Dos cuadras de la calle Lavalle

por Gabriel Luna

Parte V

Año 1936. En Europa se agita el fantasma de la guerra: Hitler manipula resentimientos, necesidades y nacionalismos, y construye un ejército jamás visto; Mussolini invade a la vulnerable Etiopía; y en España, Franco se subleva contra la República y provoca una guerra civil atroz que durará cuatro años y hundirá al país en la pobreza. En contraste con esto, en Argentina la producción agropecuaria es formidable y aumenta la riqueza de los estancieros. Buenos Aires multiplica sus edificios de altura y construye grandes avenidas, como si fuera una metrópoli de un imperio o como si fuera a recibir otra ola migratoria de la castigada Europa.
Se ensancha la calle Corrientes, se crea la anchísima avenida 9 de Julio demoliendo una hilera de 10 manzanas. Y para festejar los 400 años de la Ciudad se construye el Obelisco en la avenida 9 de Julio y Corrientes, un monumento racionalista diseñado por el arquitecto Alberto Prebisch, que será el ícono de Buenos Aires. También se construyen las líneas de subtes B y C, que permiten a la gente de los barrios y del suburbio llegar rápidamente al Centro, y llegar por las noches a Lavalle, la calle del cine y de los sueños.

Durante la Segunda Guerra Mundial cesa la importación de películas europeas y estadounidenses. Los cines de la calle Lavalle difunden en principio las varietés, el espectáculo del teatro y del radioteatro, destacan las compañías de Florencio Parravicini, Olinda Bozán, Enrique Santos Discépolo, Luisa Vehil, y Eva Franco, en el Monumental y en el Metropol. Pero además, ocurre que la falta de películas extranjeras provoca el desarrollo del cine nacional. Surgen los estudios Baires y San Miguel, la producción argentina trepa a 40 estrenos por año. Y se crean nuevas salas en las cuadras que nos ocupan: el cine Ambassador de 1500 butacas en Lavalle 777, frente al cine Monumental; el cine Trocadero, de 1700 butacas en Lavalle 820, donde estaba el teatro lírico Coliseum, junto al cine Hindú; a continuación del Hindú se inaugura el cine Sarmiento de 1500 butacas en Lavalle 852; y en la vereda de enfrente, junto al Metropol, se inaugura el cine Normandie de estilo racionalista y 1400 butacas en Lavalle 855. Todo esto ocurre en menos de un año, entre 1940 y 1941. También en esos años, llegan insumos y tecnologías para los estudios, y hasta directores extranjeros -artistas desocupados por la guerra- para dar el tono internacional a las películas.
John Reinhardt, el director austriaco, que había dirigido las dos últimas películas de Gardel en Nueva York -“Tango bar” y “El día que me quieras”-, se instala en el hotel inglés de la calle Lavalle, convocado por el Estudio Baires para hacer “El último refugio” (curioso título de una película, que suspendió su rodaje en París por la guerra y termina haciéndose en Buenos Aires). “El último refugio”, con Mecha Ortiz, Pedro López Lagar, e Irma Córdoba, se estrena el 20 de agosto de 1941 en el flamante cine-teatro Gran Rex, la obra mayor de Alberto Prebisch -el arquitecto del Obelisco-, de estilo racionalista y 3300 butacas, que está ubicado y aún en funcionamiento en Corrientes 857.
A mediados de noviembre de 1941, John Reinhardt se reúne con el elenco de su próxima película en la confitería Nobel de Lavalle 888, a la vuelta del cine Gran Rex. Están Alicia Barrié, Esteban Serrador, Pedro Quartucci, Felisa Mary, Héctor Calcaño, Pepita Muñoz, José Ramírez, Lydia Lamaison, y Eva Duarte, la más joven de todos (22 años), pero que ya había trabajado en las compañías de Eva Franco, Pepita Muñoz, Pierina Dealessi, era tapa de la revista Sintonía, y estaba creciendo como actriz de radioteatro. La película propuesta por Reinhardt, una comedia de tono internacional y teléfono blanco, se llama “Una novia en apuros”, y se estrena el 10 de marzo de 1942 en la sala del Ambassador en Lavalle 777.

