
Bibliotecas populares en lucha
En su afán por destruir el Estado desde adentro, el Gobierno Nacional intenta avanzar contra las bibliotecas populares al degradar a la CONABIP, comisión nacional que las promueve y fortalece en todo el país. Hace unos días, en la Cámara baja se rechazó el decreto que la disolvía. Aún resta la palabra de senadoras y senadores.
Jesica Farias
Entrar a una biblioteca es abrirse a muchos mundos, porque hay montones de libros, talleres, clases de apoyo y encuentros de esos que se dan mientras una persona entra al espacio y sale otra, así al pasar. Hay ficción, pero también hay realidad; hay universos llenos de colores y otros solo de letras, de puntos y de comas. Al fin y al cabo, también somos todas esas historias que leemos y que nos cuentan. Y las que vendrán. Pero, tristemente, en este momento se está escribiendo una de terror: el Gobierno Nacional quiere destruir la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP), que desde hace ¡155 años! las protege, promueve y fortalece. En el país hay casi 1.500, con 20 millones de libros y 30.000 voluntarias y voluntarios.
“CONABIP es un organismo que acompaña, protege y fomenta el desarrollo de las bibliotecas populares de Argentina. Lo creó Domingo Faustino Sarmiento en 1870 porque las consideraba espacios fundamentales para complementar la educación. Como las bibliotecas populares son asociaciones civiles, es decir, que es la propia comunidad la que las sostiene, su importancia reside en poder acompañarlas para que puedan abrir sus puertas cada día y así garantizar que cualquier persona pueda acercarse a la biblioteca para acceder no solo a libros, sino a actividades, talleres y más, y por un módico precio que es la cuota mensual, que no pasa los 2.000 pesos en promedio”, nos cuenta Noelia, trabajadora de la institución centenaria y delegada de ATE Cultura. Imaginemos entonces la relevancia de las acciones de la comisión nacional para las personas que habitan pueblos o barrios remotos: Su importancia para la sociedad es evidente. ¿Y entonces?
Capítulo de terror: destruir el Estado desde adentro
A los recortes de la motosierra, se sumó otra medida del Gobierno que intenta hacer tambalear a las bibliotecas populares y, con ello, también a quienes escriben, hacen y venden libros, a quienes los cuidan, clasifican, y a quienes los leen: En mayo pasado se publicó en el Boletín Oficial el Decreto de Necesidad y Urgencia 345/25, que destruye tres pilares fundamentales de la CONABIP, que son la autonomía, porque con esa medida deja de ser un organismo descentralizado y se transforma en una unidad organizativa dentro de la Secretaría de Cultura; el federalismo, porque la medida disuelve la Junta representativa de Bibliotecas Populares, que es el órgano técnico, asesor y consultivo integrado por 24 delegadas y delegados gubernamentales y 24 federativas y federativos, y la reemplazaría por un consejo elegido a dedo por el Gobierno de turno. De ese modo, se atenta contra la participación de las provincias. Y, por último, pero no menos importante, el presupuesto que hasta ahora proviene de un impuesto que se cobra a los juegos de azar y que se encauza, con políticas públicas, a las bibliotecas. En cambio, con el decreto ese dinero será absorbido por la Secretaría de Cultura.
Al respecto, integrantes de Bibliotecas Populares (BP) en lucha —espacio que se conformó en diciembre de 2023 frente al gobierno que quiere dejar a la ciudadanía afuera y a la casta adentro— van al hueso: “La cuestión es licuar CONABIP para que en un futuro se termine por disolver”. “Implica —continúan— el achicamiento de la planta de trabajadoras y trabajadores; discrecionalidad en el uso de los presupuestos que antes eran exclusivos; el ajuste, seguramente, en las medidas y en los requisitos para el reconocimiento de nuevas bibliotecas populares, como también para la permanencia de las que ya son parte, porque sostenerlas no es gratuito, dado que hay que tener una asociación civil y, por ende, hay que hacer un montón de gastos anuales sin ser una entidad que puede lucrar”. “No encontramos —suma Noelia— una razón lógica a esta avanzada contra las bibliotecas populares y la Comisión, este organismo funcionó siempre de manera transparente y las bibliotecas rinden constantemente el dinero que es otorgado”.
