Placer sin fecha de VENCIMIENTO

por Miranda Carrete

¿Se habla de sexualidad en la vejez? ¿Cuáles son las representaciones sociales sobre les adultes mayores? ¿Existe una edad para el erotismo? ¿El placer, tiene fecha de vencimiento? Para derribar los mitos que le ponen fecha de vencimiento al placer, conversé con profesionales que trabajan sobre la vejez y la sexualidad desde distintos ámbitos: académico, literario y económico. Hay otras formas de vincularse con el deseo sexual, con los cuerpos e incluso con las violencias, que sobre todo recaen en mujeres y que durante muchos años se mantuvieron en silencio.

El paso del tiempo
“Envejecer bien tiene que ver con tener una sexualidad disfrutable”, es una de las primeras frases que lanza Flora Proverbio, docente de economía de la longevidad. Flora comienza a investigar por necesidad y curiosidad. En una de sus visitas a la ginecóloga, cuando se “estaba acercando a la menopausia”, le pintaron un panorama desalentador, además de patologizar esa nueva etapa que su cuerpo estaba atravesando. “No me conformó la respuesta, necesitaba saber más. Organicé entrevistas con mujeres de mi edad (50 en adelante) para ver cómo transitaban esta etapa, un poco como para prepararme para mi propio envejecimiento”. Así surge “Triángulos plateados”, un proyecto en el que Flora conversa con muchas mujeres, periodistas, sexólogas, médicas, sociólogas, para conocer cómo se vive la sexualidad cuando el cuerpo ya no es el de los 20. “Es como decir conchas canosas, si hay algo que asusta de las mujeres mayores es pensar en una vulva que envejece”, dice riendo.
En esas charlas, que comenzaron siendo virtuales y luego pasaron a un formato presencial, Flora encontró puntos en común: la falta de información o mala educación sexual, centrada en la anticoncepción, la gestión de un embarazo y de relaciones heterosexuales; por el contrario, el deseo o el disfrute no entraban en ese relato.
Flora está editando un libro con el material que recopiló; asegura que desaprender y empezar a ponernos en el centro de la escena es una necesidad. “Escuchando a otras mujeres me di cuenta de que todas las preguntas que me hacía con respecto a mi sexualidad eran sobre la vejez, pensada como una etapa en la que dejas de servirle a los otros, sobre todo como mujer: ya cuidaste, ya serviste, ya hiciste cosas que no querías”, enumera, y subraya que gestionar espacios de placer fue una de sus primeras conclusiones. Por el contrario, observó que otras mujeres al estar libradas de esas obligaciones empiezan a experimentar, sintiéndose más libres.
Al escuchar otras experiencias y a profesionales que abordan la salud de forma integral, pudo entender que si bien hay un cambio en el funcionamiento fisiológico del cuerpo, eso no lo inhibe de sentir placer, “hay muchas mujeres que no lo saben y creen que con la menopausia el deseo desaparece y que no son más seres sexuales, es así porque nadie nunca se lo explicó”. La autora asegura que la clave es aceptar e incorporar los cambios físicos y emocionales de esa etapa de la vida: el cuerpo responde más lento, los orgasmos tardan más en llegar, se requiere más estimulación, buscar el erotismo de la piel, “entender que si la persona con la que estás es un hombre, sus erecciones van a ser intermitentes”. En este punto, detalla, que el autoerotismo cobra mucha más relevancia.

