
«Contar la calle»
Un llamado a visibilizar esta situación
El jueves 8 de mayo, más de diez organizaciones sociales se movilizaron por los seis barrios que integran la Comuna 1 de la Ciudad de Buenos Aires. Con la coordinación y respaldo académico de la Universidad de Buenos Aires (UBA), impulsaron un operativo de importancia para la agenda social: “Contar la calle”. Este relevamiento comunitario apuntó a ir más allá de las cifras oficiales y, sobre todo, a poner en primer plano la realidad de quienes enfrentan la vulnerabilidad extrema de vivir a la intemperie.
La Comuna 1, que agrupa a barrios tan emblemáticos como San Telmo, Monserrat, Puerto Madero, Constitución, San Nicolás y Retiro, registró en los censos del Gobierno porteño un total de 407 personas en situación de calle. Sin embargo, este número no logró convencer ni a las organizaciones sociales ni a la sociedad civil que trabaja de cerca con esta problemática. Según el trabajo de campo del operativo, el número real es de 1483 personas en situación de calle tan solo en la Comuna 1; esta cifra supera largamente el registro oficial, confirmando un subregistro histórico que invisibiliza a un sector de la población que reclama no solo atención urgente, sino también dignidad y políticas públicas efectivas.
Un informe preliminar del relevamiento «Contar la Calle» da cuenta de que tan sólo en la Comuna 1, más de 1.483 personas mayores de 18 años utilizan el espacio público para dormir. Es decir, no acuden a ninguno de los 47 Centros de Inclusión Social que ofrece el Gobierno porteño. Siete de cada diez afirmaron que nunca utilizaron los paradores para dormir; el 30% asistió en alguna oportunidad en los últimos seis meses, el 50% de ellos calificó la experiencia como mala o muy mala, mientras que el 20% la consideró regular.
En cuanto a la composición de género, el 76,8% de estas personas son varones, el 18,5% mujeres, el 2,3% mujeres trans/travestis, el 0,5% personas no binarias y el 0,3% varones trans. Ocho de cada diez personas relevadas denunciaron haber sufrido algún tipo de violencia institucional.
Las voces y rostros detrás de las cifras
Las organizaciones que participaron del operativo —entre ellas Abrigar Derechos, No Tan Distintes, Sopa de Letras, Casa Roja – AMMAR, Madres de Plaza de Mayo, La Colectiva, Misión Solidaria, Isauro Arancibia, Amigos en el Camino y Sociabilidades por los Márgenes— no sólo recorrieron las calles, contando a quienes son “invisibles” para las estadísticas oficiales. También, desde su experiencia territorial, aportaron la construcción de una metodología adaptada a captar dimensiones humanas que los números rutinarios ignoran. Esto implicó no sólo contar cuántas personas viven en la calle, sino también entender las circunstancias que las llevaron a esa situación, evidenciar sus sistemas de redes de apoyo y la precariedad con la que se desenvuelven. El informe resultante advierte un dato impactante: mientras el Estado porteño mantiene un número reducido en sus registros, la realidad cotidiana muestra que la problemática es mucho más profunda y extensa. Esta discrepancia no es inocente: representa la falta de políticas públicas de inclusión social y un déficit en la respuesta gubernamental que, en última instancia, reduce la visibilidad del drama social y limita el acceso a recursos.
La invisibilización como política y sus consecuencias
En el contexto político actual, donde muchas voces oficiales han adoptado discursos que criminalizan la pobreza —catalogando a quienes viven en la calle como “peligrosos” o “indeseables”— resulta imprescindible articular una lectura crítica y humanizadora de esta realidad. Las organizaciones sociales insisten en que se debe superar la mera cuantificación y generar información que reconozca que la situación de calle es producto de un entramado de exclusión social, falta de acceso a la vivienda, empleo precario, violencia institucional y rupturas familiares, entre otras causas estructurales.
El estigma y la discriminación alimentados desde algunos sectores oficiales generan un círculo vicioso donde la exclusión social se profundiza y la respuesta del Estado se limita a políticas de control, antes que de inclusión social. De allí que el operativo “Contar la calle” sea también un acto de resistencia: no solo se trata de contar personas, sino de restituirles su nombre, su historia y su lugar en la ciudad.
Hacia una exigencia por derechos y dignidad
Las imágenes del operativo muestran a voluntarios y voluntarias recorriendo calles, plazas y rincones poco visibles para el turismo o el comercio, acercándose con respeto a quienes viven ahí y generando un puente de escucha y acompañamiento. Esto da cuenta de que la lucha por garantizar derechos fundamentales –acceso a la vivienda, salud, educación y trabajo– debe encontrar un espacio prioritario en la agenda de las autoridades.
Las organizaciones que impulsaron “Contar la calle” demandan al Gobierno de la Ciudad que reconozca la real dimensión del problema y actúe con urgencia. Esto implica diseñar y ejecutar políticas habitacionales inclusivas, reforzar los dispositivos sociales existentes, integrar a las personas en situación de calle en los circuitos de servicios y garantizar su participación en la construcción de soluciones.
Un espejo para la sociedad y para las políticas públicas
Ignorar esta realidad es poner una venda sobre una herida abierta que duele y afecta a toda la sociedad. Cuando los números oficiales minimizan una problemática, se diluye la responsabilidad colectiva y se prolonga el sufrimiento de miles de personas. La publicación de este informe debe servir como un espejo que refleje no sólo la cruda realidad de la calle, sino también la necesidad de que la sociedad en su conjunto repiense su mirada sobre la pobreza y la exclusión.
Es necesario que los medios de comunicación, las instituciones educativas, las iglesias y toda la comunidad civil acompañen y multipliquen este llamado de atención para que la invisibilización termine. Que “contar la calle” sea el primer paso para que la vida de las personas en situación de calle no sea una estadística fría, sino un compromiso tangible con la justicia social y la garantía de derechos humanos en una ciudad que, en teoría, debe cuidar a todos sus habitantes por igual.
Un desafío pendiente y urgente
La realidad que arroja el operativo “Contar la calle” no admite ninguna complacencia. Más allá de la polémica por el número exacto, lo cierto es que cientos, posiblemente miles, de personas siguen viviendo sin hogar en la capital del país. Se trata de una expresión ineludible de desigualdad profunda y de fracaso del sistema. Frente a esto, ya no basta con contar; es el momento de actuar con decisión, coherencia y humanidad para que Buenos Aires pueda dejar de ser una ciudad donde la exclusión se oculta y pasar a ser un lugar donde la dignidad de todos sus habitantes se respete y garantice.
El impacto de esta iniciativa, más allá de los números, puede hacer que la sociedad despierte y se comprometa, que los gobernantes respondan con políticas públicas sostenibles y que las personas en situación de calle, por fin, sean consideradas protagonistas y ciudadanos plenos, y no solo cifras al margen de los balances oficiales. La lucha sigue y esta crónica busca sumar una voz más a este reclamo urgente por justicia social.