Cuando el debate se hace largo

por Julio Gambina

Una gran novela es la escrita por Günter Grass en 1995, a propósito de la unidad de Alemania luego de la caída del muro de Berlín. Se trata de una obra fenomenal que discute críticamente la nueva realidad alemana luego de la caída del muro, en un recorrido histórico de la literatura alemana desde mediados del Siglo XIX hasta fines del Siglo XX. De ahí el nombre del exquisito escrito: “Es cuento largo”. La maravilla que nos deja el libro y la pluma del escritor alemán es que no se puede entender el presente y el rumbo potencial, para el caso, de un nuevo país como la Alemania unida, sin pensar en la dinámica social, cultural y política de la sociedad que se pretende entender. Para entender lo que acontece hay que tener una mirada larga, retrospectiva.

Algo de eso me ocurre cuando pienso en la Argentina de mediados del 2020, cuando la pandemia, la negociación de la deuda pública o el fenómeno de la estafa asociada a la empresa Vicentín, derivan de un cuento largo.

No puedo entender la “crisis sanitaria” si no miro el desarme de la salud pública y la mercantilización concomitante; ni el problema del endeudamiento sin el origen odioso, ilegítimo e ilegal de las acreencias asumidas en dictadura y renegociadas en los turnos constitucionales para sostener un modelo productivo de inserción mundial subordinada. Mucho menos entender el proceso actual de Vicentín como aquellos gringos de hace casi un siglo, si no lo asocio a un largo proceso de transformaciones desde los años de plomo. Ello nos remite a la complicidad en la desaparición de trabajadores, o en la estatización de la deuda privada, o en el uso del Estado para la actividad particular en el marco del agronegocio de exportación.

Para entender el presente es necesario remontarse a la lógica de construcción del capitalismo local y sus transformaciones por casi medio siglo, por lo menos, claro que en el marco de mutaciones sustanciales del régimen mundial del capital.

Coronavirus
La pandemia se desarrolla con fuerza en el presente año, aun cuando su denominación es del anterior, pero incluso, tiene antecedentes previos y asociados a una dinámica de apropiación social destructora de la naturaleza. En la coyuntura cercana, el COVID19 parecía algo lejano, que venía de Asia y debía llegar en el invierno nuestro. Sin embargo, se anticipó antes de terminar el verano. Ya finalizó el otoño, los casos de infectados crecen y no sabemos si el “pico” es inminente, o si la llegada del frío invierno recrudecerá la potencial enfermedad y sus peores augurios de muertes.

Los fallecidos son la imagen que nos devuelve un epicentro de la pandemia que recorre el territorio nuestro americano, con Brasil segundo en contagios y muertes, pero con Perú convirtiéndose de manera acelerada en el séptimo país entre los 188 afectados. Chile también preocupa y la incertidumbre está asociada a un bajo contagio de nuestros vecinos: Uruguay y Paraguay.

Entre tanto, en el país se discuten las medidas preventivas y se disocia arbitrariamente una dupla inescindible como salud y economía. Se trata de un debate, a veces agobiante, por irracional, que omite el carácter dialéctico de ambas y muchas otras dimensiones, que involucra a la economía en variados espacios de una totalidad.

¿Acaso no hay una economía política de la salud? ¿O una política económica de la salud? Al primer interrogante se responde analizando el tipo de relaciones sociales que organizan el estado de la salud del conjunto de la población. Quedará claro que esa estructuración será una si la política económica de salud se orientó a concebir a ésta como un derecho o como una mercancía.

Incluso la municipalización de la lógica privatista de los noventa puede dar cuenta de diferenciaciones en la organización de la salud en grandes distritos, que debieran ser comparados para discutir el asunto.

¿Fueron similares las políticas de salud asumidas en los noventa en Rosario, Córdoba o el AMBA? Es un interrogante a responder con investigaciones sobre la especificidad de la lógica política de los gobiernos municipales, incluso con la variante autónoma de la Ciudad de Buenos Aires recién a fines de la última década del siglo pasado.

Un dato relevante para analizar con mirada de largo aliento el presente de la salud, debiera pensar a la salud y a la economía en el país luego de 4 años de macrismo, en el marco de un ciclo de 44 años de inserción local en el ensayo liberalizador (neoliberal) de la genocida dictadura, que potenciaron los años noventa.

La creciente mercantilización de la salud y el deterioro del cuadro sanitario social tiene historia larga. No debiera ser una novedad, ni sorprender.

Deuda y Vicentín
No se queda atrás el debate de la deuda, con el juicio desplegado por Alejandro Olmos contra el accionar de la dictadura en materia de endeudamiento ilegal, ilegítimo y odioso. Una demanda luchada que tuvo sentencia judicial en el 2000, hace ya dos décadas y que aún duerme el “sueño de los justos”, esperando condiciones políticas para su ejecución.

