Enfermeras al límite

por Miranda Carrete

Agotamiento, cansancio y bronca, son algunas de las palabras que utilizan las enfermeras de la Ciudad de Buenos Aires para describir la situación que viven hace más de 4 años, y que se agravó con la Pandemia.

Hace tiempo que vienen reclamando mejoras salariales y reconocimiento de la carrera profesional del sector con medidas de fuerza, acampes, marchas; sin embargo la respuesta de las autoridades es represión o silencio. Desde 2018 Larreta relegó la enfermería al escalafón administrativo, quitándoles la posibilidad de cobrar un reconocimiento económico por sus títulos, y decidió de esta forma no considerarlxs profesionales sanitarios. A pesar de eso, lxs enfermerxs ocupan la “primera línea” en los Hospitales y Centros de Salud de la Ciudad. Cumplieron un rol fundamental durante la pandemia. En 2020 quedó en evidencia la falta de personal en Hospitales Públicos, y desde el Gobierno decidieron contratar a nuevxs trabajadores para cubrir esa falta; cuando los casos de Covid comenzaron disminuir y la situación sanitaria en relación al coronavirus empezó a cambiar a finales de 2021, el Gobierno no le renovó el contrato a cientos de profesionales, vaciando una vez más el sistema de salud pública. La alta demanda en hospitales e instituciones de salud y el pluriempleo evidencian la necesidad de mejores salarios e instancias remuneradas de capacitación.

La Asociación de Licenciados en Enfermería (ALE) consiguió más de 46.000 firmas en apoyo a la Iniciativa Popular que impulsa el reconocimiento profesional y la modificación del artículo 6º de la ley N° 6035 de la carrera de profesionales de la salud, para que la licenciatura en enfermería sea incorporada. Ahora el Tribunal Superior de Justicia está realizando una revisión y una vez superada esta instancia la Legislatura debe tratar el documento.

Para conocer la situación de las trabajadoras, en una profesión mayormente feminizada, conversamos con enfermeras del Hospital Ramos Mejía y el Tornú, de la Ciudad de Buenos Aires.

Precarización y pluriempleo

“Nosotras venimos sosteniendo el sistema de salud desde hace mucho tiempo en condiciones paupérrimas. Estuvimos en primera línea durante la pandemia y no vimos ningún reconocimiento real desde el Gobierno de la Ciudad” dice Carolina Cáseres, enfermera del Hospital Tornú y referente de la Asociación de Licenciados en Enfermería.

Como muchas de sus compañeras, se levanta muy temprano y viene desde el Conurbano, porque “es difícil con nuestro salario vivir en la Ciudad, menos ser propietaria”, cuenta. Forma parte del centro endoscópico en el Hospital y arrastra el cansancio de haber estado a cargo de las unidades febriles de urgencia durante los momentos más difíciles de la pandemia. Además participa gremial y políticamente. Está convencida de que organizarse y reclamar por sus derechos es la manera de cambiar la situación de precarización que viven.

“Larreta nos usó en plena campaña electoral diciéndonos que éramos esenciales, nos agradecieron con aplausos pero las paritarias fueron miserables”, indica Carolina. El aumento previsto en enero para el sector fue de 40% en tres cuotas, en un contexto en el que la proyección de la inflación era del 60%. Exigen una recomposición salarial equivalente a la canasta básica familiar que hoy ronda los $140.000, porque hoy los salarios lxs ubican por debajo de la línea de la pobreza. También el pase a planta de quienes fueron contratadxs durante la pandemia; “hoy nos pagan $90 la hora extra, porque no tienen personal suficiente y nos niegan licencias por la falta de personal”, denuncia.
“Estamos al límite, tenemos una sobrecarga laboral y no nos pudimos reponer después del covid. Tenemos que trabajar en dos o tres lugares para llegar a fin de mes”, dice Andrea Ramirez, licenciada en enfermería y trabajadora del Hospital Ramos Mejía. El reclamo es histórico, las enfermeras tienen una carrera completa: 5 años de formación con título de licenciatura,y muchas tienen formación complementaria como maestría o posgrados en los que invierten su propio salario. “Me capacito para estar al día y actualizada, entender casos patologías, tratamientos, seguimientos, la mayoría hacemos un esfuerzo grande porque queremos y sabemos que es nuestra responsabilidad elevar nuestro conocimiento. Pero el gobierno sigue sin pagarnos los títulos. Esto es maltrato”, describe Andrea. Carolina también reconoce que muchos trabajadores invierten en un posgrado, aunque no tenga ningún reconocimiento en el escalafón general como el sector administrativo.Cobrando salarios miserables”, señala.

