Pandemia y autocuidados feministas

por Mariela Acevedo

Desde que se declaró la pandemia de COVID-19 muchas cosas cambiaron en nuestra vida cotidiana. Hacemos largas filas para entrar a la farmacia, a la verdulería, al almacén. Encontramos algunos mensajes a mano alzada de una vecina que nunca tuvimos el gusto de hablar que nos saca una sonrisa “Soy Nora, del 5to G, si no podés salir y necesitás algo, pasame un papelito por debajo de la puerta” y también otros mensajes anónimos que en cambio nos angustian sobremanera: “La cuarentena no son vacaciones, las reuniones no están permitidas, serán denunciadas al 911”. Todes nos estamos mirando ahora. Nos miramos al espejo y miramos a les vecines como nunca antes. Nos interpelamos aunque con la distancia que requiere el asunto.
Hago la fila para la compra. Todo lo que se hacía en quince o veinte minutos, ahora se demora hora, hora y media. En esa fila al sol, muchos usan barbijo, otros también guantes de látex. Miran sus móviles o hablan mientras esperan que avance la fila. Un muchacho se para frente a la fila y cuenta que la policía lo echó: sarandí once cuarenta, dice y repite. Les puede pasar a ustedes…nos dice antes de irse. Y me quedo con la angustia de saber que no sé cómo ayudar. El cierre de fronteras y el aislamiento físico, preventivo y obligatorio instaló preocupaciones en torno a la forma en la que lidiamos con emergencias, necesidades y formas precarias de vivir completamente naturalizadas.

Una red de autocuidados
La salida es colectiva y la clave es el cuidado y autocuidado, por esa razón tres feministas —Valeria Donato, Lola Cufré y Jazz Castello— crearon el grupo Red de Autocuidado Feminista en Cuarentena en Facebook. El grupo es un espacio nacido de la urgencia y la necesidad de cubrir situaciones críticas: las administradoras crearon una base de datos con compañeras que aceptaron donar tiempo, dinero y habilidades para resolver situaciones complejas en el aislamiento como puede ser conseguir medicación, alimento o contención psicológica frente a situaciones de vulnerabilidad. Allí se encuentran abogadas, psicólogas, odontólogas para situaciones de urgencia pero también hay asistencia para realizar trámites online, apoyo virtual a materias como matemática o lengua o asistencia a quienes comienzan a maternar en esta contingencia. Rápidamente, el grupo creció (ya supera tres mil integrantes) y se multiplicó en iniciativas territoriales en distintos puntos del país: Mendoza, Córdoba y Catamarca fueron los primeros nodos activos. Valeria Donato explica que el espacio nace autogestivo y voluntario y se sostiene con donaciones de aportantes para resolver las mayores urgencias. “Estamos teniendo problemas para que las cuidadoras que asisten de forma presencial a personas mayores o a quienes no pueden salir de su casa se movilicen”. Lola Cufré aporta en ese sentido: “Nosotras junto con un grupo de colegas estábamos armando un sindicato de cuidadoras domiciliarias, cuando justo explota lo del coronavirus y armamos la red de autocuidado”. Señala y continúa: “Lo que decidimos hacer fue tender una mano ante situaciones que empezaron complicarse a medida que la cuarentena fue poniéndose más firme. Cuando la cuarentena se hizo obligatoria nos pareció necesario brindar una red con recursos y herramientas a compañeras que estuvieran en situación de vulnerabilidad. Ya teníamos un listado de adultes mayores porque veníamos trabajando con elles, a quienes asistimos y también empezamos a ver que ante la situación de quedarse en la casa —nosotras no porque estamos eximidas, seguimos trabajando— podíamos extender las redes y armar territorio, esto es mapear en el edificio o en el barrio quiénes son las personas que no pueden salir y requieren asistencia, desde la compra en el supermercado a conseguir leche materna o una medicación. Esa idea empezó a extenderse y nos vinculamos con las compañeras de las maternidades feministas y personas maternando o a cargo de ñiñeces. A la Red empezaron a sumarse profesionales, algunas que están en cuarentena y otras que pueden salir y asistir de forma presencial, por ejemplo abogadas que están asistiendo a compañeras que no pueden asumir la cuarentena porque las obligan a ir a trabajar. Armamos un recursero con distintos profesionales de la salud que hacen asistencia en forma virtual y asesoran y aconsejan a quienes lo necesiten. También hay profesionales de todos los rubros ayudando a preparar materias, a sobrellevar la cuarentena…y también estamos las que podemos mantener el circuito acercando lo que se necesita a quienes están en cuarentena”. La Red además articula con organismos estatales como el Ministerio de la Mujeres, géneros y diversidades y el INADI donde están reclamando la gratuidad en el transporte para quienes asisten a las personas que no pueden salir: “Seguimos adelante con el sindicato de cuidadoras domiciliarias y el contexto amerita que este pedido sea contemplado por el tiempo que dure la cuarentena obligatoria”, apunta.
La pandemia y las formas en las que estamos transitando la cuarentena han hecho visible la escasez de políticas públicas de cuidado, esas tareas invisibles, fundamentales y poco valoradas que sostienen el andamiaje de todo el sistema. Muchas feministas han señalado estas tareas y su falta de retribución como parte de la cuenta que el capitalismo se cobra sobre los cuerpos feminizados: somos quienes sostenemos gran parte de la reproducción de la vida cotidiana de manera casi imperceptible pero es notable que ahora cuando salimos a la calle, se ve a más varones con el carrito de compras, con las bolsas del super, con la vuelta del perro. Es como si esas situaciones que antes las hacíamos sin mucha reflexión hoy pudieran permitirle a una parte de la población masculina de clase media una pequeña escapada. La pandemia puso en foco de manera brutal las desigualdades de clase, porque cumplir con la cuarentena no es fácil para muchas personas cuya subsistencia depende de la tarea diaria. Se dieron escenas tremendas de desalojo en barrios de Once y Constitución, especialmente con mujeres trans sin ingresos que alquilan habitaciones en hoteles y cuya situación es sumamente vulnerable: la necesidad de conseguir sustento y a la vez, cumplir con la cuarentena colisionan y aunque prime la necesidad de subsistir, ha sido necesario poner por escrito la prohibición de desalojos así como el congelamiento en los precios de alquiler para que cesen por al menos ciento ochenta días las escenas más dramáticas. Hay un a batería de medidas entre las que se encuentran bonos de emergencia y decretos de necesidad y urgencia (dnu) para actuar en la inmediatez y poner algo de efectivo en los bolsillos, pero la urgencia no espera los tiempos burocráticos.1 En estos últimos días, la agrupación 100 por ciento Diversidad y Derechos llevaron adelante la campaña “Nos cuidamos entre todes”, que incluyó ayudas individuales y un circuito de entrega en los principales hoteles y pensiones donde viven travestis y trans, principalmente migrantes y en situación de prostitución.

