
Bases para un Proyecto Nacional
Apuntes para una Argentina productiva y soberana
por Juan Pablo Costa
Mientras el experimento económico actual, de una economía sostenida artificialmente por endeudamiento externo y ajuste recesivo, muestra su agotamiento, resulta urgente debatir qué modelo de país puede ofrecer una salida genuina a la crisis estructural que atraviesa la Argentina. En ese sentido, un programa de desarrollo serio debe combinar pragmatismo con una visión estratégica que priorice la producción, el trabajo y la soberanía nacional.
El desafío no es menor. Requiere abandonar la mirada cortoplacista y construir consensos básicos alrededor de un proyecto de país que trascienda los ciclos políticos. La experiencia internacional muestra que los países que han logrado desarrollarse lo hicieron mediante estrategias persistentes en el tiempo, con un rol activo del Estado en la orientación del proceso de acumulación y una clara visión sobre los sectores estratégicos a promover.
Quebrar la dependencia financiera externa
El primer pilar indispensable para cualquier estrategia de desarrollo consiste en superar la dependencia financiera externa que condiciona y subordina cualquier posibilidad de crecimiento autónomo. La historia económica argentina de la última década puede leerse como un ciclo recurrente de endeudamiento externo seguido de crisis de pagos y ajustes recesivos. Este círculo vicioso no solo compromete el futuro inmediato mediante el drenaje constante de divisas, sino que cercena políticamente la posibilidad de planificar políticas económicas soberanas.
La dependencia se manifiesta en múltiples dimensiones. Por un lado, en la transferencia creciente de recursos al exterior a través del servicio de la deuda, que opera como un mecanismo de desinversión interna. Por el otro, en los condicionamientos que impone la permanente vulnerabilidad externa, haciendo que el país vaya de salvataje en salvataje, engrosando aún más su deuda externa.
Resulta fundamental establecer una estrategia soberana de manejo de la deuda que priorice el desarrollo interno sobre los condicionamientos externos. Esto implica rechazar la lógica del ajuste infinito y construir alternativas de financiamiento que no hipotequen la soberanía nacional. La renegociación de los términos del endeudamiento debe realizarse en función de la capacidad productiva real del país, estableciendo mecanismos de pago vinculados al crecimiento económico y al desarrollo de las fuerzas productivas locales.
Superar la restricción externa
El segundo eje fundamental consiste en superar la restricción externa mediante una administración estratégica de las divisas. La persistente escasez de divisas que afecta a la economía argentina refleja un problema estructural de competitividad: la creciente brecha de productividad respecto a otras economías limita severamente nuestra capacidad para expandir las exportaciones y sustituir importaciones. Este desfase productivo genera un cuello de botella en el sector externo que, lejos de ser coyuntural, se ha consolidado como una barrera estructural al crecimiento. Cuando la economía intenta expandirse, la incapacidad para generar suficientes divisas a través de exportaciones o sustitución eficiente de importaciones deriva en recurrentes crisis de balanza de pagos, frenando abruptamente cualquier proceso de desarrollo.
El actual esquema de tipo de cambio apreciado agudiza el problema, ya que beneficia principalmente a sectores extractivos mientras castiga la industria nacional y a los sectores productivos en general, promoviendo un círculo vicioso de desindustrialización e incremento de importaciones.
La estabilidad cambiaria no puede construirse sobre el sacrificio del aparato productivo nacional. Se necesita una política cambiaria que priorice el desarrollo productivo, reconociendo que el tipo de cambio es un precio estratégico que debe administrarse en función de los objetivos de desarrollo.
La revisión del sistema de retenciones debe encararse como una herramienta de política industrial, además de una herramienta que permite desacoplar precios internos, particularmente en mercados sensibles como el alimentario. El objetivo debe ser premiar las exportaciones con mayor valor agregado y contenido nacional, mientras se desalienta la mera exportación de commodities sin procesar. Paralelamente, es necesario implementar mecanismos de control de capitales que prevengan la fuga de divisas y orienten el ahorro interno hacia la inversión productiva.
Justicia tributaria para el desarrollo
La reforma tributaria constituye el tercer pilar irrenunciable de cualquier estrategia de desarrollo serio. El sistema actual presenta sesgos regresivos que castigan la producción y el consumo, mientras los impuestos patrimoniales reducen su peso recaudatorio año tras año.
La evasión y elusión fiscal constituyen un obstáculo mayúsculo para el desarrollo nacional. Estos recursos que se sustraen al fisco representan potenciales inversiones en infraestructura, educación, salud y ciencia que nunca se materializan. Combatir decididamente estos fenómenos requiere no solo fortalecer los organismos de control, sino también simplificar el sistema tributario y eliminar los regímenes de excepción que facilitan la elusión.
Es imperativo avanzar hacia una mayor progresividad fiscal mediante la implementación de impuestos patrimoniales a la riqueza y herencias. La reorientación de la carga impositiva hacia los sectores de mayor capacidad contributiva no es solo una cuestión de justicia social, sino de eficiencia económica: un sistema tributario más equitativo fortalece el mercado interno, amplía la base de recaudación y reduce las tensiones sociales.
Ingresos y mercado interno
El cuarto componente central de cualquier estrategia de desarrollo es la recuperación de los ingresos y el mercado interno. La brutal contracción del poder adquisitivo que ha caracterizado los últimos años no solo representa una tragedia social, sino que constituye un obstáculo insalvable para el desarrollo económico.