¿Por qué si la ciudad de Buenos Aires es uno de los distritos más ricos del país, la gestión actual sigue sosteniendo esta situación? Según las trabajadoras de la salud no tiene que ver con la plata, sino con una decisión política de vaciar el sistema de salud pública y de hacer lobby con el sector privado, que precariza a empleados y empleadas ante la necesidad de dos o más empleos para subsistir.

Una profesión feminizada

Andrea es hija de una enfermera de 84 años que trabajó la mitad de su vida en el Ramos Mejía, se crió en esos pasillos y fue lo que vio hacer a su madre en toda su niñez; yo quería cuidar a las personas, después me formé como enfermera comunitaria, e intercalaba la enfermería de cuidados intensivos con enfermería comunitaria. La enfermería me marcó desde el nacimiento”, resume.
El 85% de quiénes desempeñan la profesión son mujeres. Es histórico y según las entrevistadas se relaciona con el lugar de cuidado que tienen las tareas de las que se ocupan las trabajadoras. Son las que están presentes durante el nacimiento de un niñx, el acompañamiento en situaciones de riesgo, el crecimiento de las niñeces, el desarrollo de las adolescencias, el acompañamiento y cuidado de adultxs mayores, el seguimiento y cuidado del cuerpo en la vejez, la prevención de enfermedades, entre muchas cosas más. Por lo general es la primera persona que te recibe en un centro médico o en la guardia. “Nuestra profesión se define como la ciencia y arte del cuidado. Hemos llevado las tareas del cuidado a un nivel científico, profesional, para un ejercicio autónomo del cuidado. Son estas tareas las menos reconocidas salarialmente y profesionalmente”, asegura la trabajadora del Ramos Mejía, que lleva 24 años trabajando en esa institución.

Carolina se acercó a la carrera gracias a su padre y su abuela, ambos enfermeros. Cuando salió del secundario empezó a estudiar comunicación, y por la crisis del 2001 tuvo que dejar los estudios para trabajar y sustentarse económicamente. Casi 10 años después, trabajando como administrativa en un hospital público y con dos hijos, quiso retomar los estudios. En ese momento, y habiendo habitado el Hospital desde distintas perspectivas, se dio cuenta de que el contacto que tuvo con la enfermería gracias a su padre y su abuela, era muy fuerte y empezó la licenciatura; “cursando me enamoré de la carrera, además de la clínica y el aspecto biológico, hay una veta social muy importante, eso fue lo que me atrapó”, cuenta.

A pesar de ser una profesión feminizada, los jefes de departamentos o de sector, suelen ser varones; “es una lucha muy grande que damos para tener derechos, para hacernos escuchar”, cuenta Andrea, una profesional que ama su trabajo y que está cansada de pelear para que reconozcan algo tan básico como un salario digno, acorde con las tareas que llevan adelante; “la mirada de la enfermera es una observación llena de conceptos y conocimientos, es una profesión que mayormente realizamos mujeres y no es reconocida como una carrera profesional”.

“En mi sector somos la mayoría mujeres, con pluriempleo y en muchos casos sostén de familias. Es muy triste que siendo una profesión autónoma tengamos que seguir reclamando que nos consideren profesionales, cuando es lo que realmente somos”, expresa Carolina, que por su parte hace 10 años ejerce como enfermera.

El cuidado, también es político

Carolina y Andrea trabajan a diario para construir espacios de trabajo sin discriminación y una salud pública inclusiva e interdisciplinaria. Una forma de trabajo que viene a romper con el modelo médico hegemónico, ya obsoleto, pero que aún continúa en algunos Hospitales; “vemos cómo directores de Hospitales se manejan como patrones de estancia y vulneran los derechos de trabajadores, sobre todo de enfermería porque la entienden como una tarea de asistentes del médico, una visión injusta que no se condice con la realidad”, relata Carolina haciendo referencia a casos concretos y denuncias que reciben en el sindicato. Ambas enfermeras reconocen que hay mucha violencia en las instituciones, porque mantienen un sistema verticalista “a pesar de que ya es un modelo obsoleto machista y patriarcal”, concluye Carolina.

Por su parte, Andrea siente que se trata de una carrera muy noble; “estamos cuando la persona más necesita que estemos. La enfermería es necesaria. Trabajar con equipos interdisciplinarios nos hace crecer mucho, así como luchar por nuestros derechos, por una vida digna y plena”

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