Jubilados: entre el olvido y la represión
por María Fernanda Miguel
El gobierno de Javier Milei pasará a la historia como uno de los que más recortó y faltó el respeto a los adultos mayores. Asado y presupuesto para gas lacrimógeno, pero no para aumentar los haberes.
La lucha de los jubilados no comenzó hace un mes o dos. Históricamente es una porción de la sociedad que sufrió diferentes recortes. Si miramos un poco para atrás la figura de Norma Pla es ineludible. “Yo gano 150 pesos, me arreglo porque me ayudan mis hijos, pero hay otros que están todavía peor que yo. Pedimos 450 pesos de jubilación, ¿es mucho? El ministro Cavallo dice que 10 mil no le alcanzan para vivir… No habrá para nosotros, pero sí para aviones o canchas de tenis en Olivos. Yo aporté toda mi vida, quiero que me devuelvan ese dinero”, decía la mujer que se convirtió en un emblema de la lucha de los jubilados en los años 90. Todos los miércoles iba a Plaza Lavalle para reclamar un aumento de los haberes mínimos.
Parece un deja vu constante, en los 90’ Carlos Menem se paseaba por la tele mostrando sus novias y su Ferrari, mientras que los jubilados sufrían hambre y represión. Hoy la situación es igual de grosera o peor.
El 22 de agosto el Senado votó a favor del incremento de los haberes mínimos y la recomposición por la pérdida de poder adquisitivo por la inflación. La fórmula planteada mantenía el incremento por inflación y agregaba un incremento del 8,1% con el fin de recomponer el 20,6% de la devaluación de enero. Este proyecto, además indicaba que el haber mínimo no podía ser inferior a 1,09 canastas básicas por adulto mayor. Y, en el caso de que la inflación quedara por debajo del índice de remuneración imponible promedio de los trabajadores del Estado, los jubilados recibirían el 50% de diferencia en el ajuste trimestral.
Esta mejora fue inmediatamente vetada por Javier Milei, quien posee facultades delegadas que le otorgaron los senadores al votar la Ley de Bases. El mandatario afirmó que este “gasto” significa sacrificar el equilibrio fiscal y representa el 1,2% del PBI. Luego de esto, el asunto pasó a tratamiento y el 11 de septiembre 87 diputados votaron a favor del veto; incluso fue garantizado gracias a la intervención de diputados radicales que traicionaron el proyecto de su bloque y se volcaron a favor del oficialismo.
Ese mismo día hubo nuevamente represión y muchos jubilados heridos por los palos, los empujones y los gases. Jubilados que no llegan a fin de mes y cobran menos de $300 mil pesos. A muchos les toca pensar si comen o pagan remedios, teniendo en cuenta que ahora le sacaron la cobertura total a más de 2000 medicamentos. Ni hablar, si tienen que pagar un alquiler y los servicios básicos. Tampoco pueden garantizar sus comidas diarias, ya que los pocos comedores que quedan no dan abasto.
“Tengo 75 años. Trabajo desde chica limpiando casas, todavía sigo porque la jubilación no me alcanza para vivir. No me queda otra que estar en la calle reclamando hasta que me dé el cuerpo. Hace poco tuve una infección urinaria. Tuve que pagar como 40 mil pesos la medicación que me dejó sin nada para comer y tuve que pedirle plata a una vecina. Ahora me tengo que cuidar el doble porque si me enfermo no tengo cómo pagarlo”, dice a Periódico VAS Ana María. La situación se repite en muchos otros jubilados y jubiladas. Están cansados, en muchos casos con enfermedades de base complicadas. Pero aun así resisten.
“Soy paciente oncológica, ahora estoy un poco mejor, no sé hasta cuándo, pero hace poco necesité una medicación que salía más de 10 millones de pesos. Estuve meses metiendo amparos. Mi situación no era al límite porque podía esperar un poquito más, pero hay compañeros que no pueden esperar nada, se mueren en el camino, y encima cobramos una miseria. Nos están matando de a poco; quizás ese sea el objetivo de este Gobierno, sino no se explica este desastre que estamos viviendo”, dice Graciela con lágrimas en los ojos. Los jubilados se organizan bajo la premisa de que nadie se salva solo y en cada barrio salen a dar la pelea por lo que les corresponde por haber trabajado y aportado durante años.