Hubo muchas comedias de teléfono blanco, pero además se producía en el país un cine comprometido con la cultura, la historia y la identidad nacional. Un ejemplo: “La guerra gaucha”, dirigida por Lucas Demare, interpretada por Enrique Muiño, Francisco Petrone, Angel Magaña, Amelia Bence, entre otros. Se trata de una película con gran producción, estrenada el 20 de noviembre de 1942 -también en el Ambassador-, que cuenta un episodio de las guerras de la Independencia en la provincia de Salta durante el año 1817. El libro es de Lugones, y la adaptación y el guión de Ulyses Petit de Murat y Homero Manzi, un poeta popular y también militante político, que propone a través del episodio de 1817 una Argentina con independencia económica de las metrópolis. Este mensaje resulta especialmente fuerte y apropiado en el contexto devastador de la Segunda Guerra Mundial. “Una guerra provocada por las metrópolis según sus propios intereses, ajenos a los nuestros -escribe Manzi-, donde Argentina debe adoptar y reivindicar una posición neutral”. La película tiene un éxito enorme y 19 semanas en cartel.
Durante la década del 40’, el cine nacional atraviesa su época de oro. Hay más de 20 estudios, se producen comedias, dramas, relatos históricos, cine social, hasta un total de 60 películas por año. Todo el arte popular experimenta un crecimiento. En enero de 1944, la actriz Eva Duarte, una mujer de origen humilde que hace un radioteatro llamado “Grandes mujeres de todos los tiempos”, conoce al coronel Juan Perón en un acto en el Luna Park y dos años después se convertirá ella misma en una mujer tan famosa como las que interpreta en el radioteatro. Muñoz Azpiri, el libretista de “Grandes mujeres de todos los tiempos”, será quien le escriba sus primeros discursos políticos. La interpretación artística se volverá realidad para ella (¡qué dichosa!). El arte incidirá directamente en las cosas. “El arte puede cambiar la realidad social”, había dicho el famoso Balzac y escribió La Comedia Humana, una obra literaria para transformar el mundo, para humanizarlo, como habían hecho antes los enciclopedistas que desencadenaron la Revolución Francesa. ¿Podría una obra artística generar un cambio social? Dos guerras mundiales espantosas parecían desmentirlo.
Sin embargo, pese o debido a esas guerras, los argentinos vivirán un cambio social profundo, bienhechor para muchos, maligno para otros, impulsado en buena medida por esta mujer humilde desde un imaginario artístico.

Entre 1944 y 1945, Eva Duarte recorre a diario estas cuadras de la calle Lavalle que nos ocupan, suele parar en la confitería Nobel o en el bar La Estrella en la esquina de Maipú y Lavalle, camino hacia la radio El Mundo en Maipú 555. Hay en estos años un crecimiento extraordinario del cine y el arte popular, se abren nuevas salas en Lavalle: el cine Luxor, de estilo racionalista pero con reminiscencias de templo egipcio y escenografía de animales africanos, en Lavalle 663; el cine Arizona, que evoca al acorazado norteamericano del mismo nombre hundido por los japoneses en Pearl Harbour, en Lavalle 727; el cine París, al lado del Ambassador, en Lavalle 769; y el cine Iguazú, ubicado donde estaba el caserón de los Anchorena con 11 habitaciones y patio central, en Lavalle 940.
En abril de 1945, Eva Duarte protagoniza “La pródiga”, una película dirigida por Mario Soffici sobre una hermosa mujer dueña de un valle edénico, que comparte su fortuna con los humildes y los necesitados. Los habitantes del valle la llaman entonces “La pródiga”, también “La señora”, y también “La hermana de los pobres y los tristes”. Tras esta filmación, que ocurre en parte en Santa Rosa, provincia de Córdoba, Eva Duarte hace tres programas radiales diarios: “Hacia un futuro mejor”, donde difunde las conquistas sociales y laborales de la Secretaría de Trabajo, y dos radioteatros. El 22 de octubre se casa con el coronel Perón; y el 4 de junio de 1946, cuando Juan Perón asume la presidencia de la Nación, Eva Duarte de Perón se convierte en primera dama y asume la dirección de la Secretaría de Trabajo. Y es entonces cuando la vida, el arte y la política empiezan a entrelazarse y modificar la realidad.

1946. La calle Lavalle que en los años 20’ era un lugar de bohemia y hombres solos, de cafetines y poetas, teatros de revista, varietés, prostíbulos y cabarets, ahora está abierta al gran público y a las familias. Un ejemplo. El cine Real, que antes pasaba películas de Gardel, se dedica ahora al dibujo animado de Disney; y a unos pasos hay una lechería Martona, donde los chicos comen panqueques de dulce de leche.
En 1947 la población de la Ciudad llega a 2.981.000 habitantes (¡supera la marca actual de 2.891.082, según el censo del año 2010!). A la emigración europea, se suma la migración de las provincias. Buenos Aires es un polo de desarrollo. La economía del país resplandece, “los pasillos del Banco Central están abarrotados de lingotes de oro”. Se invierte en industria, en el bienestar de la población. Y en 1948, Eva Perón crea la Fundación Eva Perón, un centro de asistencia social sin precedentes, que hubiera aprobado encantado el personaje de “La pródiga”. La Fundación construye barrios enteros, lugares de recreación, grandes complejos hospitalarios, casas de ancianos, casas para madres solteras, para jóvenes que llegan a la Ciudad con el propósito de continuar sus estudios. La Fundación consigue empleos a las mujeres, distribuye a los necesitados medicinas, alimentos, ropa, libros, máquinas de coser, juguetes… hasta brinda asistencia a otros países.
En 1950 la Ciudad tiene 8 facultades, más de 600 escuelas de todo tipo, 30 mercados importantes para su abasto, 14 parques de recreación, 16 radioemisoras, 26 teatros, 175 cines. Para la mayoría de sus habitantes, Buenos Aires es una fiesta. Y estas cuadras de la calle Lavalle son una expresión concentrada de esa fiesta, dedicadas especialmente al cine, la alegría y los sueños. Hay 20 salas importantes, no queda demasiado espacio. Los cabarets, prostíbulos, cafetines, y confiterías bailables, deben dar paso a empresas más lucrativas y familiares para aprovechar el flujo de gente de las salas. Así llegan los restaurantes, las parrillas, las panaderías, los kioscos; y llegan las pizzerías, que se convierten en la novedad gastronómica del Centro.

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