Geopiratería y Columbus Day: Pensás o te piensan…

por Marcelo Valko

El calendario nos acerca al 12 de octubre, momento en que España se lanza sobre estas tierras en busca de riquezas inmediatas y un proselitismo religioso fanático que en la península había expulsado moros y judíos. Se trata de una fecha que durante siglos fue celebrada a lo grande. Distintos países coinciden en denominar esa efeméride como Día de la Raza, Día de la Hispanidad, Aniversario del Descubrimiento, Columbus Day o simplemente como Día del Descubrimiento de América. En Argentina se reemplazó en 2010 Día de la Raza por Día del Respeto a la Diversidad Cultural uno de esos eufemismos a los que somos tan afectos en estos lares y que dice poco y nada sobre las implicancias del aniversario. Para colmo, lo convirtieron en un feriado trasladable. ¿Alguien imagina que Japón en la fecha en que padeció la bomba atómica sobre Hiroshima, lo convierta en feriado trasladable para gozar de un ameno Week-End? Mientras Venezuela lo denomina Día de la Resistencia Indígena y en Bolivia Día de la Descolonización, en la mayoría de nuestros países, aunque huela a naftalina, permanece Día de la Raza. Más allá de lo problemático e inexacto que resulta el vocablo “raza”, tomado prestado de la zoología, representa una imagen patética. La llegada de los europeos a estas costas hace hincapié únicamente en UNA raza; ni siquiera lo presentan como Día de las Razas en plural, sino que utilizan invariablemente el singular. Creo oportuno mencionar en el mismo sentido que en España se llama Fiesta de la Raza al Día de la Hispanidad; es otro singular. La fiesta es de uno solo…
El uso del singular en lugar del plural no es un detalle menor, ya que unos llegaron donde estaban otros. Cito un ejemplo para que se entienda. En los considerandos del decreto que en su momento estableció Argentina en 1917 para celebrar el Día de la Raza y que estuvo vigente hasta 2010, menciona al “genio hispano en esta empresa tan ardua y ciclópea, sublime del genio de Colón”, destacando a “la España descubridora y conquistadora que volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus guerreros, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, las labores de sus trabajadores con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua”. Tales conceptos son compartidos por otros países americanos para implementar dicho feriado.
En definitiva, ese singular que se establece entre Descubridor y Descubierto, al encumbrar a uno y negar al otro, lo convierte en el día de los Unos sin los Otros, un día de la Singularidad… No es preciso ser un eximio semiólogo para advertir la ausentificación de la presencia del indígena, como si hubieran desembarcado en un continente vacío, deshabitado, donde todo puede ser tomado…
El descenso demográfico tras el Descubri-MIENTO causado por matanzas fue tan abrupto que las relaciones económicas de producción necesitaron nuevo combustible biológico para el funcionamiento del sistema. Así fue como trasladaron millones de africanos cuya esclavitud provocó un segundo genocidio. Resumiendo: un primer genocidio, el indígena que comienza el 12 de octubre, provoca un segundo genocidio: el africano.
Y pensar que algunos escribas de la élite insisten en edulcorar lo ocurrido, maquillándolo como Encuentro de Dos Mundos, y más de un “progre” sepulta la sangre con notas de color…
El tema es simple, no se puede celebrar el inicio del mayor genocidio de la historia en tiempo y espacio que provocó, a su vez, otra tragedia con el secuestro y cosificación de millones de africanos para sustituir la diezmada mano de obra indígena utilizándolos como esclavos.
No creo equivocarme al afirmar que Argentina es el país que más se esforzó en destacar su “excepcionalidad blanca y europea”, diferenciándose del resto al negar la existencia de los originarios, como lo demuestran tantos exabruptos de funcionarios como los manuales y textos que los conjugan en tiempo pasado: “habitaban, cazaban, creían”. Son pasado, son ausencia, ya no existen y, si aparecen, indudablemente deben ser extranjeros, como mapuches chilenos o kollas bolivianos. De ese modo se impone una pedagogía del olvido, haciendo un catecismo de la desmemoria al vestir una inocencia imposible que procura borrar culpas para que todo siga como está.
De un tiempo a esta parte, desde distintos ámbitos educativos, centros culturales, concejos deliberantes, secretarías de culturas municipales, sindicatos, comienza a cuestionarse incluso cuál es la fecha que debería conmemorarse. Cada vez es mayor el consenso de que no acepta celebrar con júbilo la muerte. En múltiples actos, se conmemora el 11 de octubre como “último día de la libertad”.
