
La apuesta final
Milei, Trump, y la venta de la soberanía argentina
por Juan Pablo Costa
Las elecciones del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires, donde inesperadamente el peronismo aventajó a La Libertad Avanza por más de 14 puntos, generaron un verdadero tembladeral político y económico del que el Gobierno apuesta a recuperarse con el apoyo de Donald Trump y los Estados Unidos, una jugada de alto riesgo que compromete la soberanía nacional.
El fin de la ilusión libertaria
En números anteriores analizábamos lo endeble del esquema macroeconómico libertario: una desaceleración inflacionaria artificial, sostenida por un dólar barato y una severa contracción del consumo. Tan endeble era el esquema que una simple medida de administración de liquidez -la eliminación de las LEFIs- desató una fuerte volatilidad en las tasas de interés y la cotización del dólar durante la primera quincena de julio.
El principal problema del Gobierno era su dependencia de las expectativas de los agentes económicos. Hasta septiembre, el «mercado» anticipaba un desempeño aceptable de La Libertad Avanza en Buenos Aires, lo que hubiera sido interpretado como una señal de fortaleza de cara a las elecciones de octubre. Esto le habría permitido al oficialismo acumular bancas en el Congreso para, como mínimo, bloquear las iniciativas opositoras, y como máximo, forjar un bloque que permitiera avanzar con las leyes que el capital reclama: flexibilización laboral, privatizaciones y reforma tributaria.
Sin embargo, el plan fracasó estrepitosamente. Contra toda lógica política, Milei decidió nacionalizar la elección provincial, convirtiéndola en un plebiscito sobre su gestión. El resultado fue una paliza electoral que, lejos de ser el último clavo en el ataúd del kirchnerismo, revivió a su principal opositor y marcó el comienzo del fin para el experimento libertario.
La parálisis política que desencadenó el colapso económico
La derrota sumió al gobierno en una parálisis absoluta. Sus medidas posteriores oscilaron entre la irrelevancia y la impotencia, como la formación de una mesa política con los mismos actores responsables del desastre o la reinstauración nominal del Ministerio del Interior con el mismo funcionario a la cabeza. Mientras Santiago Caputo abogaba por un golpe de timón, los arquitectos de la derrota mantuvieron su influencia, empezando por el armador bonaerense Sebastián Pareja, pasando por los incombustibles Lule y Martín Menem, y terminando por “el Jefe”, el alter ego presidencial Karina Milei.
La inacción tuvo un costo inmediato. Al desastre político se sumó una crisis de credibilidad: el mercado dejó de creer en el relato oficial y, ante la expectativa de una devaluación, inició una estampida hacia el dólar. Esto desencadenó una corrida cambiaria que obligó al Banco Central a vender más de 1.100 millones de dólares en tres días para defender la banda cambiaria, evidenciando la extrema fragilidad de las reservas.
El plan aguantar
Ante la crisis, el Gobierno optó por una fuga hacia adelante. La estrategia consistió en un doble movimiento: por un lado, una medida desesperada para incrementar la oferta de dólares (la eliminación temporal de retenciones a las exportaciones, con un costo fiscal millonario); por otro, el respaldo explícito del gobierno de Donald Trump, una jugada geopolítica sin precedentes. Analicémoslo con más detalle.
La primera de las medidas, la eliminación temporal de retenciones, fue una medida desesperada para forzar la liquidación de granos y, por lo tanto, aumentar la oferta de dólares para frenar la corrida. Lo que se perdió. El costo fiscal de la medida fue la friolera de 1.600 millones de dólares. ¡Parece que ganar elecciones es más importante que el equilibrio fiscal!
Además, la medida tuvo un costo político para el Gobierno en su relación con las bases agropecuarias. Porque la eliminación temporal de retenciones sólo pudo ser aprovechada por las grandes exportadoras, que se tiraron de cabeza desbordando el cupo de 7 mil millones en tan sólo 72 horas. Además, gran parte de las ventas liquidadas son ventas que, en rigor, aún no se hicieron. Para que se entienda: las cerealeras están liquidando ventas futuras para aprovechar la ventana de oportunidad. Esto significa que el Gobierno para pisar el dólar hoy está gastando dólares de la próxima campaña.
