Manal, música y revuelta

Por Gabriel Luna

Algunas notas del Periódico VAS tienen algo parecido al canto. Son como notas musicales que se suceden e intentan alcanzar a los lectores con una interpretación.
“Usted preguntará, por qué cantamos” … Cantamos porque el grito no es bastante, y no es bastante el llanto ni la bronca. Cantamos porque creemos en la gente”, decía Mario Benedetti, y porque es urgente interpretar esta realidad, armonizar, levantarnos y hacer algo al respecto.

Este mes de mayo tiene una impronta de revuelta y música: falleció Javier Martínez, baterista, vocalista, compositor y fundador de la célebre banda Manal, surgida a fines de los 60’; la banda duró pocos años, pero llegó con su repertorio hasta nuestros días. Era especial. Manal tuvo influencia de los Beatles, Cream, los Rolling, Jimi Hendrix, Buddy Guy, pero hizo un rock y un blues muy propio: barrial y argentino. Eran años de hippismo y también de revuelta contra el sistema capitalista; los hippies huían del sistema y los estudiantes y obreros atacaban al capitalismo con revueltas, como las del 68’ en Francia y el Cordobazo del 69’ en Argentina, ambas ocurridas el mes de mayo.
Había una oposición al consumismo y una búsqueda de identidad para superar el individualismo y generar un mundo feliz: una dicha colectiva, porque no se creía en la felicidad de un individuo si su entorno era desgraciado (Se hablaba entonces de utopías, y ahora de distopías). Y cantaba Javier Martínez, un muchacho de barrio -nacido en Coghlan-, con voz ronca y redonda: “No hay que tener un auto, ni relojes de medio millón (…) No debes cambiar tu origen, ni mentir sobre tu identidad, es muy triste negar de dónde vienes. Lo importante es a dónde vas. ¡No, no, nooooo! ¡No, pibe, no! -pedía enfático, sosteniendo las vocales- No lo hagas que eso está mal. Nada de eso es importante, el amor ya lo verás”. Prometía Javier Martínez, alzando la mirada al público con sus anteojos de marcos gruesos, tocando extasiado, casi erguido en la batería, haciendo un riff fuerte, que se repetía después, y era inolvidable. Había entonces una dictadura en Argentina, una opresión que dolía, y el público encontraba en las canciones libertad de expresión: un mensaje. Y también una vivencia, algo genuino que venía desde el barrio. “Luz que muere. La fábrica parece un duende de hormigón. Y la grúa, su lágrima de carga inclina sobre el dock (…) Sur, un trozo de este siglo. Barrio industrial”. Cantaba Javier Martínez en Avellaneda Blues. Evocaba un amanecer obrero y melancólico, propio de la explotación y la pobreza, junto a la nostalgia migrante del puerto de Buenos Aires. Cantaba casi recitando, alargando vocales y silencios entre un pasaje de acordes, hasta los arpegios nítidos y las cuerdas suspendidas como gritos y lamentos de la guitarra de Claudio Gabis. Así, acompañados por Alejandro Medina en bajo, crearon el primer blues argentino.

Entre el neoliberalismo y la bomba
Las fábricas entre la pobreza parecían duendes de hormigón en los 70’. Hoy son las corporaciones, los duendes en las redes y en las obras públicas, quienes producen la pobreza. Corporaciones como Mercado Libre, que en realidad no practican el libre mercado y la sana competencia (como predican), sino que son monopolios amparados y privilegiados por el Estado.
Hay una curiosa y grave contradicción en todo esto. Porque las corporaciones, representadas por el actual presidente Milei, se quejan de la injerencia del Estado y quieren reducirlo o eliminarlo. Quieren, en realidad, privatizar las empresas públicas rentables para apropiarlas; y quieren eliminar o disminuir las sumas que el Estado dedica a la salud pública, a la educación y los planes sociales, para reducir las cargas impositivas de las corporaciones y aumentar sus ganancias. Y si el Estado tiene deudas o debe asumir “gastos sociales”, qué los pague el pueblo y no las corporaciones. (Eso es el Ajuste). Esta es la síntesis del gobierno de Milei, disfrazada de reducir la inflación y el déficit fiscal. Y no es muy diferente a la síntesis del gobierno de Macri, del gobierno de Ménem, y de las dictaduras militares de los 70’.
¿Qué hacer? ¿Adaptarse o resistir? “La Tierra que te da la vida, da un tiempo para decidir. Eligiendo inteligentemente, todo el mundo podrá ser feliz”, propone Martínez en el rock Jugo de Tomate.
Y se pregunta en el blues Casa con 10 Pinos: “¿Oxidarse o resistir? ¿Poder ganar o empatar? Prefiero sonreír, mirar dentro de mí, fumar o dibujar. Para qué complicar; complicar”.
“Siempre hay que crear un mundo nuevo”, indica Javier Martínez en el estribillo del blues Te daré mi Mano. Y en el rock Jugo de Tomate -donde propone la elección- le dice a su público (al pibe que toma de referente) que si elige la pereza o las metas de éxito que propone el sistema, deberá tener en las venas jugo de tomate frío. ¡Así de fuerte!
El primer álbum de Manal -de fondo amarillo- traía en la tapa y contratapa una bomba. La típica bomba redonda, oscura, con mecha arriba. La banda tocaba adentro. Y abría con Jugo de Tomate. ¡Nada más claro! (el pibe lo entendía). Era música de revuelta contra el capitalismo y la sociedad de consumo. Eso estaba en el aire. El álbum se gestó pocos meses después de que estallara el Cordobazo, el 29 de mayo de 1969, contra el dictador Onganía.

