La Banda y el Pueblo

por Gabriel Luna

Decían los economistas y funcionarios más relevantes de este Gobierno argentino en 2025 que el dólar no subía, “que flotaba en una banda”, afirmación extraña lo de flotar en una banda; querían sugerir que nosotros mismos flotábamos, que no nos hundíamos. “¡El dólar flota!”, gritaban a coro economistas y funcionarios en un programa de streaming.

El propio presidente Milei lo dijo y lo dice repetidas veces: es necesario que el dólar flote para sostener el “Déficit Cero”. Y el “Déficit Cero” o el “Equilibrio Fiscal” es lo que Milei considera en los medios de comunicación como el núcleo de su programa económico: la clave para el despegue argentino, y para ubicar al país entre las primeras potencias mundiales, como lo había estado —según él dice— hace cien años. ¿Será esto una alusión a la soledad, a Macondo, o simplemente a la ficción literaria?

Más allá de que Milei se crea o no lo que nos dice por TV, debemos sopesar y analizar sus dichos porque se trata (nos guste o no) de nuestro presidente, y las decisiones o políticas que genera nos afectan. Ya fue analizado con cierto rigor histórico en este Periódico y en otros medios el asunto de la Argentina potencia de hace cien años, de modo que analicemos ahora el asunto del dólar y la banda.

En realidad, la metáfora acuática no resulta muy apropiada. El dólar no se sumerge ni flota, en realidad, sube. Y el artilugio de la banda tampoco resulta, como sugieren los discursos oficiales, un instrumento de contención. El dólar no oscila, no transita o reposa entre paredes como un bichito atrapado en un vaso; el dólar sube inexorable. Y sucede así, porque en el país cada vez se produce menos en relación con las potencias mundiales que determinan el valor del dólar. Pero nuestro Gobierno no lo ve, o (lo que es más probable) no quiere admitirlo públicamente. Entonces, como el dólar sigue subiendo pese a las estrategias financieras, el Gobierno ha ideado una banda para contenerlo y dar una sensación de seguridad. ¡El dólar está contenido en una banda, pero la banda también sube! Es como si el vaso volara o caminara siguiendo al bichito por cualquier parte. Este instrumento de una banda volátil no puede ni debería darnos una sensación de seguridad en las políticas económicas de Milei, que son en realidad las de sus patrones y asociados.

La lectora y el lector atentos se preguntarán por qué menciono recién ahora a los patrones y asociados. Bueno, es porque me he saltado un paso del razonamiento y la comprensión. Vuelvo. Si los argumentos y modelos de Milei y su equipo, como este del dólar flotante en la banda, son claramente una mentira, esto quiere decir que hay otra historia (como anuncia aquella clásica canción de Litto Nebbia). Quien quiera oír, que oiga.

Milei es un producto neoliberal. La historia del neoliberalismo empieza en nuestro país hace casi cincuenta años, con el golpe militar cívico eclesiástico de 1976 y la dictadura de Videla y Martínez de Hoz. El neoliberalismo, urdido por los economistas Friedman y Hayek e implementado al principio por los gobiernos de Reagan, Thatcher y Pinochet en sus respectivos países, se expandió en el mundo como un virus. La esencia del sistema es  que los mega empresarios y sus asociados deben dirigir y ser el centro de la economía en vez de los Estados, porque es lo mejor para los países. Esta aberración, tan funcional a las desmedidas ambiciones individuales y tan opuesta a la democracia, sólo puede implementarse por la fuerza, el autoritarismo mesiánico, las manipulaciones mediáticas y los discursos mentirosos, como este del “Equilibrio Fiscal” y el del “Dólar flotando en una banda”.

La cuestión, estimada lectora y lector, retomando el hilo del razonamiento de esta editorial, es que los dichos y las mentiras que padecemos tienen un objetivo claro y concreto: sostener un sistema económico neoliberal (también llamado de “Ajuste” en los discursos mentirosos) para elevar las ganancias de los mega empresarios, de ciertos sectores financieros, de los políticos y los medios de comunicación asociados. De modo que Milei no está solo, tiene patrones y asociados. Y estos patrones son quienes realmente generan y determinan nuestra economía para obtener mayores ganancias.

Milei es un instrumento para aplicar el neoliberalismo, la política de los mega empresarios —FMI incluido—, y para aumentar sus ganancias. Milei puede ser cruel, mentiroso, violento, repulsivo, inmaduro, odiador… y también puede haber tenido una infancia desgraciada. No lo sé, ni me importa demasiado su niñez. Sí sé que fue una criatura del megaempresario Eduardo Eurnekián, quien lo percibió útil para sus fines y lo impulsó desde una de sus empresas de comunicaciones: América TV, donde también trabajaban Luis Majul y Sandra Pettovello (la actual ministra de “Capital Humano” de la Nación). De modo que Milei creció como personaje mediático y se convirtió en un político partidario, apoyado por más mega empresarios —como Rocca, Galperín, Manzano y otros— que también vieron el potencial que tenía para aumentar las ganancias de sus corporaciones. Milei siguió creciendo, fue diputado nacional, recibió la bendición del FMI y de políticos y mega empresarios de EE.UU. —como Trump y Elon Musk—. Avanzó en las elecciones presidenciales con un discurso contra la casta política —que según él era la raíz de todos los males— y a favor de la reducción de impuestos, la dolarización y el “Equilibrio Fiscal” —que según él era la base para construir una Argentina potencia, como aquella que hubo, según él, hace cien años—. En su discurso de odio y venganza, se identificaba con los postergados y les anunciaba reducciones de impuestos y prosperidad. Hacía giras, crecía su popularidad. Y estuvo aislado más de dos meses al final de su campaña en un hotel del magnate Eduardo Elsztain —vinculado con George Soros— para recibir las instrucciones de los mega empresarios que lo habían impulsado.

Así fue como llegó Milei a presidente. En casi dos años de gestión viajó doce veces a EE.UU. para recibir instrucciones de mega empresarios (como Elon Musk), de funcionarios del gobierno, de Trump y del FMI. Ahora mismo, mientras escribo esta editorial, el martes 23 de septiembre de 2025 a las 13 h, Milei y Caputo están en Manhattan, Nueva York, “negociando” un nuevo préstamo con Trump y Bessent, el secretario del Tesoro de EE.UU.

La deuda externa de nuestro país se ha incrementado unos 20.000 millones de dólares desde la asunción de Milei, y todavía no se conoce el monto del nuevo préstamo. ¿Se puede decir que este dinero haya servido o servirá para cumplir promesas electorales y mejorar la calidad de vida de los argentinos? No. Todo lo contrario. ¿Para qué sirve entonces la deuda? La deuda externa es un negocio para los mega empresarios. De hecho, es un robo encubierto. La deuda sirve para hacer funcionar la bicicleta financiera y para que los mega empresarios fuguen capitales. La deuda crece, la pagan los argentinos con el ajuste: menos recursos para los salarios, la vivienda, la salud, la educación… Y la convierten en ganancia los bancos, los especuladores y los mega empresarios. La deuda externa es un robo y genera pobreza.

El gobierno de Milei, los medios de comunicación y los políticos asociados al neoliberalismo (que son casi todos) no explican estas cosas. El dólar ha subido en casi dos años desde $400 hasta $1400, un 350%. Y Milei dice que el dólar flota en una banda. Sí, en una banda de ladrones.

     La ilustración de esta editorial se llama Manifestación, una obra del dúo Mondongo, integrado por Juliana Laffitte y Manuel Mendanha, que es un homenaje al gran artista rosarino Antonio Berni.

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