Cuestiones de Vida y Muerte

“El problema hoy es que la gente vive demasiado…”
Christine Lagarde, Ex directora gerente del FMI

Es curioso que luego de proferida y difundida esta declaración de la Sra. Lagarde, tantos medios de derecha o presuntamente independientes se hayan tomado el trabajo de intentar desmentirla, sin aportar más pruebas o fundamentos que decir “no lo dijo”, ya que no sería posible grabar lo no dicho. Con lo cual, debemos remitirnos a sus prácticas, que condicen más con la declaración que con la inexistencia de ella.
Dejémosla como expresión del pensamiento de cierto sector social de época, mínimo y poderoso, que está en estos momentos planificando sobre nuestras vidas, y no precisamente para mejorarlas.
Hace unas décadas en un ciclo de cine de autor, Bergman en este caso, en esos cines añorados de la calle Corrientes (esa que ya no existe), los cines de la L (Lorca, Loire, Losuar) vi una película en la que un caballero (de los de la Edad Media) discutía con la Muerte, mientras jugaban un partido de ajedrez.
Lo que se jugaba, como se juega siempre, es la vida, en este caso del caballero. La Muerte, en caso de perder solo debía sentarse a esperar a que se terminara el tiempo biológico de ese hombre, y entonces se lo llevaría a su reino, como sucede siempre.
Pero esto sucedía en un contexto que ponía a la vista, demasiado a la vista, la relación permanente Vida – Muerte, lucha que los seres vivos solo podemos creer ganar por un tiempo, ganando postergaciones, un tiempo más, no más que eso.
Sucede que mientras ocurre la partida, en lo que es el mundo para los personajes, hay una Plaga. Una Plaga mortal, que produce en quienes no tienen más remedio que sufrirla, diversos comportamientos: están los que se permiten la violencia ya que las normas de convivencia son inútiles, han caído; están los que aprovechan para beneficiarse de alguna manera, abocándose al saqueo: la enfermedad es tan grave que las fuerzas de seguridad implementadas desde los feudos (ya que también enferman y mueren) son incapaces de contener desmanes, y si lo hacen caen también en la práctica de la violencia sin límite. Están los que rezan y vuelven su rostro al cielo, cosa que tampoco les impide enfermar y morir, y están los que dicen salgamos a la calle en procesiones de locos, libertinos y borrachos, cantando, bebiendo y haciendo el amor hasta que nos detenga la Plaga.
No es la intención evaluar acá cual conducta es más o menos adecuada, centrémonos en la partida de ajedrez, ya que todo lo demás es una variedad de expresiones acerca de esta relación Vida – Muerte: Vida y Muerte, ambas son condiciones de todo lo que vive.
Pero solo nosotres, les humanes, quienes hacemos todo lo que hacemos, pensamos como pensamos, establecemos marcos éticos, planificamos nuestra vida teniendo el conocimiento de la única certeza que tenemos, y esta es que sabemos que vamos a morir.
Y no nos lo creemos, y vivimos como si fuéramos eternos, y es otra forma de negar a la Muerte. Pero es inútil. Vemos que nuestras plantas se secan, lloramos animalitos amados, despedimos seres queridísimos, parte nuestra en el sentido más hondo.
Y no creemos que vamos a morir. Pero aun así, todos nuestros dilemas se plantean en esta dicotomía fundante: o nos paramos del lado de la Vida o del lado de la Muerte.
Los psicólogos tienen excelentes definiciones acerca de pulsiones de Vida y Muerte (en las que no profundizamos acá), y cómo son expresadas estas a través de las prácticas humanas, individuales y sociales.
Estas prácticas son las que se intentan exponer en este mundo que de pronto vimos modificarse (otra vez) en el curso de nuestras vidas, pero esta vez por la existencia repentina e inesperada de una plaga que mata a niveles medievales.
Y como en el Medioevo, la protección dependió en principio de lo único que sabemos nos protege de la posible muerte: la cuarentena. Y lo sabemos de la mala manera, mientras no existían vacunas, curas, conocimiento de las enfermedades, resultó que quien mantenía distancia del apestado podía salvarse. Tenía más probabilidades, en realidad, porque lo comprobable era que quien no hacía esto se contagiaba y moría.
Ahora, en nuestro siglo XXI globalizado, hipercomunicado y deslocalizado, nos aparece una plaga de estas proporciones.
Y aunque la Humanidad se arroje al desafío del encuentro de la cura o la prevención, como hormigas desesperadas, la Plaga se difunde.
Entonces, otra vez el dilema: ¿Qué significa pararme del lado de la Vida?
Puede ser elegir esta definición de Vida que nos propone el Mercado, llena de salidas, cervezas, corredores en los parques, recitales y partidos. Sí, también es la Vida, pero no es solo eso: para poder acceder a estos lugares de presunta joie de vivre en principio hay que estar vivo de verdad.
¿Qué es la Vida entonces? ¿Este aislamiento, esta privación del contacto, de lo exterior, del sol y de la lluvia? Porque es fácil confundir el sufrimiento del confinamiento con la privación de la libertad, es entonces que llegamos al fondo de esta cuestión que se intenta analizar acá.
