuando son de tres horas, como las que realicé en esta oportunidad, al ser más intensas, suelen ser más interesantes, ya que los participantes disponen de tiempo suficiente para explayarse y se desarman estereotipos esperables de lo que es correcto expresar y surgen asociaciones o ejemplos de situaciones conflictivas en el aula.

El caso que me interesa compartir aquí lo facilita una profesora de Río Colorado. Antes de proseguir la lectura, sería conveniente que ubiquen en un mapa esta pequeña localidad para que adviertan cuán hondo en el territorio penetra el discurso de repulsión por la otredad. El disparador fue una noticia de Perfil de febrero pasado, que utilicé en su momento para escribir un artículo sobre “Turismo Marrón”, publicado en distintos medios y que trata sobre los dichos de un concejal de San Clemente del Tuyú quejándose sobre el turismo de color marrón que el verano pasado había llegado a sus playas. Los docentes aportaron reflexiones críticas sobre la cuestión, saliendo a relucir también la aberración que denomina al lápiz rosado como el de “color piel”. La docente de Río Colorado comenta que grupos de alumnos aseguran que no se juntan con aquellos que “son de color cartón”. Tal segregación es algo habitual.

Por otro lado, tal expresión utilizada por los estudiantes para estigmatizar y discriminar a sus pares es significativa. Podemos establecer una cadena de deriva semántica elemental valorativa del “color” de las personas, similar a la escala cromática que utiliza el concejal bonaerense: turismo marrón, color cartón, es decir, los marrones. A su vez, “cartón” guarda estrecha relación con “cartonero”, aquellos que están en la escala laboral más desfavorecida hurgando en la basura. Es decir, pobres, hoy por hoy, culpables de ser pobres por carecer de “méritos” suficientes para emerger de ese estado. No olvidemos que muchos de los que menos tienen, que votaron a Milei contra la difusa “casta”, hoy advierten que este gobierno también viene por ellos, y se sorprenden “de que los derechos hay que pagarlos”. Mientras tanto…, la oposición que se considera recambio vive enquistada en un relato que atrasa y no escucha y supone que representa el cambio reiterando los mismos apellidos.

Ya no es ninguna novedad señalar que el gobierno utiliza la crueldad como una herramienta eficaz de control y disciplinamiento social que apunta, sin diferenciar, a periodistas, militantes o residentes del Hospital Garraham, condicionando comportamientos mediante el temor que busca destruir el tejido de contención social, acusando a medio mundo de zurdo. En realidad, es justo reconocer que ya lo había anticipado la inmortal señora de los almuerzos cuando dijo alarmada al comienzo del kirchnerismo: “Se viene el zurdaje”. Valga aclarar que, si la izquierda tuviera el poder que le atribuyen, no rondaría en las elecciones siempre en el mismo guarismo, que oscila el 3% +/-.

En definitiva, turistas marrones, estudiantes color cartón nos sitúan en los clásicos calificativos denigrantes de negro cabeza, grone, etc., que, si bien nunca dejaron de habitar el imaginario nacional, en estos tiempos afloran con impunidad montados en un discurso que devalúa la otredad. Bárbaros y civilizados transitan nuestra historia casi desde su momento fundacional, donde siempre se buscó erradicar o aniquilar al otro. Pensemos sin más cuando Milei califica al otro como “mierdas humanas”. Sarmiento en aquel libro asegura que “no hay amalgama posible entre un pueblo salvaje y uno civilizado”; eso significa que el otro no tiene la mínima chance. No deberíamos sorprendernos de que unos chicos de un pequeño pueblito como Río Colorado discriminen a otros por ser de color cartón mientras el presidente estigmatiza a sus opositores como “mandriles de culo roto”. ¿Quién es causa y quién consecuencia? Más que nunca es necesario articular un gran frente plural de gente con los pies en la tierra para detener y revertir la destrucción del tejido social. Es lento, pero viene…

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