Por otro lado, los anuncios del Secretario del Tesoro norteamericano Scott Bessent, cumplieron efectivamente la función de reordenar expectativas. Entonces, de forma simultánea, se atacaron los dos frentes: se aumentó la oferta de dólares mediante la eliminación temporal de retenciones; y se restó presión sobre la demanda de dólares al alinear expectativas y explicitar que atrás de este programa está el Tesoro de los Estados Unidos. Esto llevó a una estabilización de la situación, con la consiguiente euforia de los mercados, asociada a la baja de la cotización del dólar, del riesgo país, y un aumento de los bonos soberanos y el mercado de acciones argentino. Sin embargo, es sabido que la euforia de hoy puede convertirse rápidamente en el calvario de mañana. El Gobierno salió de terapia intensiva, pero los fundamentos que lo trajeron hasta esta situación siguen vigentes.
El regreso de la Doctrina Monroe
Conviene detenerse en la cuestión del apoyo de Trump a su “amigo” Milei, ya que es de una envergadura pocas veces vista. Primero que nada, hay que aclarar que no estamos frente al apoyo indirecto o mediado a través de organismos multilaterales, como suele hacer Estados Unidos mediante el FMI, el BID, la CAF, el Banco Mundial u otros. Estamos ante un apoyo directo y explícito del Tesoro y del presidente Trump. Esto es extremadamente inusual. Hasta ahora, el Tesoro norteamericano sólo asistió de forma directa a México en 1995, en el marco de la crisis del Tequila. Y lo hizo por la importancia que tenía y tiene México en su economía, y más en aquel momento que acababan de constituir el bloque comercial NAFTA. En aquel entonces México puso como garantía los dólares que generaba la petrolera estatal PEMEX. La pregunta queda flotando en el aire: ¿Qué exigirá Estados Unidos a la Argentina por su asistencia?
Si bien todavía no hay precisiones, se especula con varias formas de “asistencia”, desde un crédito stand by mediante el Fondo de Estabilización Cambiaria, pasando por la compra de bonos de deuda argentina, hasta el establecimiento de un swap de monedas de 20 mil millones de dólares.
Trump está especialmente interesado en sostener el experimento libertario en Argentina, hoy el único país de peso en Latinoamérica alineado geopolíticamente con Estados Unidos. No ocurre esto en Brasil, México, Colombia, Chile, Uruguay, México, ni en Cuba y Venezuela.
Además, Estados Unidos está reviviendo la doctrina Monroe, aquella que señala “América para los americanos” que es un eufemismo para decir que Latinoamérica debe subordinarse a los designios norteamericanos y conformarse con ser su “patrio trasero”. En ese marco, Estados Unidos avanza en la región para contrarrestar la influencia china, que es su gran preocupación.
There is no such thing as a free lunch
El título que precede este párrafo es un famoso refrán norteamericano cuya moraleja señala que nada es gratis en esta vida. Perfectamente puede aplicarse a la ayuda del gigante del norte al gobierno de Milei. Entre las posibles exigencias norteamericanas a la Argentina, se encuentra el control de recursos estratégicos como el litio y las tierras raras, junto con una significativa cesión de soberanía que incluiría el establecimiento de una base militar en Tierra del Fuego para proyectar control sobre el Atlántico Sur y el estrecho de Magallanes. En el ámbito geopolítico, se esperaría una reorientación completa de la política exterior argentina, que implicaría desligarse de toda alianza estratégica con China. Esto se traduciría en la paralización de proyectos de infraestructura conjuntos —como la construcción de represas o inversiones energéticas— y el desmantelamiento del swap de monedas vigente, con el objetivo de limitar la influencia china en la región y alinear la economía argentina de manera exclusiva con los intereses y el sistema financiero de Estados Unidos.
Estamos asistiendo a una catástrofe nacional donde el gobierno de Milei está hipotecando el futuro de la Argentina por las próximas décadas, tan sólo a cambio de una ayuda para las elecciones de medio término. Esta subordinación incondicional a los Estados Unidos es una pésima noticia para nuestro país ya que nuestras economías son competitivas y no complementarias, lo que genera un conflicto de intereses estructural. Además, esta estrategia nos alía con una potencia en declive relativo, en un mundo que avanza hacia la multipolaridad.
Frente a esto, Argentina debería impulsar una política exterior independiente y una estrategia de desarrollo nacional soberana, que incluya vínculos con todas las potencias, pero siempre desde una firme defensa de los intereses nacionales por encima de cualquier alineamiento automático.