La Universidad como punto de encuentro
En la Universidad Nacional de Quilmes, dos profesoras propusieron un programa que puso a les adultes mayores en el centro. Un espacio de trabajo que comenzó llamándose “Sexualidad, erotismo y amor, los hechos y los mitos”, título inspirado en Paul Vayne (Imperio Romano) y el libro “El segundo sexo”, de Simone de Beauvoir. El objetivo principal es hablar sobre sexualidad con les viejes. “Cuando lanzamos el taller no se anotaba nadie”, recuerda Sandra Borakievic, psicóloga y docente de la UNQui. En esas primeras convocatorias se sentían militantes captando a adultes mayores que estaban dentro y fuera de la Universidad. El uno a uno permitió explicar en detalle de qué se trata el taller, en esos cruces observaron risas pícaras o avergonzadas. Como las inscripciones fueron muy bajas, diagramaron una nueva estrategia: proyectar películas sobre el tema. “Comenzamos con ‘La vida empieza hoy’, una coproducción argentino española.
“Fue una forma de hacer una sensibilización, instalar que se puede hablar de sexualidad de adultxs mayores, ya hay otros que hablan, y luego pelear con las representaciones hegemónicas que existen en la sociedad sobre el tema”, describe Cristina Chardon, psicóloga, e investigadora del departamento de Ciencias Sociales de la UNQUI”.
Cuando le pregunto a Sandra sobre su acercamiento a la temática, si tuvo que ver con algo personal o social, me responde “lo personal es político”. Y sí, los mandatos sobre cómo es “llegar a viejxs” nos atraviesan a todxs, desarmar los mitos, resistencias e imaginarios que rigen tanto en las instituciones, en las representaciones sociales, como en las subjetividades individuales, habilita pensar y trazar nuevas trayectorias que rompan con el discurso hegemónico, que solo regala a la juventud los privilegios de una vida sexual.
Los talleres y el encuentro entre los participantes permitieron generar un clima de confianza, poner en común prejuicios y mitos que las personas tienen sobre sí mismas, cristalizaciones de un comportamiento social muy naturalizado. Sandra comenta que uno de los temas más recurrentes, sobretodo en las mujeres, es la prohibición de la sexualidad “muchas fueron criadas de una manera en la que todo eso estaba vedado” Entre los varones a veces surge el mandato constante de lo que hoy llamamos la masculinidad hegemónica, su obligación de estar siempre, de ser fuertes, de proveer. Otro mito muy arraigado, incluso en ámbitos progresistas, es que las viejas no tienen sexualidad.
¿Cuántas veces escuchaste en los medios de comunicación o en una conversación cotidiana las palabras abuelo, abuelitx, para referirse a lxs adultxs mayores? Una descripción que está muy naturalizada cuando hablamos de personas que superan cierto rango de edad. ¿Porqué se cae en esa generalización?, Sandra explica que “una abuelita está muy distante de ser una persona sexual, el abuelo viene ligado a cierta cierta imaginería de una persona que no tiene autonomía, que tiene alguna enfermedad”. Además, es una figura pasiva en relación al mercado: una persona que ya no es productiva. En ese sentido agrega que la contrafigura de la abuelita que no tiene sexualidad, es la del “viejo verde”, dos temas que salen en los talleres “cuando problematizan esas cuestiones se escuchan mutuamente y es muy interesante”.

¿Qué significa el derecho al goce?
“Tiene que ver con la posibilidad de hacer las cosas que a una le gustan porque el goce no es solamente tener relaciones sexuales. Sino el derecho a hacer eso que siempre quisimos, pero postergarmos por ciertos mandatos sociales”, dice Cristina. Para ella crear ambientes adecuados de forma institucional y en grupos, es una estrategia para que las voces de las personas mayores sean tenidas en cuenta. Según las profesoras consultadas hay programas de PAMI en todas las universidades nacionales que brindan diferentes tipos de cursos.
En los talleres que brindan Sandra y Cristina en la Universidad de Quilmes, participan personas con trayectorias muy diferentes entre sí, desde universitarixs a quiénes no han terminado los estudios de primaria. La mayoría encuentra en ese espacio un lugar confortable para darle voz a miedos, prejuicios, anécdotas, que en el ámbito familiar no pueden abrir.

¿Jubilarse, es retirarse?
Todas las entrevistadas coinciden que la jubilación está relacionada a lo pasivo, a la no productividad, un prejuicio que estalla cuando las personas atraviesan experiencias que ponen en cuestión esa norma “son imaginarios en torno a ese momento, me jubilé, se terminó. Por eso es tan importante generar espacios donde la gente grande pueda encontrarse, hacer otra cosa, dejarse afectar por otros, ahí se generan las condiciones en actos para poner en tensión”, dice Cristina.

