
Mujeres que desafían la frontera del odio
Desde Buenos Aires hasta Montevideo, tres activistas —una palestina musulmana, una palestina cristiana y una israelí judía— recorrieron el Cono Sur con un mensaje incómodo para la lógica de la guerra: la paz no se negocia entre gobiernos, se construye entre pueblos. Entre el 5 y el 12 de agosto de 2025, la ciudad de la furia fue escenario de un itinerario cargado de encuentros, charlas y actividades impulsadas por organizaciones sociales, académicas y de derechos humanos que sostienen la memoria como un acto político y la solidaridad como una herramienta de resistencia.
por Melina Schweizer
La invitación provino del Centro Ana Frank en Argentina y se hicieron eco de su presencia colectivos sociales, profesionales, gremiales y espacios defensores de los derechos humanos, que comparten un mismo objetivo: tender puentes donde los poderes han levantado muros, construir memoria y denunciar la violencia institucional.
El ciclo incluyó conferencias, charlas abiertas y encuentros con referentes de derechos humanos. El 12 de agosto, el viaje continuó hacia Montevideo, donde fueron recibidas por el presidente Yamandú Orsi y declaradas Huéspedes de Honor y participarán de actividades oficiales.
Voces que atraviesan fronteras
Las protagonistas de este itinerario son Reem Al-Hajajreh, cofundadora y directora de Mujeres del Sol, nacida en Belén, Palestina; Hyam Tannous, miembro del Comité Directivo de Mujeres Activan por la Paz, de origen árabe cristiano; y Angela Scharf, coordinadora del Equipo de Relaciones Exteriores de la misma organización, israelí judía nacida en Viena. Tres mujeres que cargan historias y contextos distintos, pero que coinciden en una certeza: si dejamos la paz en manos de los gobiernos, nunca llegará.
Reem Al-Hajajreh, reconocida en 2024 por la revista Time como una de las Mujeres del Año y galardonada con el Premio Albie Justicia para los Sobrevivientes de la Fundación Clooney, explicó:
“En Belén, donde nací, aprendimos a mirar el horizonte como si fuera una promesa lejana. Pero no quiero que la paz sea un horizonte: quiero que sea un suelo que podamos pisar ahora”.
Hyam Tannous, educadora y especialista en resolución de conflictos, añadió:
“La paz no es un acuerdo de élites. Es un trabajo artesanal que se hace todos los días en los barrios, en las escuelas, en los mercados. No podemos esperar a que nos la firmen; debemos construirla nosotras”.
Angela Scharf, con experiencia diplomática y un largo historial de voluntariado, subrayó:
“Los gobiernos, de cualquier signo, saben que el miedo mantiene el control. Nuestra tarea es demostrar que no hay futuro posible sin confianza mutua y sin justicia para todos los pueblos, empezando por quienes más han sufrido”.
Estas tres activistas forman parte de una red internacional que desafía tanto el nacionalismo excluyente como el oportunismo político que se alimenta del enfrentamiento. Mujeres del Sol y Mujeres Activan por la Paz surgieron de experiencias vitales de opresión, desplazamiento y resistencia, no de acuerdos ministeriales ni financiamientos corporativos.
Aprender de la memoria argentina
Durante su paso por Buenos Aires, las activistas buscaron aprender de la memoria local de luchas y resistencias. Visitaron colectivos que sostienen espacios culturales en medio del ajuste y bibliotecas populares que resisten ser desmanteladas. También se reunieron con Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y le expresaron su gratitud, recordando haber crecido viendo a las Abuelas alzar la voz con coraje. Carlotto firmó el «Llamado de las Madres», un documento conjunto de Israel y Palestina que pide el cese del derramamiento de sangre. Al respecto, Reem expresó:
“Ustedes saben lo que significa que intenten borrar la memoria. Por eso, su historia también es nuestra”.
En un contexto argentino atravesado por políticas represivas, criminalización de la protesta social y recortes de derechos, las palabras de las activistas resonaron más allá de la experiencia de Israel y Palestina. La opresión estructural y el miedo circulan también aquí, alimentados por discursos que demonizan al disidente y reducen derechos a mercancías.
En las conferencias que brindaron, las banderas palestinas se mezclaban con carteles que pedían el fin del genocidio en Gaza, un símbolo de la convergencia entre luchas locales e internacionales.
El peso de la palabra y la incomodidad del mensaje
La visita de las activistas coincidió con el anuncio del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de visitar Argentina en el mes de septiembre. La presencia de estas mujeres, en contraste con la agenda diplomática del premier israelí —sobre el que pesa una orden de detención de la Corte Penal Internacional por los crímenes de guerra cometidos en la Franja de Gaza—, se convirtió en un acto de resistencia simbólica: la política real, la que construye paz, estaba en la calle, no en la diplomacia oficial. El gobierno argentino, que suele recibir visitas de funcionarios internacionales sin cuestionar sus políticas represivas, fue testigo indirecto de cómo la sociedad civil puede disputar la narrativa oficial.