A mano con Manal
La banda se consagró a fines de 1969 en un festival organizado al aire libre por la revista Pinap cerca de la facultad de Derecho, y provocó euforia, revelación y revuelta. También participaron en ese festival: Almendra, Pappo, Pajarito Zaguri, Sui Generis, Moris… fue el lanzamiento del rock nacional, y la sensación de que era posible cambiar el mundo. Manal hizo muchos recitales, uno en el prestigioso teatro Coliseo -donde se presentó de telonero el grupo Vox Dei-. Manal era realmente una bomba, apasionaba. Exigía los equipos al límite, pero aún cuando distorsionaba el bajo, se rompía algún amplificador o la batería, seguía tocando como podía. Editaron otro álbum: El León. Pasaron a la discográfica RCA. Y la banda se disolvió en 1972, por desavenencias con la discográfica, y por divergencias entre sus integrantes.
Javier Martínez se fue a Barcelona y volvió recién en 1981, cuando terminaba la gestión de Videla, que duró de 1976 a 1981, fueron cinco años de represión, regresión, entrega del país, terror y neoliberalismo. Manal volvió a reunirse, para hacer un disco (“Reunión”) y hacer unos recitales en el club Obras, que coincidieron con la llegada a Buenos Aires de Queen y fueron un fracaso. El público prefirió ver a Queen en el estadio de Vélez, las grabaciones de Manal en el club Obras (hechas con poco público y a desgano) fueron malas. Y la banda volvió a separarse.
Martínez se fue a Toulon, Francia, en 1982, tras la guerra de Malvinas y la paulatina caída de la dictadura del general Galtieri, cuando sucedía en el club Obras un sorprendente, multitudinario y liberador recital de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, y llegaba la democracia a Argentina. Javier en Toulon tocó jazz, guarachas, boleros, rock, rumba, cha cha cha, bossa y también blues. Volvió definitivamente a Argentina en 1987, durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Y volvió a formar Manal, pero con otros integrantes, agregando teclado y saxo. Tocaron versiones del repertorio de los 70’, dos temas nuevos de Martínez. Hicieron recitales con Vox Dei en un programa de TV y en un teatro de Flores. Grabaron un álbum. Y se separaron en 1990. Martínez fundó otra banda, a los tres años otra, y así sucesivamente. Hay de este periódo dos álbumes de fuerte impronta porteña con lunfardo tanguero: “Corrientes” y “Basta de boludos”.
Luego hizo jazz, siendo parte de un trío o un cuarteto, como había sido en Europa. Hasta que volvió a su pasión y fundó en 2010 Manal Javier Martínez, con Maxi Delli Carpini en guitarra y Luis de León en bajo, una banda para él definitiva porque había encontrado finalmente el sonido y la armonía perfecta entre sus integrantes.

¡Había que celebrarlo! Este cronista vió al trío en vivo en febrero de 2011. Fue en Jazz & Pop, el boliche del “Negro” González, una catedral del jazz y la música popular, de donde surgieron Litto Nebbia, Dino Saluzzi y Juan “Pollo” Raffo, sólo por nombrar unos pocos. Jazz & Pop -conocido sólo por un público de melómanos, periodistas, y músicos- era un sótano con veinte mesas, piano, reflectores, equipos de sonido, una barra, y en el centro un rectángulo alfombrado de 3×2 metros, donde se producía la magia. Allí estaba el trío. Y sonaba realmente bien, más nítido que el primer Manal, la batería no necesitaba amplificación y el guitarrista era virtuoso, hacía solos y riffs estupendos. Tocaron alrededor de 30 temas, el público feliz. Y después, ya distendidos en la barra del boliche, este cronista entrevistó a Javier Martínez para Periódico VAS. Pero nunca publicamos la entrevista. Pensamos que podíamos perjudicar a Javier y a Manal. Quedó como una deuda. ¿Qué pasó? Martínez, muy directo y de carácter fuerte, haciendo un panorama sobre el rock actual (estábamos en el año 2011), dijo que eran insoportables los mega recitales de los Rolling Stones en las canchas de fútbol, que se estaba futbolizando el rock y también la política, y que él prefería una comunicación menos espectacular y circense, una comunicación más genuina con el público en lugares cerrados (estábamos en Jazz & Pop, un sótano de 50 m2). Y dijo que el rock nacional ya no era rock: era murga. Este cronista le preguntó: ¿Qué era Manal? Fue un nombre que inventé, contestó. Más que una banda, Manal es un repertorio, dijo. Cuando formé ese trío histórico llamado Manal a finales de los sesenta, yo ya tenía compuestos 50 temas, sabía bien lo que quería hacer.
Después hablamos de las revueltas de esa época: del Mayo Francés y el Cordobazo, de la juventud que quería cambiar el mundo. Y también de la revuelta de 2001, cuando la economía neoliberal estalló y los bancos se quedaron con los ahorros de la gente. “Soy del Río de la Plata pero no me río de la plata”, comentó riendo y citando uno de sus temas. Y hablamos de los barrios, de las Asambleas Barriales que reaccionaron contra la opresión del neoliberalismo.
Le agradecí la entrevista, recordé la letra de No Pibe. “No debes cambiar tu origen, ni mentir sobre tu identidad, es muy triste negar de dónde vienes. Lo importante es adónde vas”. Y le comenté que el lema de nuestro Periódico es: “Si no sabes dónde vas, vuelve para saber de dónde vienes”. Sonrió reflexivo. Y me preguntó de dónde venían las Asambleas Barriales. De las Juntas vecinales de la Revolución de Mayo, le contesté. Y pienso al terminar esta nota en las actuales Asambleas Barriales contra Milei.

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