La violencia en el encierro
Hace unas semanas circulaba un meme en el que se bromeaba sobre la baja de delitos contra la propiedad y el aumento de divorcios debido a la obligatoriedad de convivir con la bruja. La idea de interrumpir los encuentros de amigos en bares y canchitas de fútbol era representada cómicamente en otro chiste como el triunfo del deseo de mujeres posesivas que por fin acaparaban la atención del compañero. Escenas domésticas en las que ellas obligaban a sus partenaires a cocinar, limpiar, atender a les niñes, en fin a hacer de padres de familia. Cada vez que me llegaba una de esas imágenes en los grupos de wasap no podía dejar de pensar en cómo estarían viviendo aquellas mujeres que estaban obligadas a convivir con sus agresores. Y en pocos días eso se transformó en un reclamo feminista, un ruidazo que poco se hizo oír en los balcones (mucho menos que el cacerolazo de la antipolítica que exigía la baja de sueldos a les funcionaries). Las víctimas de la violencia en el encierro han sido más de una por día, de todas edades y de distintos puntos del país. Lamentablemente, contamos víctimas. Nos estamos habituando a las restricciones en la movilidad, a la policía preguntando a dónde vamos cuando salimos a comprar. Es importante subrayar que entre quienes está contemplado que exceptúen la cuarentena, hay una de “fuerza mayor”. Esa excepción implica que nuestra seguridad e integridad física está por encima de cualquier otra cosa. Porque al igual que existen escasas políticas de cuidado y se barajan medidas de emergencia ante lo que considera excepcional, la emergencia por violencia de género no es nueva, aunque se intensifique sobre los cuerpos más vulnerables. Mientras tanto estamos reconvirtiendo nuestra vida cotidiana a la fuerza, con miedo de enfermarnos y de enfermar a quienes se nos acerquen demasiado. Con miedo a la mirada policial que puede denunciar a quien se encuentre fuera de lugar y sabiendo que falta aún atravesar el invierno.

