Deseuropeizar la Historia

por Marcelo Valko

En un determinado momento las personas y los pueblos dicen ¡BASTA! Sí, con mayúscula. Algo similar ocurre en la historia de las ideas, de la epistemología, cuando se advierte un corpus que obstaculiza el conocimiento. Un corpus que nos piensa en lugar de permitirnos desarrollar el conocimiento. Ese decir BASTA reunió a numeroso público en Casa Patria Grande de Buenos Aires para presentar “El modelo de pensamiento autónomo de los pueblos preinvasión (y su vigencia)” de Carlos Midence embajador de Nicaragua en Argentina, un valioso libro al que tuve el placer de escribir el prólogo.

Me interesa tocar algunas aristas que se desprenden de su texto. Por ejemplo, en virtud de la talla del instrumental lítico los arqueólogos establecen los siguientes estadíos: Paleo, Meso y Neolítico. Dichas categorías para situar temporalmente los artefactos líticos no funcionan en nuestro continente. Aquí la elaboración de distintas tecnologías de la piedra coexiste en un mismo estrato… Otro caso. Les pregunto: ¿Dónde situamos en América nuestro medioevo? ¿Cuál es? ¿Dónde está el feudalismo? Por estos lares los Mayas que tenían noción del cero, que elaboraron calendarios astronómicos muy precisos no tenían idea de que en 1453 la caída de Constantinopla nos introdujo a todos en la Edad Moderna. Y de pronto aparece por allí Hegel que con un rostro muy serio nos pide atención y nos invita a copiar del pizarrón lo siguiente: “América ha estado separada del campo en el que hasta hoy se ha desarrollado la historia universal. Lo que hasta ahora ha sucedido en ella es solo eco del Viejo Mundo, América no es aquí de nuestro interés… Nos fijamos en el Viejo Mundo, es decir en el escenario verdadero de la historia universal”.
La cita pertenece a Lecciones sobre la filosofía de la historia, donde América es apenas una factoría y sus habitantes un conjunto de seres que no cuentan. Invisibles que poco y nada pueden aportar al “escenario verdadero de la historia universal”. Los sudacas cargamos esa cruz, esa tara: “lo dijo Bachelard, lo dijo Hegel, lo dijo Roland Barthes…” ¡Oh! Y ese casette de Hegel y de la Edad Media debe funcionar sí o sí. Obvio que nuestra idea no es despreciar aportes ni ignorar conocimientos, pero es injusto que nos enseñen y que debamos aprender aquello que no necesariamente tiene que ver con nuestra realidad y que nos vemos obligados a aceptar porque fue pensado en el norte. La única idea que nos motiva es no ser invadido por lo que aquí no funciona. Recordemos el planteo de Gramsci: si uno utiliza categorías mentales opresoras no se librará de la opresión.

Hubo otros pensadores que tempranamente advirtieron este problema como Mariátegui, que adecuó el marxismo agregando “la pata indígena”, de lo contrario la teoría andaría renga. Lo tenemos a Dussel, o Kusch que habla del ser y el mero estar, habla del hedor americano, de la estética del horror poniendo como ejemplo a la Coatlicue nahuatl. Hay quienes piensan que defender la memoria es habitar el pasado, quedarse varado muy atrás en el tiempo. Suponen que es pertinente hacer “tabula rasa” al estilo Milei quien, a la que acusó de poner bombas en jardines de infantes la nombra ministra de seguridad. Pienso como el militante intelectual Midence, que la memoria es un faro que ilumina. Como aseguro en “Fui Roca” -mi último libro- “el poder tiene pánico en recordar y por eso reelabora un pasado acorde a su presente para que todo siga igual en el futuro”.

La historia oficial de América es una obra maestra de nuestras elites cuyas mentes coloniales nos mantienen sujetos mediante una escolarización que solo busca mantener el status quo. Ese relato desteñido, ritualizado, de discurso de acto escolar, no es historia y sin embargo se enseña como una verdad revelada. El libro de Carlos Midence -editado por Ciccus- alza la voz profunda que viene del tiempo y de la Historia. Nuestra propia voz es energía, nuestra palabra comienza a levantarse y desencadena una fuerza difícil de contrarrestar.
Seguramente los domesticadores le encontraran faltas al libro, errores, lagunas, los sabuesos amaestrados se pondrán a ladrar como suelen hacerlo, que de eso saben y dirán ¿quién es este Carlos Midence para cuestionar el sacrosanto orden epistemológico? ¿Acaso es un europeo de la Sorbona?, ¿un yanqui de Harvard? Tampoco es un inglés de Cambridge… Proviene de un país situado estratégicamente en medio del continente americano, donde un hombre, Augusto Sandino, quien ingresó en la gran historia como el “General de Hombres Libres”, alguna vez dijo que un mosquito no puede detener a una locomotora, pero sí puede llenar de ronchas al maquinista.
Seguramente el profundo libro de Midence no va a derrumbar el orden constituido de las ideas que nos piensan, pero al igual que aquel mosquito va a provocar unas cuantas ronchas. Su principal mérito es ser ambicioso en el buen sentido ya que nos propone pensarnos, pensar nuestro continente para liberarnos, nos propone decir BASTA al monocultivo de mentes. Si bien titulé mi prólogo “Del Descubri-MIENTO al terrorismo simbólico”, pude haber puesto “Pensas o te piensan”, o quizás utilizar apenas una solo palabra: ¡BASTA! Aunque muchos derrotistas no lo crean: es lento, pero viene…

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