Migrar es un Derecho Humano

por Miranda Carrete

«Marcelina Meneses y su bebé fueron arrojadxs a las vías en un acto racista y xenófobo. Presentes ahora y siempre” indica un mural en la estación Darío y Maxi, ex Avellaneda, del Ferrocarril Roca. Así conmemoran un grupo de organizaciones sociales el femicidio e infanticidio, de Marcelina Meneses y su hijo Josua, que sucedió un 10 de enero de 2001. Hace 20 años. Este hecho de violencia extrema, xenofobia y odio quedó grabado en la memoria social y colectiva. A Marcelina la discriminaron por su origen boliviano. Lo estremecedor de este homicidio dio origen a que en nuestro país esta fecha se instaurara como Día de la Mujer Migrante.

La representación política
Dani Santana se presenta como madre, migrante y afrofeminista. Hace 5 años que vive en Argentina, llegó embarazada, sin conocer bien la lengua. Cuenta que se enamoró del país en su primera marcha del 24 de marzo, “cuando vi al pueblo en las calles, gente pobre, gente de izquierda, vi cosas que en Brasil no se ven”, eso la motivó a acercarse a la política y a organizaciones sociales. Actualmente forma parte del colectivo Passarinho, es voluntaria de la fundación Micaela García e integrante de la Nelly Omar. Además, trabaja como asesora política en el ministerio del Interior en un equipo de “mujeres, feministas militantes que entienden que soy madre, que mis tiempos son distintos”. Dani asegura que no muchas migrantes tienen esa posibilidad. Recuerda que los primeros años de su llegada al país no fueron fáciles y ratifica que la pandemia intensificó muchísimo la cuestión de la xenofobia: “salió a la luz ese pedido de que se vuelvan a su país, más las discriminaciones raciales cotidianas”.

En Argentina la invisibilización de la afroargentinidad y de los pueblos originarios es histórica. En la actualidad seguimos viendo ciertas representaciones estereotipadas en los medios de comunicación, en las ficciones e incluso en los actos políticos dónde los discursos excluyen y desconocen la historia de nuestro pueblo. Es inevitable recordar los dichos de Mauricio Macri en 2016 sobre la angustia de los próceres por separarse de España, o la del presidente Alberto Fernández, el año pasado, que haciendo referencia a un supuesto texto de Octavio Paz aseguró que: los mexicanos salieron de los indios, los brasileños de la selva y los argentinos llegamos de los barcos, entre otros dichos desafortunados de otros funcionarios. Dani lamenta que, a pesar de las leyes de avanzada en cuestiones de género y migración, continúen sin reconocer las múltiples diversidades: “no son todos blancos o rubios, en Argentina hay afro argentinidad y pueblos originarios”. Una situación que se evidencia en la falta de “migrantes, negros, indígenas, pueblos originarios en los lugares de representación, en los despachos, en los espacios de toma de decisiones”. Para ella no es suficiente que los y las diputadas tengan perspectiva de género, raza o clase: “Hacen falta personas que no solo trabajen las temáticas, sino que también las vivencien”.

Hablemos de racismo estructural
“La discriminación por cuestiones raciales a determinadas comunidades migrantes y vinculada a las mujeres, existe”, asevera Chana Mamani, de raíz aimara, origen boliviano, ciudadana argentina e integrante de Identidad Marrón, una organización que debate sobre el racismo estructural en Latinoamérica, y de la Red Nacional de Migrantes y Refugiados en Argentina. Para Chana “tiene que ver con la construcción del Estado – Nación, que se sustenta bajo una lógica racista y patriarcal” y se pregunta: “¿Quiénes son las que ocupan los lugares de servicio? ¿Quiénes sostienen las cadenas de cuidado?”, ahí están las mujeres migrantes. Hay una vinculación entre nación, origen, género en algunos discursos, tanto como en la agresión racista, el insulto odiante y dirigido a determinada nacionalidad. “Está en todos lados, en el canto popular, a la vuelta de la esquina, eso es el racismo estructural”, reflexiona. Hablar de racismo estructural es hacer referencia a las operaciones que ocultan la existencia del racismo a partir de ciertas prácticas que producen y reproducen estereotipos situando a un grupo de personas sobre otras. De esta manera se normalizan los actos discriminatorios en los que se privilegia a un sector y se excluye a otro. La excusa puede ser la nacionalidad, la cultura, la clase, el sexo, el género, el color de piel, la apariencia, etc. En este contexto la discriminación racial vinculada a las mujeres se profundiza y evidencia en los espacios institucionales y también en el cotidiano.

