La danza se hace de pequeños gestos, de observar la vida

por Maia Kiszkiewicz

Susana González Gonz es profesora de danza, expresión corporal, educación física y, desde 1992, a partir del accidente que tuvo su hijo, Demian Frontera, se especializó en danza integradora. Cinco años después, creó el Grupo Alma, la primera compañía de danza integradora del país en la que Demian es bailarín. “Mi hijo, de un día para el otro, a los 14 años, pasó a integrar la lista de los llamados discapacitados motores. Hasta ese momento, para mí, el movimiento era lo atlético, lo deportivo de grandes niveles. O artistas geniales, generalmente rusos, Nureyev, Maioleskaïa. Después aprendí que la danza también se hace de pequeños gestos, de observar la vida”, dice Susana que, cuando vio que su hijo bailaba en una silla de ruedas, y cuando se subió ella también a una, cambió el modo de pensar: “La silla no es solo para ir al hospital o para estar sentado en un rincón mirando la gente que pasa, metido para adentro, el pecho hundido y sin saber para qué se vive. Se puede renacer desde un lugar de caída. Uno puede elevarse”.
El Grupo Alma es uno de los más innovadores en el ámbito de la danza. Cuenta con obras de tango, folklore y baile contemporáneo. El elenco está conformado por bailarines que portan silla de ruedas, profesionales y amateurs de la danza que desafían los límites de la vida para lograr un arte accesible, abrir puertas y trascender las barreras sociales y culturales.
Los bailarines y bailarinas que forman el equipo fueron parte de Todos Podemos Bailar, un taller que imparte Susana en la Universidad Nacional de las Artes. En ese espacio trabajan para fortalecer la práctica conjunta desde las posibilidades que ofrece cada uno de los cuerpos. Sus espectáculos fueron declarados de Interés por el Honorable Congreso de la Nación, por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y por la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Cruz. Recibieron, además, el Premio INADI a las Buenas Prácticas contra la Discriminación y el Premio de Oro Se hace Camino al andar 2008.
Actualmente, el espacio cumple 25 años y lo conmemora junto al festejo de los 30 de la danza integradora en Argentina. Por este motivo, habrá dos días de celebración. El primero será el martes 29 de noviembre, a las 19:00 horas, en el Centro Cultural Haroldo Conti, ubicado en Av. Del Libertador 8151, y con entrada gratuita. Ahí se presentará “Motorizando Utopías”, un espectáculo con obras coreográficas que resulta un homenaje en agradecimiento a instituciones y personas que albergaron el proyecto. El segundó tendrá lugar el jueves 8 de diciembre, a las 20:30 horas, en el teatro El Cubo, situado en Zelaya 3053, y con entradas disponibles en https://www.plateanet.com/. En este caso, la función será doble. Se podrá ver Osadía, obra que aborda el paso del temor a la confianza y ensaya cómo desandar prejuicios y celebrar la existencia; y El lugar donde estamos, pieza que cuenta con cuatro bailarines peatones y cinco en sillas de ruedas. “La idea no es hacer danza para personas con discapacidad sino abrir el espectro de la danza en toda su magnificencia con personas que quieran bailar con el cuerpo que tengan”, dice la docente, que también es autora del libro Danza Integradora, Vida, Arte, Inclusión, Otredad. Ella destaca la importancia de restarle atención a la técnica, aunque sin dejarla de lado, y mirar la esencia de la danza que vive en cada uno. “Así como algunos escriben poesía, otros pueden hacer una danza de un gesto. A veces hay tanta cosa posmoderna que no entusiasma a nadie. Pero un gesto puro, del alma, puede resonar en el corazón”, dice Susana. Y con sus palabras describe el trabajo de la Asociación Danza Integradora Argentina (ADIA), formada en 2012, y del Grupo Alma Compañía Danza Integradora, espacios que buscan dar vida a una utopía, a un presente de sueños y superación, a un no lugar.

¿Cuál es ese no lugar por el que trabajan?

Es el no lugar en que las personas con discapacidad son los desaparecidos de siempre. No tienen lugar en la sociedad. Por los prejuicios, las creencias. Quedan relegados a los espacios de salud y no a los artísticos. Principalmente las personas con dificultad motora. Sobre todo cuando se trata del cuerpo. Porque es más fácil encontrar talleres de plástica, por ejemplo, o de otras actividades que no tienen que ver con el movimiento. En la danza el cuerpo es visible y lo que uno hace está en ese momento.
Ese no lugar es en el que se construye.
Una de las obras, justamente, se llama El lugar donde estamos. Y trata de transitar por esos lugares. La vida es eso. Cíclica. Noche y día, oscuridad y luz.
Nosotros organizamos un evento para el 24 de noviembre en el espacio Conti y murió Hebe de Bonafini. Ella fue una persona importante, sobre todo para ese lugar por todo lo que implicó para los derechos humanos y por la necesidad histórica de recordar un momento nefasto de nuestro país. Entonces decretaron asueto por el homenaje que se hizo en Plaza de Mayo. Y tuvimos que reprogramar, lo que implicó mucho trabajo de coordinación para la nueva fecha. Pero en la vida hay que encontrar en los límites las oportunidades para crear cambios. De eso se trata nuestro trabajo.

Ustedes tienen como principal objetivo sensibilizar y crear conciencia social sobre la inclusión y la diversidad cultural como un derecho de todas las personas. ¿Qué pasa con la información sobre las actividades, la visibilidad?

En el grupo de personas que conocemos, está naturalizado. Pero en estos días me hicieron varias entrevistas y la gente que no está aggiornada con la temática se sorprende cuando se dice que hay un espectáculo de danza de gran nivel artístico con personas que están en silla de ruedas. Preguntan: ¿Cómo se baila en silla de ruedas?
La silla de ruedas es un lugar social de enfermedad, hospitales y gente que no puede. Inclusive en los teatros, la accesibilidad está para los espectadores y espectadoras. Pero nosotros no tenemos camarines accesibles para personas con discapacidad. No está pensado que las personas en silla de ruedas o con alguna diversidad funcional puedan bailar en un teatro mostrando su talento y sin dar lástima. Ayudando a que la sociedad vea de otra manera lo existente.

Sos presidenta y fundadora de la ADIA, una organización no gubernamental formada por profesionales estudiantes y docentes especializados en las artes del movimiento, la educación y la escena, que se propone un cambio de mirada. Lo pienso más allá de la danza. Hay algo del incluir otros cuerpos en el imaginario social. Hay un cuento del libro La lógica del daño que tiene un personaje en silla de ruedas y lo dice cuando la historia ya está avanzada. Y no lo imaginé hasta que leí explícitamente la situación. No era una posibilidad.

No te lo imaginás porque nadie te lo dijo. Porque si de joven, en la sociedad en la que vivimos nunca hubo ningún niño diferente a lo que se llama normalidad, uno no lo conoce. Y cuando ve a otro, es algo que le pertenece a otro.
Hasta que te toca.
Te toca y te encontrás sin herramientas para solventar ese episodio que es traumático en la vida de cualquier persona. Hay muchos jóvenes que pasan a ser discapacitados de un día para el otro por un accidente de moto o deportivo. Y te cambia la vida, el cuerpo, la manera de pensar, hacer, sentir. Cambia la vida de la familia. Esos cambios hacen pensar de otra manera. Y de eso se trata nuestro trabajo. De crear otra mirada.

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