Advierto que dentro del arco de lo que se denomina progresismo existe una suerte de predilección cuasi-patológica por la derrota, de ubicarse siempre como perdedores, insistiendo en el final, en el fracaso, siempre a la cola del carro vencedor, derramando lágrimas sobre el último día de la libertad. Tal vez por eso, prefiero celebrar LO PRIMERO en lugar de LO ÚLTIMO. Conmemorar el 12 de octubre como el PRIMER DÍA DE RESISTENCIA ante ese ultraje, ante esa ocupación criminal que fue la Conquista, ubicada en las antípodas de un edulcorado “encuentro de culturas”.
Venimos siendo pensados por la historia oficial. Todo se tradujo mal y los que nunca estuvieron escondidos fueron descubiertos; automáticamente América dejó de tener potestad para gobernarse, se extinguió su propiedad y dominio. Europa se apropió de lo que tenía dueño; el territorio se transformó en espacio de conquista; las legítimas riquezas que poseían sus culturas se transformaron en un botín que los conquistadores “encontraban” y obviamente rapiñaban; los magníficos templos se convirtieron en canteras de piedra; sus conocimientos atesorados en códices y quipus se redujeron a humo en las hogueras de los Autos de Fe.
La historia oficial tergiversó la memoria y por eso los indígenas se transformaron en ausencias. Las personas fueron leídas como objetos: los hombres utilizados como combustible biológico hasta morir y las mujeres como desahogo sexual.
Dado ese contexto, tampoco la tierra tiene derechos, convirtiendo enormes espacios en territorios de deshecho, como sucedió con el monocultivo intensivo de caña de azúcar que desertificó el nordeste brasileño. Enormes espacios geográficos se transformaron en suculentas canteras que generaron tierras de descarte, estériles e inhabitables. Fueron tantas las toneladas de plata obtenidas del cerro de Potosí que hasta descendió la altura del Cerro Rico. Por eso, en lugar de hablar de extractivismo, prefiero explicitar como biopiratería y la geopiratería, denominaciones que hacen foco en la realidad del problema.
Los pueblos son expeditivos, saben que el futuro es ahora, por eso es tan relevante lo ocurrido en numerosos países con el derribo de las estatuas de conquistadores y esclavistas, demostrando que no lograron ausentificar las presencias.
En mi libro “Cazadores de poder” afirmo: “Ellos dicen que nosotros estamos muertos, dicen que nos mataron y que ya no estamos, cuentan que somos polvo, gusanos, lágrimas secas, que estamos enterrados, languideciendo en los rincones donde fuimos sepultados”. Aseguran que somos ausencias, que somos invisibles, que somos espectros. Ellos dicen que estamos muertos. Nos explican las mil maneras de no ser. Creen que nos mataron porque nos exiliaron de lo cotidiano, que somos niebla, ausencia, silencio, nada. Para matarnos bien muertos, nos desmembraron y rompieron nuestras carnes y perforaron nuestros ojos y violaron nuestras pieles. Sin embargo, nuestras muertes no están muertas. Sus sangres no descansan aunque están secas, los ojos miran aún rotos, los cuerpos se levantan aún desarticulados y las pieles tumefactas se aterciopelan y nos convidan a la vida y al erotismo. Aquí estamos mirando desde las miradas de los que son ausencias. Son tantos los que no están y están presentes, son caminos, faros, mojones”. Dejemos atrás aquellos que militan por la impunidad del rebaño y que no aceptan la condición humana del otro y que necesitan que los pueblos mantengan su lugar de siervos de la gleba, de combustible biológico, de brazo barato, de sirvientes, en definitiva: de esclavos a la sombra del amo. Hay quienes dictan la palabra y otros que son dichos. La alternativa es pensar y evitar ser pensados, ya que siempre habrá quien esté dispuesto a pensar por uno. Pensás o te piensan.
Atravesamos un momento de cambios de paradigma. La historia oficial, obra maestra para domesticar nuestros pensamientos, comienza a resquebrajarse. Lo que fue ninguneado comienza a emerger y la verdad por fin asoma en el horizonte. El prontuario de quienes no merecen estar en pedestales comienza a salir a la luz, el genocidio, despojo e invisibilidad padecidos por los pueblos originarios que los grupos de poder pretendieron ocultar en forma definitiva asoman con nitidez. Las voces que pretendieron silenciar por siempre toman la palabra, se hacen acción y la verdad surge incontenible. Soplan nuevos vientos, asoma un nuevo paradigma; sabemos que es lento, pero viene…

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