El mensaje de las activistas incomoda a todos los gobiernos y a las diplomacias tradicionales: en Israel, sectores nacionalistas las acusan de “traidoras” o “ingenuas”; en Palestina, algunos critican que dialoguen con el “enemigo”; y en Argentina, enfrentan un clima político hostil, aunque con ecos de solidaridad en la sociedad civil. Angela Scharf lo subrayó en la UBA:
“La paz no es neutralidad. No es quedarnos en el medio para que nadie se enoje. La paz exige tomar partido contra la injusticia y por los derechos humanos, siempre”.
Memoria, justicia y participación de las mujeres como brújula
El eje feminista atravesó todas las actividades. Reem Al-Hajajreh explicó:
“El feminismo en Medio Oriente no puede separarse de la lucha por la autodeterminación. Las mujeres no solo cargamos con las violencias del patriarcado, sino también con las del colonialismo y la ocupación”.
Durante su estancia, las activistas se reunieron con organizaciones defensoras de los derechos humanos y colectivos culturales de barrios populares, con los que se trazaron paralelos entre la militarización de territorios palestinos y la represión de la protesta social en Argentina.
Hyam Tannous agregó:
“Las redes de mujeres palestinas e israelíes funcionan como ‘escuelas de empatía’ en contextos donde la narrativa oficial educa en el miedo y el desprecio al otro. No hay paz posible si no cambiamos cómo nos enseñan a mirar al otro desde que somos niñas”.
El 7 de agosto, en el Colegio Público de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, realizaron una conferencia abierta en la que apelaron por la participación efectiva de las mujeres en las negociaciones de paz. Reem concluyó:
“Desde Mujeres del Sol queremos empoderar a las mujeres para que lideren desde lo económico y lo político; buscamos una solución en vez de enfocarnos en el problema. La resistencia debe ser pacífica y tenemos la necesidad de que las mujeres de Israel y Palestina se sienten en la mesa de negociación. La paz es una necesidad porque protege a nuestros hijos de la muerte; creemos que las mujeres pueden lograr firmemente ese objetivo. Exigimos el cumplimiento de la Resolución 1325 de la ONU”.
Construir desde abajo
Cuando las activistas se despidieron de Buenos Aires rumbo a Montevideo, dejaron algo más que relatos y fotografías. Dejaron un espejo incómodo para una región orgullosa de su tradición de asilo y solidaridad, pero no exenta de xenofobia, racismo y represión interna. Dejar un mensaje claro: no esperar que la paz venga desde arriba, sino construirla desde abajo, con la persistencia de quienes saben que la historia oficial nunca se escribe a favor de los pueblos oprimidos.
Hyam Tannous sintetizó el aprendizaje colectivo:
“El futuro no se hereda, se construye. Y no hay construcción sin riesgo ni sin la voluntad de escuchar incluso aquello que nos duele”.
Las tres mujeres demuestran que la paz no es un documento firmado en una oficina ministerial ni un comunicado diplomático: es la resistencia diaria, el diálogo incómodo, la organización en los barrios y la valentía de mirar al otro como un aliado en lugar de un enemigo. Cada charla, cada encuentro, cada abrazo con organizaciones locales fue un acto político, un desafío al miedo y un recordatorio de que la solidaridad no entiende fronteras.
Un camino de ida y vuelta
El paso de estas activistas por Buenos Aires y Montevideo dejó enseñanzas para todos los involucrados. No se trató de una visita académica ni de una formalidad institucional: se trató de encuentros que desarman prejuicios y construyen confianza. Cada conversación con jóvenes, estudiantes, activistas y sobrevivientes fue un recordatorio de que los procesos de paz y justicia se construyen colectivamente, en un terreno compartido, entre iguales.
La visita coincidió con un momento tenso en la política internacional y local, evidenciado por la cancelación de la visita de Netanyahu. Mientras los gobiernos avanzan con diplomacias calculadas y discursos de poder, las activistas recorren calles, universidades y barrios, recordando que la verdadera política se juega en la vida cotidiana, no en los despachos.
Hoja de ruta de la resistencia
Las activistas dejaron un mensaje de acción concreta: construir paz desde la base, educar desde la empatía, cuestionar la narrativa oficial, denunciar la militarización y la represión, sostener la memoria y abrazar la solidaridad como arma política.
En la última actividad en Montevideo, el intercambio con comunidades migrantes reforzó el mismo aprendizaje: las fronteras físicas y políticas no son barreras cuando se reconoce al otro como igual, cuando se defiende la vida y se sostiene la justicia. La experiencia de Reem, Hyam y Angela no es solo un ejemplo internacional: es un recordatorio de que cualquier lucha local, por más pequeña que parezca, forma parte de un tejido global de resistencia.
“No podemos esperar a que nos firmen la paz. Debemos construirla nosotras, todos los días, con riesgo y conciencia”, resumió Reem Al-Hajajreh.
Y así, en cada aula, plaza y encuentro barrial, estas mujeres demostraron que la paz, la justicia y la memoria no son concesiones de los poderosos, sino acciones colectivas que desafían el miedo, la opresión y la indiferencia.