Qué “veinte años no es nada” dicen Carlos Gardel y Alfredo Le Pera en “Volver”, pero en el amor como en la vida y por ende la política, se trata de un cuento largo que empezó en 1976 (por no ir más atrás) y luego de una investigación, la de Alejandro Olmos, se reconocieron 477 ilícitos. Entre otros nombres que aparecen en la denuncia de esos delitos se incluye a Domingo Cavallo y a José Luis Machinea, ambos funcionarios de gobiernos constitucionales luego del fallo de la Justicia. Es sólo una muestra de la impunidad del país real, por lo que hay que “volver, con la frente marchita”, sabiendo que “es un soplo la vida” y con nuestras canas (las nieves del tiempo) recuperar la historia para transformarla.

¿Qué indigna a la población? Las deudas se pagan, se sostiene a menudo, pero poco se considera el carácter de estafa que supone el endeudamiento público. ¿Qué característica tiene la deuda?, me consultaron. Es un mecanismo de dominación, para reorientar y condicionar el rumbo económico del país y del sistema mundial. La deuda pública financió a la dictadura genocida en los setenta y la reestructuración de la Economía, el Estado y la Sociedad entre 1976 y el presente.

El endeudamiento privado estatizado sirvió para consolidar conglomerados empresarios que definieron el modelo productivo de inserción subordinado en este casi medio siglo, del cual Vicentin es solo un ejemplo. El grupo Vicentin es parte del recorrido histórico de esas transformaciones gestadas en este tiempo, donde convive el terrorismo de Estado, la promoción de la inserción mundial sustentada en el apoyo del Estado capitalista, nada menos que con privilegio del financiamiento público, no sólo en tiempos del gobierno de Macri, sino desde antes.

Revertir el fenómeno de la deuda y la impunidad empresaria requiere discutir cómo se llegó al presente. Incluso, analizar por qué en cuarentena y aislamiento obligatorio, existen movilizaciones sociales rompiendo toda medida precautoria relativa al contagio del virus. Son movilizaciones en defensa de la propiedad privada, que arrastran el consenso de sectores sociales no necesariamente beneficiados por el modelo productivo o de desarrollo. Hay que considerar ese consenso a la política hegemónica de construcción capitalista de este tiempo, de lo contrario no se entiende lo que acontece.

Pensar críticamente nuestro presente
Más allá de todas las consideraciones y cómo termine el episodio Vicentín o el alargado tiempo de la negociación de la deuda, lo interesante es el debate que se habilitó en el país. Es un partido que está en juego, con ofensivas y defensivas que aún tienen que consolidarse. Se trata de un juego largo, con estrategias e iniciativas en pugna.

Argentina está en default y no podrá cancelar su deuda, ni siquiera con la “mejor” negociación que se lleve adelante, de un objetivo que fue anunciado para fines de marzo y ahora se posterga para fines de julio, y quién sabe hasta cuándo, ya que falta negociar luego con el FMI y otros acreedores. En fin, es cuento largo y será más extendido aún. Es y será un karma que nos acompañará por generaciones hasta que la sociedad diga basta, lo que requiere mucho trabajo de organización y argumentada lucha.

No tengo dudas de que estamos en un debate fantástico, sobre el agro negocio y la soberanía alimentaria, una categoría escasamente conocida y discutida, desarrollada desde el movimiento campesino a fines del siglo pasado, que tiene connotaciones profundas sobre la crítica al capitalismo actual y encierra propuestas de futuro civilizatorio, insuficientemente asumida por la sociedad contemporánea.

Con el debate por las estafas de la deuda pública y de Vicentín se recupera el debate sobre la genocida dictadura y el estrecho entrelazamiento con el poder económico. De ahí al debate sobre la estatización de la deuda externa privada bajo el régimen militar, lo que nos muestra el enraizamiento del bloque de poder y la reorganización reaccionaria del orden económico local, contra los derechos y a favor de la mercantilización, la extranjerización y la concentración del poder en este medio siglo que nos separa de los años de plomo.

Discutir la deuda pública y Vicentín ayuda a desentrañar la transnacionalización de la economía local; el papel del Estado capitalista local, e incluso la defensa de la propiedad privada por sujetos sobre los cuales interviene un trabajo ideológico por décadas de privatización de la comunicación vía multimedios que manipulan la conciencia social.

Es un tiempo complejo e interesante para pensar y actuar la transformación social. Se trata de un momento político complejo, con angustia en la militancia social y política diversa, que asume la realidad con el desconcierto por manifestaciones de un “sentido común” afín al proyecto de la dominación, y con inmensas limitaciones para articular el descontento social extendido entre las clases subalternas.

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*Julio Gambina es Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP
www.juliogambina.blogspot.com

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