¡QUÉ SE VAYAN TODOS! ¡QUE NO QUEDE NI UNO SOLO!

por Gabriel Luna

Esa fue la consigna y el cántico que animó y levantó nuestro pueblo el 19 y 20 de diciembre de 2001. Fuimos millones a Plaza de Mayo desafiando el estado de sitio impuesto por el Gobierno; hubo represión, treinta y nueve muertos en las calles. Algo despiadado e imperdonable. Acabamos con el gobierno neoliberal de Fernando De la Rúa, que huyó de la Casa Rosada en helicóptero. Y también, en sucesivas movidas, acabamos con los gobiernos de los cuatro políticos que trataron de suceder a De la Rúa.

¿Qué había pasado? De la Rúa había elegido, como Milei, una economía financiera en vez de una economía de producción y, a instancias del FMI —también como Milei—, había establecido recortes al gasto público: las jubilaciones, la salud pública, las obras de infraestructura, los salarios… Había entonces una Ley de Déficit Cero, impulsada por De la Rúa y votada por el Senado en julio de 2001, que establecía que el gasto público no podía superar a la recaudación, y que si lo hiciera, debía reducirse sin miramientos. La cuestión era entonces, y es también ahora: ¿Por qué, en vez de reducir las partidas de jubilaciones, salud, educación, obra pública, salarios estatales, etc., no se aumenta la recaudación? Es decir: ¿Por qué no se aumenta la producción —que genera trabajo, consumo y recaudación— y por qué no se aumentan los impuestos a quienes más tienen? No hay una respuesta clara sobre esto por parte de los gobiernos.

¿Por qué las políticas económicas de Ménem-De la Rúa y la de Milei son parecidas y tienen las mismas víctimas? ¿No hemos avanzado? ¿Volvimos al mismo punto?

¿Se repite la Historia?

La Historia no se repite. No es que volvimos al 2001. Para nada. La Historia crece, se transforma y nos transforma. Nosotros los de entonces ya no somos los mismos, dijo un poeta. Y nosotros, los que venimos del 2001, tampoco. Crecimos, fuimos un sujeto social (y muchos todavía lo somos: yendo, por ejemplo, a la Plaza del Congreso los miércoles o escribiendo en un periódico independiente). Sufrimos, disfrutamos, dudamos, entendimos, ganamos, perdimos. Aprendimos. Pero la cuestión es que seguimos viviendo bajo un régimen neoliberal, el que trajo Videla con la dictadura, continuó Menem con la democracia, y continuaron todos los sucesivos gobiernos de los distintos partidos, bloques o alianzas electorales hasta el presente.

Este régimen neoliberal o de capitalismo extremo —urdido por los economistas Milton Friedman y el austríaco Hayek en favor de los mega empresarios— que todavía no pudimos erradicar, nos llevó desde un índice de pobreza del 5% en 1975 a un 35% en 2025. El daño es definitivo y elocuente:

¡La pobreza en Argentina se multiplicó por siete durante 50 años de neoliberalismo!

Uno de los índices más altos de pobreza ocurrió a fines de 2001 durante el gobierno de De la Rúa. Fue del 65%. Entonces, hace casi 25 años surgió la consigna del título: ¡Qué se vayan todos!, ¡qué no quede ni uno solo! Habíamos descubierto la traición de la clase política. Que los políticos en verdad no nos representan ni obran por nuestros intereses. Que obran según los intereses de los mega empresarios. Y los mega empresarios, disfrazados con el abstracto título de Mercado o de FMI, son en realidad quienes gobiernan y quienes obtienen las ganancias, que son en realidad una transferencia de recursos del 90% de la población a los más ricos. Eso es en síntesis el neoliberalismo: una concentración inusitada de riqueza, que pasa del Estado (o sea, de nuestro patrimonio) a manos privadas. Reducir el Estado es aumentar las ganancias de un puñado de mega empresarios y especuladores. Esa ambición no tiene límites ni compasión social; es cruel. Ejemplo: El gobierno de Milei promueve el negocio financiero de la deuda con el FMI —que le sirve a los especuladores como Caputo— y aumenta las ganancias de los mega empresarios reduciéndoles los impuestos —como en el caso de Galperín— a costa de la pobreza de los jubilados.

¿Cómo se sostiene el neoliberalismo?