En esa línea Dani Santana sostiene que el racismo afecta directamente a las mujeres, porque para todo tenemos que hacer recortes de género: “Cuando hablamos de interseccionalidad, ahí está la cuestión de las opresiones, las mujeres están más vulneradas y si son racializadas peor aún”.

El racismo en las calles
“Como mantera sufro muchas violencias, la gente nos dice que volvamos a nuestro país y nos pisan la mercadería”, dice Raechell, que es paraguaya y trabaja como vendedora ambulante en la Ciudad de Buenos Aires. Asegura que la falta de trabajo y la precarización son los principales problemas que atraviesan a las mujeres migrantes: “Me negaron varios puestos de empleo por ser migrante y encontré en la venta callejera la posibilidad de llevar un plato de comida a mi hogar”. Sin embargo, trabajar de forma autónoma, en la calle, implica estar expuesta a la violencia machista, los abusos y agresiones de varones que se aprovechan de la necesidad y la vulnerabilidad. Para poder sobrevivir, muchas de estas mujeres realizan doble o triple jornada laboral.

“Sigue existiendo la discriminación, una de las tareas que hacemos como agentes sanitarios es acompañar a pacientes que no hablan bien el idioma castellano”, indica Mery que nació en Oruro, Bolivia, y vive en Mendoza, Argentina, hace más de 20 años. Forma parte de la comunidad colla intercultural Ayllu y trabaja como agente sanitario indígena en Guaymallén. Cuenta que en una escuela cercana a la comunidad no quisieron otorgar becas a dos niñes migrantes. Uno de los fundamentos de la maestra fue que “los pueblos originarios ya no existen y los indios no están más”. Las familias estaban muy dolidas ya que les niñes no querían ir más a la escuela, entendían que se trataba de un acto de exclusión. “Creemos que hay una falta de información muy grande en las escuelas y municipalidades; tenemos que estar más visibilizados, el Estado debería encargarse de capacitarlos de decirle que nosotros estamos presentes”, reclama Mery, que afirma haberse sentido discriminada en varias oportunidades. La que más le dolió fue cuando yendo a trabajar, estando embarazada, subió al colectivo y un hombre que llevaba una niña en brazos comenzó a insultarla porque no le daba el asiento. Los agravios hacían alusión directamente a su país de origen, a su color de piel, entre otras cosas. En ese momento la reacción de la gente fue defenderla, ella se descompuso y el chofer hizo bajar a todos los pasajeros y la llevó hasta el hospital. Mery recuerda conmovida esa anécdota y rescata el acompañamiento de las personas y del chofer que se solidarizó con ella. La organización social en las comunidades hizo que Mery se sintiera cómoda y acompañada, también la impulsó a realizar la tarea de agente sanitario, un rol clave en el territorio que habita. “Cada migrante tiene una historia distinta. No es fácil irse de un lugar para otro, dejas la familia, las costumbres, la comida, la música. Yo dejé hace más de 20 años mi país y aún lo extraño. Migrar es un derecho y no deberíamos sufrir discriminación”, concluye Mery.

Migrar es un Derecho Humano
“Para mí migrar es un estado, una situación, un momento, una identidad, es algo que se construye, un proceso constante, no sos ni de acá ni de allá a veces es habitar en esa frontera”, responde Chana a la pregunta: ¿Qué es migrar para vos? Por su parte, Raechell, sostiene que quisiera volver a Paraguay en algún momento, cuando la situación económica se lo permita. “Migrar fue muy doloroso, quedaron atrás muchos afectos, mis raíces, mis costumbres y todo con lo que crecí. En la pandemia perdí a mi abuela, que fue quien me crió, y no pude despedirla”, relata y describe que el dolor y la tristeza son inmensos cuando estás lejos de tus raíces.

Por último, Dani Santana reafirma que “migrar es saber que donde estés, estás en tu casa, estás donde elegiste, es poder gozar de todo lo que podemos”. Y desea que todes tengamos el derecho a migrar “porque migrar es un derecho, como vivir donde queremos, tener los mismos accesos y derechos”.

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