Se buscan culpables, se apela al hartazgo, se dice no queremos tener miedo, porque tenemos miedo y lo sabemos, entonces buscamos un culpable, unos culpables, que siempre son otros, de otros países, de otras culturas, nos imponen miedo, personas con otros conocimientos que no comprendemos, esos demonios de la ciencia, quieren que tengamos miedo, y no vamos a tener miedo no, porque entonces les damos la razón y es que el virus existe y es verdad que nos podemos morir, y es verdad que la Muerte existe.
Y entonces odiamos, todes en el mismo barco con muertos en los rincones y nos apuntamos con los dedos porque quieren vacunarnos, y porque la vacuna es también un bien de mercado, y porque de pronto por primera vez en la Historia se instalan las preguntas acerca de mecanismos de inmunización que son incomprensibles para la mayoría, y de pronto las vacunas tienen ideología, y es posible que nos inserten un chip o nos magneticen o los sobrevivientes de la Plaga conspiran para instalar un “nuevo orden”, y es posible que sea peligroso y muchos grupos distintos ven distintos peligros, y la libertad pasa por levantar la categoría de antivacuna como si fuera una bandera de lucha, cuando hace 200 años que nos vacunamos exitosamente y por eso algunes pueden declamar desde el terraplanismo ya refutado por Aristóteles que vivimos sobre un disco que flota no se sabe bien donde, podemos elegir no alimentarnos con las proteínas que nos permitieron desarrollar este cerebro total existen los suplementos dietarios, por eso podemos negar la Vida como motor de la economía, y poner la economía por delante de la Vida, con los resultados que ya conocemos.
Si no hay Vida no hay trabajo, y es el trabajo el que produce riqueza. La especulación financiera desaparece ante la caída de la industria, las manufacturas y pequeños emprendimiento y la producción primaria. Ante la Muerte los bancos son instituciones decorativas, y es increíble que estas paradojales enunciaciones de estos tiempos de confusión pero también de guerra encubierta y discursiva con el fin de sacar ventajas de la Muerte, es increíble que la realidad deba ser relatada, que no alcance la evidencia, que no alcance la propia percepción, que no alcancen los fundamentos, y las posiciones asumidas desde distintos sectores desde el más puro odio a otro presuntamente amenazante, al cual no se le adjudica categoría humana, estas posiciones adquieran el carácter de dogma religioso.
Aquello que se sustenta, se defiende y se enuncia sin necesidad de fundamento o argumento alguno.
Es en este punto, cuando se hacen de lado los saberes de la Humanidad, comprobados y acopiados a lo largo de siglos, que volvemos a la más oscura Edad Media, en la que la religión era una línea sobre la que se construía todo, una base epocal indiscutible. Compendio de explicaciones sobre el Universo todo. Y lo que no se explicaba se odiaba, porque venía del demonio: mujeres, saberes, distintos, gatos y extranjeros alimentaron hogueras en el mundo europeo occidental sobre la base del mantenimiento de un cierto estado de cosas basado en el poder de pocos y la no difusión de conocimientos.
Todavía estamos en esto, y escuchamos crujir las estructuras sociales de nuestro mundo, pero el dilema es el mismo: Vida y Muerte.
Basta con reducir a estas categorías a todo aquello que circula y mirarlas desde este específico filtro.
Porque no es lo mismo especular con los oscuros mecanismos de la muerte en relación a la distribución de la riqueza, el disfrute del mundo y el derecho a la felicidad, insisto, no es lo mismo decir “que se mueran los que tengan que morirse”(M.M.) eso sí, desde el protegido lugar privilegiado, que apelar a las relaciones solidarias, que tan bien nos funcionaron como especie para llegar a este punto.
Porque somos lo que somos, aun para destruirnos, porque elegimos compartir la comida, el conocimiento, las experiencias, mejorarlas y volver a transmitirlas. Esto, con idas y vueltas, es lo que venimos haciendo no sin conflictos desde que algunos salieron caminando en dos pies del Valle del Rift.
Mejora nuestra imagen como especie esta conducta, no el odio, no la exclusión ni el premeditado asesinato por omisión de aquellos a quienes el sistema prevé excluir.
Vaya el homenaje entonces a los miles de platos de comida compartidos, a quienes asistieron y asisten a los pacientes, durmiendo en el pasillo del hospital si es que hay tiempo, a quienes con precarias pantallas de celulares o lo que hubiera no dejaron de educar, a quienes se ocuparon de sus vecinos, vecinas en soledad, a quienes cantaron desde los balcones, a quienes desde laboratorios y teleconferencias lograron que hoy haya esperanzas, a quienes pensaron y actuaron colectivamente, ya que solos, solas, nada somos.
Todo se limita a esto, siempre, la Vida y la Muerte.

Cristina Sottile
Lic. En Cs. Antropológicas
Enero de 2022, Inicio del tercer año de la Plaga

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