
Grietas en el modelo libertario
La estabilidad macro se resquebraja y amenaza el proyecto de Milei
por Juan Pablo Costa
@juanpcostaok
Desde mediados de 2024, la gran apuesta económica del Gobierno Nacional fue una estabilización macroeconómica con eje en la desaceleración inflacionaria sustentada en una apreciación cambiaria. O sea, dólar barato y bajos salarios que impidan convalidar aumentos de precios. Es decir que el modelo económico de Milei-Caputo se sostuvo mediante dos anclas: dólar y salarios pisados. Lo que llevó a una relativa estabilización, pero deteriorando la economía real, es decir, al sector productivo.
El problema que se le presenta al Gobierno es que, durante el último mes, esa ansiada estabilización macroeconómica se deteriora a pasos agigantados, poniendo en cuestión el principal activo de gestión que el Gobierno podía mostrar a la sociedad en un año electoral.
El efecto dominó de eliminar las LEFIS
Podemos ubicar el inicio de la turbulencia en el 10 de julio, cuando el Gobierno decide un cambio en su política monetaria, al dejar de emitir LEFIS (Letras Fiscales de Liquidez). Estas letras consistían en una emisión del Tesoro de muy corto plazo donde los bancos podían colocar el exceso de liquidez. Al dejar de renovarlas, el Gobierno convalidó volcar entre 10 y 15 billones de pesos de liquidez excedente en el mercado, lo que derrumbó la tasa de interés por exceso de oferta de dinero. Esa caída de las tasas provocó pérdidas a quienes apostaban a la bicicleta financiera o carry trade, e impulsó la dolarización de las carteras en un contexto de dólar barato. De esa forma, la decisión de eliminar las LEFIS impactó en una suba del tipo de cambio que obligó al Gobierno a una fuerte intervención de “cueste lo que cueste” para contenerlo.
Dicha intervención consistió en un fuerte incremento de la posición vendedora del BCRA en el mercado de dólar futuro. Esto es una especie de seguro de cambios para quien lo suscribe, que puede tener un costo alto para el fisco en caso de que se dispare el dólar. Por otro lado, el Gobierno se vio obligado a realizar licitaciones de LECAPS, otra variante de letras de mayor plazo, fuera del cronograma, y convalidar una tasa de interés muy superior a la que existía hasta el momento. Sin embargo, si bien esas medidas restaron presión sobre el tipo de cambio, también despabilaron al mercado respecto a un modelo tan frágil como fuertemente dependiente de las expectativas. Y a todo esto sumemos la volatilidad típica en un contexto electoral.
El sesgo financiero del gabinete
Decíamos que el Gobierno apostó a una estabilización macroeconómica mediante las anclas cambiarias y de salarios. Pero ello provocó una fuerte recesión y una caída de los ingresos de la población. Fenómenos subestimados por el Equipo económico, dada su formación liberal-ortodoxa que privilegia la dinámica financiera por sobre la economía real. Cuestión que se hace evidente con un simple repaso de las personas que el presidente sentó junto a él en su cadena nacional del 8 de agosto: Luis Caputo, ministro de Economía y operador financiero; Santiago Bausili, presidente del Banco Central y ex director del Bank of America; José Luis Daza, secretario de Política Económica y con pasado en numerosos fondos y firmas financieras como BlackRock, Deutsche Bank, JP Morgan, BBVA y QFR Capital; y Vladimir Werning, vice del Banco Central y analista financiero de medios como Bloomberg y Wall Street Journal.
De las cinco personas sentadas frente a las cámaras, sintetizando el equipo económico, no había ninguna orientada al sector productivo. Ni una. Ningún especialista en industria o energía, ni siquiera especialistas en el mercado agropecuario.
El costo de la estabilidad macro
Desde fines de 2023 hasta mediados de 2025, el índice financiero Merval, que agrupa las empresas líderes que cotizan en la bolsa de Buenos Aires, creció más del 70% medido en dólares. Situación similar vivió el mercado de renta fija, ya que la cotización de los bonos soberanos argentinos se incrementó casi el 60% en dólares. Al mismo tiempo, el riesgo país se redujo, y el blanqueo de capitales implicó una inyección de decenas de miles de millones de dólares al sistema financiero que permitió multiplicar el crédito.
Pero no sólo de estabilidad macroeconómica vive el hombre. Paradójicamente (o no tanto), el boom financiero no implicó ninguna mejora en los sectores productivos de la economía, ni en la calidad de vida de la población. Según un análisis del CEPA con base en datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, en el período que va desde diciembre de 2023 hasta mediados de 2025, cerraron 15.564 empresas —siendo el 99% PyMES—, lo que implicó una pérdida de 223.537 trabajadores privados registrados. ¡Todo un logro para un gobierno que venía a salvar al sector privado!
Si a dichas estadísticas le sumamos la pérdida de 54.176 empleos del sector público nacional, llegamos a la escalofriante pérdida de 277.713 puestos de trabajo registrados en el país. ¡Y ni siquiera estamos considerando la destrucción de empleo en el sector no registrado! Además, según datos oficiales, desde diciembre de 2023 se incorporaron 88.604 personas al régimen de Monotributo. Los datos están a la vista para quien quiera ver: el programa económico libertario destruye empleo y empuja a los trabajadores al emprendedurismo de supervivencia (tipo Rappi o Uber).
Como el lector se imaginará, la situación de los ingresos dista de ser buena. A pesar de los dislates presidenciales acerca de la recuperación salarial, los indicadores muestran caídas en los ingresos salariales respecto a diciembre de 2023. Caídas del orden del 10% para los trabajadores privados y del 22% para los trabajadores públicos. Si además desagregamos los trabajadores públicos provinciales de los nacionales, detectamos que estos últimos tienen una pérdida salarial del 32%.
Mientras tanto, en materia jubilatoria, el haber mínimo, incluyendo el bono, perdió más de 15 puntos de poder adquisitivo. La jubilación mínima es en agosto de $384.305. Resulta muy insuficiente para vivir; la padecen 5,4 millones de personas. Y el Presidente veta toda iniciativa legislativa dirigida a revertir, aunque sea parcialmente, esta situación.
Ganadores y perdedores del modelo
Este panorama se explica por la dinámica de los sectores ganadores y perdedores en el modelo de Milei-Caputo. Mientras los tres sectores más ganadores solo explican el 9% del empleo (agro, minería y finanzas), los tres sectores más perdedores explican el 45% del empleo nacional (comercio, industria y construcción). Esto también explica la dificultad en la recuperación económica. El EMAE, un estimador de actividad económica, mostró una caída por segundo mes consecutivo. Y la desinflación muestra síntomas de agotamiento, incluso antes de la suba del tipo de cambio.
La política de fuerte suba de tasas para contener el dólar no hace más que pegar como un torpedo por debajo de la línea de flotación del sector productivo. No hay posibilidad de una expansión económica con tasas que duplican la inflación esperada y con una política deliberada de mantener pisados los ingresos. La mala praxis en la política monetaria gatilló un período de volatilidad macroeconómica que el Gobierno enfrenta de forma errática.
La situación se deteriora aceleradamente mientras se acercan las elecciones de medio término. Lo que imaginaron que sería un trámite se está convirtiendo en un calvario. El oficialismo navega con un barco maltrecho mientras ya se avizoran en el horizonte las nubes de tormenta.