Resulta imprescindible implementar políticas activas de recuperación de ingresos, mediante mecanismos de actualización salarial que preserven el poder adquisitivo y promuevan la participación de los trabajadores en los frutos del crecimiento económico. La revitalización del mercado interno es el motor fundamental para cualquier estrategia de desarrollo seria, ya que proporciona la demanda agregada necesaria para sostener la inversión, la producción nacional y la expansión del mundo PyME.
Construir una Argentina Productiva
La soberanía energética e industrial representa el quinto pilar estratégico de un proyecto de desarrollo nacional. El país cuenta con recursos naturales y capacidades técnicas suficientes para diseñar una estrategia que trascienda el mero modelo extractivista. Esto requiere un Estado planificador que oriente las inversiones hacia la industrialización de los recursos naturales, el desarrollo de proveedores locales y la integración de cadenas de valor en sectores estratégicos.
La energía no puede ser vista simplemente como una fuente de divisas, sino como un insumo fundamental para el desarrollo industrial y la soberanía tecnológica. La experiencia internacional muestra que los países que han logrado desarrollar sus sectores energéticos bajo control estatal han podido garantizar precios competitivos para su industria y mayor autonomía en su política exterior. La estatización de YPF en 2012 marcó un hito en este sentido, permitiendo el formidable crecimiento posterior de Vaca Muerta.
Políticas activas de sustitución de importaciones en áreas estratégicas y el fomento de la innovación tecnológica son componentes esenciales de este proyecto. El desarrollo de clusters productivos —concentración geográfica de empresas relacionadas— alrededor de recursos naturales como el litio, con fuerte participación estatal y exigencia de industrialización local, puede generar encadenamientos virtuosos hacia otros sectores de la economía, como la automotriz.
Entre los ejemplos del potencial que tiene la coordinación estatal entre el sistema científico-tecnológico y el sector productivo encontramos a la empresa Y-TEC, resultante de la asociación entre YPF y Conicet, que desarrolla tecnología para aplicación en Vaca Muerta, Hidrógeno Verde y desarrollo de la cadena de valor del litio. Otro ejemplo son los reactores nucleares CAREM, tecnología 100% argentina desarrollada de forma conjunta por CNEA, INVAP y NA-SA. La posible privatización de esta última es un giro que desafía el paradigma de planificación estatal y soberanía tecnológica que hizo posible este y otros grandes proyectos nacionales.
Una política exterior soberana
El sexto eje fundamental consiste en una inserción internacional pragmática y soberana. Lejos de alineamientos automáticos que ignoran las particularidades de nuestra estructura productiva, se requiere una política exterior que defienda los intereses nacionales, diversifique los mercados de destino y fortalezca la integración regional. Las relaciones económicas internacionales deben evaluarse en función de su contribución al desarrollo nacional, reconociendo las complementariedades económicas existentes y defendiendo los espacios de política necesarios para proteger los sectores estratégicos.
La integración regional sigue siendo una herramienta fundamental para ampliar mercados y ganar escala productiva. La experiencia del Mercosur, con todos sus límites y contradicciones, demostró la posibilidad de coordinar políticas industriales y desarrollar cadenas de valor regionales. Abandonar este espacio en aras de una apertura indiscriminada implica resignar herramientas clave para el desarrollo industrial, en un contexto donde el mundo avanza hacia el proteccionismo y guerras arancelarias.
La negociación de acuerdos comerciales debe realizarse desde una posición de fuerza, protegiendo los sectores estratégicos y exigiendo reciprocidad real en el acceso a mercados. La experiencia de los países desarrollados muestra que todos ellos utilizaron activamente políticas proteccionistas durante sus procesos de industrialización, desmintiendo el dogma del libre comercio como único camino posible.
El Estado como articulador del desarrollo
El Estado debe recuperar su rol como articulador del desarrollo nacional. La experiencia libertaria demuestra que el desmantelamiento estatal no conduce a la eficiencia, sino al caos institucional, a la anomia social y a la pérdida de soberanía. Se necesita un Estado planificador en áreas estratégicas como la infraestructura, la energía, la conectividad y el desarrollo tecnológico, capaz de orientar el crecimiento hacia una economía diversificada y de alto valor agregado.
Esto implica recuperar la capacidad de inversión pública en investigación y desarrollo, fortalecer las empresas estatales en sectores clave y coordinar los esfuerzos del sector privado hacia objetivos nacionales estratégicos. La banca de desarrollo juega un papel crucial en este esquema, orientando el crédito hacia actividades productivas y proyectos de largo plazo que el mercado financiero suele desatender.
La reconstrucción del Estado requiere también repensar el federalismo desde una perspectiva del desarrollo. Las asimetrías regionales existentes no se resolverán mediante la mera transferencia de recursos, sino a través de políticas activas de desarrollo territorial que promuevan polos productivos en el interior del país y reduzcan la concentración económica en el área metropolitana.
La urgencia de un proyecto nacional
Un modelo de desarrollo no es una abstracción académica, sino una respuesta política a un tiempo histórico. Los seis ejes aquí presentados —superación de la dependencia financiera, administración estratégica de divisas, reforma tributaria progresiva, recuperación del mercado interno, soberanía energética e industrial, e inserción internacional soberana— constituyen las bases para un proyecto nacional que combine justicia social y desarrollo de las fuerzas productivas.
La implementación de esta estrategia requiere construir amplios consensos sociales y políticos que trasciendan los ciclos electorales. El desarrollo no es el resultado espontáneo del mercado, sino una construcción colectiva que demanda liderazgo, planificación y voluntad política. El futuro de nuestra Patria depende de esta decisión fundamental que, más temprano que tarde, deberá ser encarada con responsabilidad histórica.