Después de la pandemia
El filósofo Paul Preciado escribió un extenso artículo de opinión en el que reflexiona sobre cómo las sociedades enfrentan las epidemias estableciendo los cuerpos que importa salvar y aquellos que decide expulsar a la intemperie. Estamos mutando a otra forma de organizarnos, nos dice, de esta pandemia saldremos siendo otra humanidad, ¿mejor, peor? Aún no lo sabemos: hay vigilancia y control y hay necesidad de crear lazos solidarios y cultura de cuidado. Dice Preciado: “La curación y el cuidado sólo pueden surgir de un proceso de transformación política. Sanarnos a nosotros mismos como sociedad significaría inventar una nueva comunidad más allá de las políticas de identidad y la frontera con las que hasta ahora hemos producido la soberanía, pero también más allá de la reducción de la vida a su biovigilancia cibernética. Seguir con vida, mantenernos vivo como planeta, frente al virus, pero también frente a lo que pueda suceder, significa poner en marcha formas estructurales de cooperación planetaria. Como el virus muta, si queremos resistir a la sumisión, nosotros también debemos mutar.”2
En estas semanas que pasaron quedó claro que quedarse en casa es un mandato para protegernos que no todes podemos o estamos en condiciones de cumplir; en las que sigan, las decisiones políticas tendrán que resolver cómo proteger a quienes no tienen esa posibilidad porque eso les resulta imposible o porque les implica mayor riesgo. Ahora que cuidar(se)/(nos) es un valor, algo que las feministas venimos sosteniendo hace décadas, es necesario pensar cómo eso va a impactar en nuestras vidas, quiénes y cómo cuidamos, el tiempo y trabajo que demanda, la distribución equitativa de cuidados y especialmente, la retribución que demanda.

  1. Las medidas que el gobierno nacional ha ido estableciendo a partir de la cuarentena obligatoria pueden seguirse a través del sitio oficial Argentina.gob.ar
  2. La nota de Paul Preciado es una gran reflexión sobre el evento COVID 19 y la forma en la que las sociedades estamos dispuestas a enfrentarlo. 

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Recursos para tener a mano en la cuarentena
Para las mujeres víctimas de violencia, podés hacer la denuncia mediante el correo electrónico [email protected] y el teléfono 011-6089-9074.

También se puede llamar a las Agencias Territoriales de Acceso a la Justicia (ATAJO) en CABA y GBA: Villa 21.24/Barracas: 1537799037; Villa 31 y 31 Bis/Retiro: 1563591311 y 1669185571; Villa 20/Lugano: 1569185517; Villa 1.11.14/Bajo Flores: 1550381144; Villa 15/Ciudad Oculta: 1544068777. Constitución: 1528473929; San Martín: 1553103778; Avellaneda: 1540279188; ATAJO Móvil CABA (Barrios Fátima y Ramón Carrillo, Villa Soldati): 1538524150. O enviando mail a [email protected]

Ante cualquier situación de violencia de género podés:
* Llamar a la línea 144, o comunicarte por WhatsApp a 11-2771-6463, 11-2775-9047 y 11-2775-9048 o mandar mail a [email protected].
* Llamar a la línea 911.
* Llamar a la línea 137.

En CABA, además, podés:
* Concurrir a la Oficina de Violencia Doméstica (OVD), que continúa funcionando con guardias mínimas (Lavalle 1250, PB, CABA). También podés comunicarte al 4123-4510 al 4514.
* Llamar al 0800 33 347225 (fiscal), denunciar en línea en www.mpfciudad.gob.ar o mandando mail a [email protected] (Ministerio Público Fiscal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
* Llamar al 6089-9074, denunciar en línea en www.mpf.gob.ar/ufem/o mandando mail a [email protected] (Ministerio Público Fiscal de la Nación).

Comentarios

  1. Desde Valencia y las colectivas migrantes tejemos resistencias y decimos:#Estadoespañol #valencia #CajaResistencia #TejidoComunitario #LuchaMigrante #OrganizacionesFeministasAntirracistas
    #SolidaridadComunitaria #covid_19 #antirracismo #feminismosdesdelosmargenes
    CAJA DE RESISTENCIA DEL TEJIDO COMUNITARIO DESDE LOS MÁRGENES
    Como tejido de organizaciones feministas migrantes, racializadxs y aliadas, hemos decidido hacer frente a la emergencia desarrollada en torno al Coronavirus y sus consecuencias para muchas de nuestras comunidades migrantes y nuestros territorios de origen. Una de las estrategias es activar una caja de resistencia y con lo recaudado podremos apoyar a nuestras comunidades migrantes y acompañar a distintas organizaciones de nuestros países de origen con las que caminamos y estamos articuladas. Cubriremos mayormente gastos de alimentación.
    Consultas: [email protected]
    PARA COLABORAR CON TEJIDO COMUNITARIO DESDE LOS MÁRGENES:
    1) Con transferencia bancaria:
    Cuenta a nombre de: Nómadas Oficina de Migración y Atención a la Diversidad
    ES58 1491 0001 2430 0011 0847
    CONCEPTO: “Donación tejido comunitario”

    2) GoFundme: https://www.gofundme.com/f/tejido-comunitario-desde-los-mar…

    Abrazamos la solidaridad comunitaria para la vida digna! Gracias por colaborar
    Comunicado: https://www.youtube.com/watch?v=kaZ4zsdU1yU

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