Belleza es diversidad

por Maia Kiszkiewicz

Belleza marrón es una propuesta estética creada a partir de una convicción política de la fotógrafa Alejandra López, artista que trabaja desde 1990 en medios gráficos y que, desde la conciencia de que lo que más se muestra son personas blancas y delgadas, decidió ensayar nuevas definiciones de belleza. El resultado de su búsqueda es un conjunto de imágenes que ponen en tensión el concepto de lo bello para cuestionarlo, revisarlo e intentar propuestas que incluyan lo diverso.

La muestra, llamada Belleza Marrón, tuvo lugar desde el 7 de junio hasta el 2 de julio en el Centro Cultural Borges, un espacio que la fotógrafa valora de manera especial por haber sido recuperado, en 2021, de la privatización. “Era un lugar en el que tenías que pagar para exponer y para entrar”, recuerda Alejandra, y celebra que desde el 18 de marzo de 2022 reabrió sus puertas al público a instancias del Ministerio de Cultura.

“Debido a que la muestra pudo estar en un lugar como el Centro Cultural Borges, la vio mucha gente y la visitaron escuelas. Fue emocionante ver a chicos de quince años sentados en el piso debatiendo sobre temas como los estereotipos, lo que entendemos por belleza y por qué nos muestran lo que nos muestran”, dice Alejandra, y cuenta que estos interrogantes fueron guía para la creación, que se convirtió así en resultado e impulso para reflexionar. “Porque, en definitiva, la belleza es también una de las tantas maneras en las que se manifiesta el patriarcado, ese sistema de desigualdades que le hace mal a hombres y mujeres”, define López.

Para llegar a la producción final, Alejandra esperó más de un año. Lo más difícil, cuenta, fue coordinar para realizar las fotos. “Como era un tiempo que le teníamos que sacar a nuestros trabajos remunerados, nos llevó más de un año encontrar una fecha en la que todo el equipo tuviera disponibilidad”, explica.

Si bien la muestra física ya terminó, muchas de las fotografías se pueden encontrar en diferentes sitios web buscando Belleza Marrón y, aunque la potencia no es la misma, a través de la pantalla las preguntas también surgen: ¿dónde está la belleza?, ¿se puede concebir como algo individual?, ¿habría que buscarla en la persona que la porta o en los ojos de quien ve? O ¿podemos pensar en una concepción social de la belleza?

¿Hubo alguna situación particular que te hizo notar el canon sobre la belleza en los medios?

No. Es algo con lo que todos los que trabajamos en el sistema convivimos, y creo que la mayoría está en desacuerdo con que se priorice ese modelo hegemónico. Hablamos de eso mientras trabajamos. Vestuaristas, maquilladores. Pero cuando formás parte de un engranaje, es difícil. Muchas veces los medios no ven belleza en ciertas personas, sobre todo mujeres, marronas.

¿En qué aspectos o acciones concretas encontrás ese modelo hegemónico?

En a quién se elige para entrevistar, cómo fotografiar, a quién se le da voz, a quién se le da imagen en los medios comerciales. Las personas marrones no aparecen, o si lo hacen están asociadas a contextos negativos, delitos, marginalidad. No es la mina que está peleando en un barrio para darle de comer a 200 chicos en un comedor comunitario, las minas que están en un piquete. Eso hace una especie de rulo con el prejuicio: Pensás que una mujer marrona no puede ser jefa de una oficina, a la vez que los medios te convencen de que eso es realmente así, porque nunca ves ninguna arquitecta marrona. Es un círculo que hay que quebrar generando otras imágenes. Eso intenté en Belleza Marrón.
Y elegí darle un punto de vista feminista y trabajar sobre ese ideal de belleza que es tan estricto y restrictivo, que nadie encaja salvo chicas de 18 años que miden un metro ochenta, pesan cuarenta y cinco kilos y tienen piel blanca.

Y, en definitiva, Belleza Marrón se convierte en un ensayo que visibiliza otro concepto de belleza.

Porque la belleza es diversa.
La intención fue que la gente se genere preguntas al ver las fotos. Y sucedió. De muchas maneras. Una de ellas fue la incomodidad. Otra, el cuestionamiento a por qué esas mujeres usan las ropas del colonizador. Como si una chica, por tener rasgos marrones, tiene que estar vestida de eso que se considera indígena. Pero ¿quién decide cómo se visten? ¿Por qué ciertas personas, que por lo general son hombres, blancos, heterosexuales, opinan o deciden sobre cómo se viste una mujer marrón e indígena?

Para generar este contenido trabajaste junto al colectivo Identidad Marrón, ¿qué potencia encontraste en que haya más miradas que la tuya sobre el material?

Me enriquece la mirada de la gente que conforma los equipos. Suelo estar abierta a lo que sugieren. Es gente muy profesional. Y la propuesta fue replicar un equipo como los que suceden al momento de hacer una foto de tapa para una revista. Por eso, por un lado, trabajé con Jorge León, que está hace mucho tiempo en los medios, es vestuarista, hace moda, campañas. Tuvimos reuniones previas al momento de la fotografía para discutir qué y cómo queríamos. Decidimos que la paleta de colores solo fuera marrón, que íbamos a usar algunas joyas, tal vez muy simples, pero elegantes; que la ropa sería sencilla, pero de calidad, de diseño. Y no hubo casting. Todas las activistas de Identidad Marrón que se anotaron fueron fotografiadas. Lo importante era que fueran activistas, para que el hecho de posar en las fotos fuera un acto de militancia. Un acto político.
Lo que aparece en las fotos es la belleza de la lucha.

¿La belleza es política?

No. Lo que es político son los estereotipos de belleza que se deciden, se instalan y hay un montón de decisiones detrás de eso. Cuando una sociedad o los medios deciden que la belleza es joven y no vieja, delgada y no gorda, hay razones culturales y económicas.
Naomi Wolf, en El mito de la belleza, publicado en 1990, decía que no es casualidad que justo en el momento en el que las mujeres toman mayor poder de decisión y avanzan en la conquista de derechos, empieza una andanada bravísima de apretar con el estereotipo de belleza para que las mujeres, en lugar de ocuparse de cuestiones familiares, profesionales o deportivas, gasten millones de pesos, dólares -lo que corresponda a cada país- en adaptarse a un estereotipo: adelgazar, parecer más joven. Todo eso genera una industria millonaria y, a la vez, pone a las mujeres en un lugar de vulnerabilidad.

Hay mujeres que llegan a presidentas, primeras ministras, cancilleres o a otros cargos políticos altos, pero los medios se ríen por cómo se maquillan los ojos o por el traje que se ponen. Con los hombres no sucede. Es un sistema de desigualdad que le hace mal a hombres y mujeres y se manifiesta de mil maneras.

¿Cuánto de estas reflexiones quedan plasmadas en tu mirada y tu trabajo como fotógrafa más allá de esta muestra?

Mi búsqueda es siempre por la belleza y lo expresivo. Trato de ver qué hay de bello en cada persona, que siempre es mucho. Busco detalles que digan algo de esa persona. Son cosas muy sutiles, pequeñas. Lo que intento es que cuando alguien vea la foto encuentre a la persona y su historia en el retrato.

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