Lo senil no te quita lo caliente
Rosa Rodríguez Cantero, es poeta, conocida como “la payadora porno de Berazategui”, se ríe cuando lo cuenta, su apodo tiene que ver con la forma de recitar “con métrica y rima como los versos del Martín Fierro”. Autora de “Pólvora en Chimangos”, “El amor en tiempos del PAMI” y “Lo senil no te quita lo caliente”
A los 60 años, cuando su hija menor se casa y se va de su casa, Rosa decide “hacer lo que siempre había soñado”, aprender a escribir poesía. Su relación con la escritura empieza a los 9 años: “Leí a Fernández Moreno en un manual de mis hermanos y me enamoré”. La respuesta de su padre determinó los próximos 50 años: “ni se te ocurra, las poetas son todas locas o putas”. A partir de ese momento Rosa leía y escribía a escondidas, durante su adolescencia y luego en sus años de trabajadora de casas particulares. La precariedad laboral, la falta de vivienda, la crianza de sus hijxs en soledad, fueron las razones por las que postergó su deseo. Se reencontró con la poesía en un taller en Lomas de Zamora “siempre soy la más vieja de todos los grupos”, se ríe.
Sus primeros textos hablan sobre la desigualdad de género en la sociedad. “Dicen que nosotras somos el sexo débil. Yo no me siento débil”, comenta Rosa sobre su primer libro “Pólvora en Chimango”. Después vino “El amor en tiempos del PAMI”, una mirada sobre la sexualidad entre adultxs mayores. Rosa reúne a sus amigas y, entre mate y mate, les pregunta si “todavía cogen”, la mayoría dice que no y eso destapa una charla sobre cuáles son las formas de erotismo que conocen y cómo encontrar placer en esos tiempos “hay muchas formas de hacer el amor, no hace falta una erección como la de los 25 años, ni esa energía. Me di cuenta de eso y empiezo a escribir sobre la sexualidad en la edad adulta, con un lenguaje vulgar de la calle, porque es una forma de reírme de mí misma”.
Para Rosa la poesía es un arma “puedo defender mi posición, atacar ideologías religiosas, ideas políticas, es un arma de militancia para llegar a muchas personas y romper los prejuicios sobre los adultos mayores”. Luego, lee con una voz provocativa, fuerte y gastada, uno de sus poemas preferidos en el que se ríe de ser vieja, de usar bastón y tener dientes postizos “cuando uno aprende a reírse de sí misma, que los demás se rían ya no te duele”.

El amor en tiempos del PAMI

El bastón de regueras
no serán impedimento
para tener sexo violento
con algún viejo atrevido
que tenga por bien vivido
lo que lo ha dejado contento

es cierto que con los años
las cosas se hacen más lentas
pero si alguien me calienta
al catre Sutra recurro
y entre besos y susurros
la libido se fermenta

el hombre se prende al viagra
la mujer al lubricante
para llegar al instante
del orgasmo placentero
y allí comienzan los peros
que agobian a los amantes
ya desnudos y en la cama
nos besamos flacideces
como tantas otras veces
pasados de calentura
acomodamos posturas
y el gran impulso aparece
ya está todo preparado
no somos tan exigentes

Estoy estrenando dientes
una prótesis divina
con ella muerde una esquina
para evitar accidentes

siento el temblor de su boca
acercarse a lo profundo
tenemos breves segundos
para dar justo en la nota.
Así que beso su Chota
para evadirme del mundo

Entonces, la puta madre
mis dientes plastificados
se sueltan desaforados
y en esa pija blandengue
para armar flor de cachengue
que quedan apenas colgados
mi amigo no entiende nada
Mira mis labios hundidos
un desgarrador quejido
anuncia el triste final
todo termina muy mal
y yo sin haber cogido.

Bonus track de recomendaciones:
Documental VejeZes
Película: Mujer Nómade, Esther Díaz
Libro: El Amor en los Tiempos de PAMI, La Libre
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