La Personalidad Psicopática

Lic. Silvana Santoro

El psicópata se caracteriza por tener una personalidad que se considera anormal. Según el DSMIV (manual de diagnóstico de psiquiatría) es un trastorno antisocial de la personalidad.
Dentro de esta categoría, podemos encontrar desde un criminal hasta una persona aparentemente integrada al entramado social. Estos casos, en los que no hay señales que alerten a los otros, resultan especialmente peligrosos.
Lo que define a estas personas es que tienen anestesia afectiva, es decir, que no sienten culpa. Por lo tanto, no son ellos los que sufren sino las personas de su entorno. Lo que sí pueden sentir es furia o tristeza, especialmente cuando las cosas no resultan como ellos quieren.
En general, lo que los moviliza es su propio interés: tener dominio sobre su ambiente. Para lograr esto, pueden llegar a simular amor, compasión, solidaridad o ternura. Cualquier estrategia resulta válida para llegar al máximo placer del psicópata: anular la voluntad del otro y así demostrar superioridad. Esto puede darse en el ámbito familiar, laboral o cualquier otro.
Al psicópata se lo ha denominado «loco moral» o «loco sin delirio». En la mayoría de los casos, tienen capacidad de juicio; saben la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. El problema radica en que esto no les importa.
A continuación, menciono algunas de las características del trastorno psicopático de la personalidad.

– Locuacidad y encanto.
– Valoración exagerada de sí mismos.
– Ausencia total de remordimiento o culpa.
– Manipulación y utilización de la mentira como recurso.
– Ausencia de empatía en las relaciones interpersonales.
– Problemas de conducta en la infancia.
– Conducta antisocial en la vida adulta.
– Impulsividad.
– Incapacidad de autocontrol.
– Irresponsabilidad.
– Conducta sexual promiscua.
– Incapacidad de plantearse objetivos realistas y a largo plazo.
– Necesidad de estimulación constante y tendencia al aburrimiento.
– Tendencia a mantener relaciones matrimoniales de corta duración.

Las características aquí mencionadas suelen ser crónicas y no modificables; pero podrían disminuir en la adultez, a partir de la cuarta década de la vida. Para realizar un diagnóstico preciso, es necesario diferenciarlo de otros cuadros, tales como la esquizofrenia, el episodio maníaco o el trastorno narcisista.
Estas personas no suelen hacer tratamientos por propia voluntad; son los familiares o personas de su entorno los que suelen buscar ayuda terapéutica.