“A veces nos cuesta que la juventud se acerque, pero ahora con todo lo que se mostró, quizás puede haber un poco más de empatía y acompañamiento. Siempre estamos solos los miércoles, pero cada vez se suman más personas jubiladas y trabajadores activos. Si no salen a la calle hoy, seguro se va a seguir repitiendo esto en el futuro y la realidad es que todos van a ser jubilados. Ojalá esto les sirva para despertar”, sostiene Rubén, quien desde hace años está todos los miércoles frente al Congreso junto a otro grupo de jubilados que sólo pararon en pandemia.
Un asado para festejar el hambre
Como no le alcanzó con elogiar por Twitter a los 87 diputados que votaron a favor del veto —a quienes llamó “héroes” y “patriotas”— Milei organizó un asado en la Quinta de Olivos para ellos y algunos miembros del gabinete. Eso sí, aclararon que cada uno pagó $20 mil pesos, que de todas formas salen de las arcas públicas, así que no sirve de mucho la aclaración.
Afuera el panorama era desolador. Cientos de jubilados se movilizaron hasta la puerta de la Quinta de Olivos de forma pacífica, pero con mucha rabia ante semejante burla. La mayoría de los que cobra la mínima tiene que pensar todos los días qué comida puede suprimir porque no le alcanza.
Adentro, hubo diputados de LLA, del PRO, los radicales que traicionaron el bloque y otros diputados de alianzas provinciales.
El festejo por el ajuste a 5 millones de jubilados que están debajo de la línea de pobreza se vincula directamente con el menemismo, que despilfarraba dinero en fiestas y viajes mientras la gente buscaba comida en basurales. La casta ya no tiene miedo porque consiguió un espacio propio.
El 20 de septiembre fue el Día del Jubilado, que más que una jornada de festejo fue de lucha con un acto en Plaza de Mayo. Nancy, jubilada docente y trabajadora textil, tomó la palabra para reclamar a las centrales obreras: “Necesitamos que la CGT, las CTA y los gremios rompan la tregua con Milei. ¡Pásense del lado del pueblo, salgan a pelear con los jubilados! Los jubilados somos punta de lanza”.
Hay plata, pero no para los jubilados
El discurso principal de este Gobierno, el del déficit cero, se basa en que ya no hay plata para que el Estado sostenga programas y recursos que desde hace años están en funcionamiento. ¿Será tan así?
Hace algunas semanas el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, dio a conocer que el Gobierno lleva gastados 2300 millones de pesos en los 13 viajes que hizo Milei con su comitiva al exterior. No se consiguió ninguna inversión. ¿Para qué se hicieron estos viajes?
También se gastan 16 millones de pesos por mes para desayunar medialunas y panes en La Rosada y en Olivos. Mientras tanto, no se provee de alimentos a los comedores destinados a las personas en situación de calle, a los indigentes y a los pobres.
Si seguimos enumerando, nos encontramos con que el vocero presidencial, Manuel Adorni designó a unas 100 personas en algunas de las 36 áreas administrativas que maneja. Esto equivale a 300 millones de pesos por mes.
Otro gasto millonario es el tema de los asesores legislativos, por ejemplo: salió a la luz que el senador puntano Bartolomé Abdala, tiene más de 15 asesores. «Tengo más de 15 asesores, de los cuales 12 o 13 están en San Luis. Son de categoría baja, vienen conmigo y se van a ir conmigo. Mi deseo es ser gobernador y para eso necesito mantener vivo el territorio» (hacer clientelismo), admitió. No es el único en multiplicar asesores con el dinero del Estado.
De todo esto, quizás el dato más cínico sea el del costo de cada operativo de “seguridad” montado para reprimir a los propios jubilados. Según estima la ministra Bullrich, el operativo montado para reprimir durante el tratamiento de la Ley de Bases, que tuvo como consecuencia más de 100 heridos y 30 detenidos y maltratados sin causa, costó 130 millones. ¡Bullrich hizo la cuenta para cobrársela a los detenidos! Sólo un aerosol de gas pimienta vale $ 250.470 y un jubilado cobra una mínima de $ 304.540 -imposible pagarlo-. No importa, el Estado pagará.
Hay plata. Está reservada para la casta y la represión.