Lo impulsan los Rocca, Bulgheroni, Eurnekián (el padrino económico de Milei)[1], Galperín, Sigman… y los Musk, Arnault, Bezos, Gate, Zuckerberg… de todo el mundo. Y lo sostienen los políticos partidarios con mentiras y represión, los medios de comunicación, las redes y las plataformas de los mega empresarios. El régimen neoliberal crece: concentra riqueza y distribuye pobreza. Crece despiadado, sin humanismo ni límites. El límite debemos ponérselo nosotros, el 90 % de la población empobrecida.

Cuando ponemos el límite, el régimen entra en crisis. Es lo que sucedió en diciembre de 2001 cuando cayó el sistema político partidario. ¿Qué pasó después? La consigna era clara: Qué se vayan y que no quede ni uno solo. Nosotros debíamos gobernar. Hicimos asambleas vecinales en las plazas, creamos nuestros propios medios de comunicación (como este Periódico VAS que surgió en 2004), hicimos asambleas generales, empresas cooperativas, presupuesto participativo, convocamos al mundo. Era un cambio radical que afectaba a los grandes intereses concentrados, y nosotros no sabíamos demasiado de la relación profunda entre los políticos partidarios y los mega empresarios. Tuvimos que aprender. “El Mercado” caía. Y los políticos partidarios ingresaban a las asambleas vecinales para tratar de cooptarlas o impedirlas.

Los partidos políticos no querían pasar de una democracia representativa a una democracia participativa porque ellos desaparecerían, y los mega empresarios no querían porque perderían ganancias e incluso capitales. El peligro era y sigue siendo muy concreto. Entonces los políticos y los mega empresarios con el concurso de los medios de comunicación que les pertenecían, urdieron una estrategia y dos engaños para sostener el neoliberalismo. El primer engaño era y todavía sigue siendo la creencia de que el pueblo no puede comunicar su opinión y gobernar de hecho al ser consultado sobre asuntos trascendentes, cuando hay tan enorme desarrollo informático y cada cual tiene una computadora o un celular. El segundo engaño y más importante por su carácter alucinatorio era y todavía sigue siendo la percepción de una grieta. Se trata de una grieta emocional o ideológica, de una falsa grieta, donde de un lado se encuentran políticos adversos, malos para el pueblo, y del otro lado los políticos menos adversos, los llamados “el mal menor”.

Y la estrategia consiste en entretener al pueblo con esta lucha electoral entre los dos bandos. Se arma entonces un circo electoral que, junto con la represión, el engaño y la manipulación mediática, trata de sostener el régimen. De modo que cada dos o cuatro años se monta el circo de payasos, equilibristas, fieras y gladiadores, y se trata de convencer al pueblo de que vote a quienes considere “el mal menor” y tenga una ilusión.[2]

¿Qué hacemos entonces?

Lo primero es ver los engaños. No existe una grieta ideológica entre dos partidos o bloques electorales. Ambos proponen el régimen neoliberal. Y ninguno de ellos, desde 2001 hasta 2025, ha conseguido bajar la pobreza a menos del 25% en ningún período semestral. Tampoco hay mal menor, me dice un amigo antropólogo; el mal menor es en realidad el mayor de los males, porque impide ver lo que pasa y permite la continuidad del régimen por la vía electoral. Todos los políticos partidarios con posibilidades de ganar responden a los mega empresarios y a sus intereses particulares. Y no es que unos respondan más y otros menos. No hay mal menor que sirva. Lo diré una vez más. Esto se trata de una estrategia urdida por los mega empresarios y los políticos para reemplazar gobiernos títeres por la vía electoral, entretener a la gente con espectáculos y promesas, dar continuidad al régimen, y seguir acumulando ganancias y privilegios. Cuando un títere se gasta, muestra la hilacha o tiene mucha oposición, se lo cambia: llega Unión por La Patria, o llega Juntos por el Cambio, o llega La Libertad Avanza, ponen otro títere y continúa el régimen. Así funciona.

¿Qué hacemos entonces? Debemos impedir el daño. Pensamos, aprendemos y actuamos. Crecemos con la Historia y con lo que hemos vivido. Nos transformamos. Nosotros los de entonces ya no somos los mismos, como dijo el poeta. Somos o nos convertiremos en sujetos sociales. Y esto quiere decir entender lo que está pasando, ver una esperanza para nuestro pueblo y actuar en comunidad contra el sometimiento para vivir en una sociedad mejor.

[1] Ver Eurnekián, el padre de la criatura 
[2] Ver El Circo Electoral

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