Pese a los esfuerzos del Gobierno, en la Cámara baja las diputadas y diputados pusieron un freno y rechazaron esa medida. “Estamos muy contentos. Las bibliotecas populares hicieron un gran trabajo contactando a sus representantes; pudieron transmitir el valor del trabajo que hacen cada día en y para sus comunidades. Ahora quedamos a la expectativa de una votación favorable en el Senado que nos devuelva nuestra autonomía, nuestra Junta representativa federal y la garantía de que el presupuesto de la ley 23.351 se use para las bibliotecas”, comentó Noelia a Periódico VAS respecto al DNU que fue rechazado por 134 votos.
Mucho más que libros
La primera biblioteca popular argentina surgió en la provincia de San Juan en 1866, de la mano de Sarmiento. Cuatro años después, también por iniciativa suya, se creó la Comisión a través de la Ley 419. Hace más de 150 años se acreditaba la relevancia de la lectura, el acceso al conocimiento y el desarrollo cultural del país; mientras que en la actualidad se pretende dejar todo afuera.
“Las bibliotecas tienen obviamente un rol social en la actualidad, además del propio. No es ninguna noticia que necesariamente ya no son la unidad de información a la cual las personas van a leer o van a buscar libros, porque eso se modificó con las nuevas tecnologías. Por eso se han vuelto un espacio de contención social, de acción social y de encuentro, ocupando un rol que el Estado no”, señalan desde BP en lucha. Son esas centenarias instituciones, tanto como los clubes, las que se entretejen los lazos sociales: “Cumplen la función de un comedor, la función de la formación en diferentes oficios, de un espacio de contención para personas que están atravesando procesos de vulneración en sus derechos; además de generar espacios para las niñeces, para las vejeces, para las personas que quizás no tienen en donde dormir, y otras tantas y tantísimas acciones a las que se suman talleres, ofertas culturales, espacios de lectura, formación”.
En la Biblioteca Popular y Librería Popular Literatura Inclusiva (ByLPLI) pasa todo eso y más también. Tiene dos sedes, una en Villa Santa Rita, en la comuna porteña 11, y otra en San Telmo, en la comuna 1. Nació como idea en 2018 que se concretó tres años después, en 2021. “Nació de la premisa de generar un espacio político, social, cultural que no fuera como todas las demás entidades culturales, sociales y políticas, sino que fuera un entramado de propuestas dinámicas, multiterritoriales, que pudiera ser llevada a cabo, no solo en las sedes, sino en otros territorios”, rememoran sus integrantes.
“Creo que es uno de los tantos ejemplos que hay de bibliotecas en las cuales entendemos cuál es el rol que ocupamos, cuál es el rol que representamos, cuál es la importancia de una comisión nacional que tenga carácter federal de representación y que además cumpla un rol de acompañar, de contener, de asesorar a las bibliotecas populares en diferentes aspectos y que eso siga existiendo y que no quede liberada una suerte de mercado de saberes y de que las bibliotecas se vuelvan parte del mercado porque nunca lo son, nunca lo fueron, nunca lo van a ser”, entrelazan. Su Sede Camarones (Camarones 2876) y el Espacio Metete (Av. Brasil 656) son gestionados por un grupo de personas con muchísimas ganas de profundizar la defensa y ampliar los Derechos Humanos, desde un enfoque interseccional, redistributivo, decolonialista, en contra de toda opresión. Así lo señalan en su web, donde también destacan que “tiene como principal objetivo ser un lugar de encuentro, reunión y tracción para diversas comunidades y minorías vulneradas, así como también de acción en torno a problemáticas sociales. Nuestra propuesta es social y política, ya que consideramos que lo personal, así como lo colectivo, es político”.
La lucha de las bibliotecas populares se une a otras más, como la que defiende al Hospital Garrahan: en una jornada de apoyo a la institución que brinda atención a niñas, niños y adolescentes, las BP soltaron libros en tiempos de pantallas. Porque, aunque el Gobierno pretenda enterrar al pueblo, la historia, los derechos —y tantísimo más—, la comunidad sigue latiendo. Al igual que la CONABIP, que está viva. Esa red que sostiene encuentro, educación, memoria, organización, debate, cine, radio, mates -dulces y amargos- no arruga, quiere seguir adelante. Todas y todos quienes la abrazan saben que su existencia evita que las voces se apaguen, que los libros se cierren, que trabajadoras y trabajadores -y sus familias- puedan sostener sus proyectos de vida, que la cultura circule. Y también que la salida es la resistencia, porque acá, acá no se rinde nadie.