Memoria, contra el olvido

“Cuando no recordamos lo que nos pasa
nos pueden suceder las mismas cosas…”
Quien quiera oír que oiga, Litto Nebbia

por Cristina Sottile

Recordar significa volver a pasar por el corazón. En lo personal, todas y todos pasamos por la experiencia de revivir emociones, estar ilusoriamente otra vez en lugares amados, no los mismos, no idénticos, no en un traslado material. Pero nos pasa.
Y también sucede que estos recuerdos aparecen, nos asaltan, acechan detrás de la puerta, como dice el poeta, en un objeto guardado y olvidado, en un papel dentro de un libro, en un aroma.
Estos disparadores de memorias que operan a nivel personal y que son evocadores, también operan a nivel social. Porque la sociedad también guarda memorias, ya que no se es sin haber sido antes, es más, no se sabe qué se es, o qué se puede ser sin esas memorias del haber sido.
El plural no es caprichoso, ya que la diversidad social permite la construcción de memorias variadas en relación con los mismos hechos, personajes o épocas.

¿Cuál es la verdad? Sin profundizar el concepto de verdad y dejando de lado aquellas memorias construidas a modo de relato sin fundamento alguno, podemos decir que de cada uno de los ítems mencionados seguramente recogeremos varias versiones. Podemos hacer la experiencia en nuestra propia familia pidiendo que nos relaten cómo fue la última Navidad, por ejemplo. Seguramente también hay varias versiones, según el lugar que ocupa quien habla, la estructura familiar, la ubicación en el espacio, la edad y otras variables que inciden en la interpretación.
De igual manera, socialmente, se construye memoria colectivamente, y tampoco se tiene una única versión de los hechos. Esto no implica que todo sea lo mismo, para esto se acude a fuentes documentales, orales, historias de testigos, publicaciones y más.
En estos recursos materiales, ocupan un lugar privilegiado los archivos y las bibliotecas. Siempre que podamos contextualizar el texto y/o la imagen, y podamos hacer una lectura de estos. Ya que la difusión casi instantánea que permiten los actuales medios de comunicación, así como nos traen la inmediatez y la cercanía del hecho, también lo hacen efímero e inconsistente.
En esta red discursiva que se despliega no sin conflicto, que es ideológica aun cuando exista la pretensión de neutralidad, que tiene intencionalidad y poder, y en la cual hay discursos que están desjerarquizados y deslegitimados a priori, podemos reconocer líneas hegemónicas naturalizadas a través de los años, según las cuales basta con que el discurso provenga de emisores determinados para ser dado por cierto.
Esto sucede por dos motivos: uno de ellos es que el discurso dado por válido acríticamente coincide con aquello que piensa o cree (no es lo mismo) el receptor. Y segundo, las creencias que se sostienen acríticamente provienen de un sentido común instalado socialmente, aceptado como válido sin mayor análisis, aun cuando contraviene intereses propios, y que produce conductas individuales y sociales, es operativo.

Es fácil intentar instalar el olvido social: basta con borrar marcas de memoria, eliminar nombres, demoler edificios, desaparecer, negar la identidad, matar. Pero a lo largo de la Historia, aunque estos dispositivos de crueldad parecieran funcionar, no lo hacen en el largo plazo, ya que la transmisión cultural sigue operativa, entre generaciones, invisibles desde la oficina principal de un multimedio monopólico.

Desde la FFyL, UBA, estamos proponiendo a la comunidad un taller del área de Extensión Universitaria, en el CIDAC, en el cual trabajaremos sobre esta construcción colectiva de la memoria, en relación con la incidencia de los medios masivos de comunicación, la lectura de imágenes del archivo Hasenberg-Quaretti (donado por Mónica Hasenberg para su uso y custodia a la Facultad de Filosofía y Letras – UBA) en relación con el reconocimiento, reconstrucción e identificación de hechos de la Historia reciente. Hablamos de estos 40 años de democracia en los cuales vemos otra vez “al futuro repetir el pasado” (El tiempo no para, Bersuit Vergarabat).
Y también pondremos en tela de juicio, a la luz de los textos leídos, el trabajo sobre material de medios y la colección fotográfica mencionada, el propio sentido común. Que se construye imperceptiblemente a través de dispositivos culturales e históricos, naturalizando lo que tal vez debería ser puesto en discusión o por lo menos en duda.
Es la intención de quienes propiciamos estos talleres, proveer herramientas a la sociedad a fin de reconocerse a sí misma, informarse responsablemente y privilegiar las redes entre seres humanos como núcleos de construcción social. Porque solamente de este modo podremos vivir sin cancelar, sin agredir desde la impunidad, sin recibir discursos generadores de odio, cuya única intención es producir fragmentación social, el borrado de una memoria común y el debilitamiento de la cohesión cultural colectiva.

*Licenciada en Ciencias Antropológicas

 

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