
«La raíz del olivo» en el DOCA
El 22 de agosto, a las 19 hs, en el marco del Festival de Cine 16 Muestra DOCA 2025, se proyectará «La raíz del olivo», documental palestino que invita a pensar la condición histórica de un pueblo, sus heridas y su persistente voluntad de resistencia, a la vez que pone en primer plano las alianzas de afecto y geopolítica que se tejen más allá de los mapas oficiales.
El filme, dirigido por Sergio Eguino Viera y producido por Resumen Latinoamericano, L.A.Chasqui, con colaboración de Al Mayadeen, recoge el testimonio de cinco jóvenes palestinos, becados por el gobierno cubano, que relatan sus experiencias en la isla. Una segunda patria para ellos. Desde esa doble pertenencia se leen las marcas indelebles de la diáspora, las pérdidas que quedan como cicatrices transgeneracionales y la esperanza que se reinventa en los actos cotidianos de supervivencia y militancia. La cámara, con una sensibilidad que privilegia la escucha, facilita el paso de lo colectivo a lo personal, mostrando que la política y la vida privada son dos planos imbricados e inseparables cuando se trata de un pueblo en resistencia.
«La raíz del olivo» no es un título fortuito, sino símbolo de arraigo, longevidad y resistencia en la cultura mediterránea y, en particular, en la palestina. El árbol y su raíz evocan continuidades, memoria y la dificultad de ser arrancado. Esta metáfora atraviesa el documental y orienta su estructura narrativa: las historias de los jóvenes constituyen rizomas de una raíz común que se alimenta del recuerdo, la identidad y la convicción política. La mirada del director —respetuosa, sin estridencias, pero firme— privilegia el registro humano por sobre la grandilocuencia discursiva; de ese modo, la película permite que el espectador entre en contacto con la dimensión humana de un conflicto cuyas cifras y titulares suelen anestesiar la sensibilidad.
Resulta significativo que la película encuentre en Cuba no solo un espacio de formación académica, sino un escenario simbólico de fraternidad internacionalista. La presencia de los cinco jóvenes en la isla —su vida académica, sus relaciones afectivas y sus prácticas culturales— revela modalidades de resistencia que exceden el acto bélico o la movilización política convencional: la continuidad de la identidad, la afirmación de la lengua, la transmisión de costumbres, la creación de redes de solidaridad y la construcción de memorias compartidas. Cuba, en este relato, aparece como una segunda patria que acoge, educa y es a la vez un sujeto político capaz de ofrecer herramientas materiales y simbólicas para la lucha por la libertad palestina. Esa articulación, mostrada sin impostaciones, interroga al espectador sobre las posibilidades reales y simbólicas de la cooperación internacional en contextos de asimetría y conflicto.
La película despliega además una ética del testimonio que interpela a la idea misma de solidaridad. Los jóvenes palestinos no aparecen como meras víctimas ni como símbolos unívocos; su complejidad humana —sus temores, sus deseos de futuro, su nostalgia por la tierra que no siempre pueden visitar— sostiene una representación honesta y plural. De allí que la obra convoque a una solidaridad y comprensión empática que parte del reconocimiento del otro como sujeto histórico. En tiempos en que la polarización suele fragmentar las causas y reducirlas a eslóganes, este documental demanda una respuesta pensada y responsable del público.
El formato documental posibilita una inmersión que el periodismo convencional, muchas veces acelerado y fragmentario, no siempre consigue. La posibilidad de detenerse en un gesto, en una mirada sostenida, en una canción compartida, permite que lo político se torne palpable en la textura cotidiana de la vida. Cada testimonio es un nudo que, al deshacerse, revela otros vínculos, otras pérdidas y otras resistencias. La cámara registra celebraciones y lutos, clases, trabajos y sobremesas: la política aparece así en su dimensión relacional y vital, y no solo como un conjunto de hechos externos.
En esta encrucijada entre cine, política y memoria que propone «La raíz del olivo», la noción de patria se vuelve duradera y compleja. Para los protagonistas, Cuba no sustituye a Palestina; más bien, se suma como un espacio que permite narrar, aprender y resistir. La película muestra así una triangulación afectiva donde el hogar perdido, la patria política y la patria adoptiva conviven y se influyen mutuamente. Convivencia que complejiza el relato de la diáspora: estas raíces no son unívocas, sino múltiples, y en esa multiplicidad hay un registro de identidades que se sostienen, transforman y resisten.