El Circo Electoral

Por Rafael Gómez

Del latín circus, círculo, cerco, el circo era un espectáculo de la antigua Roma, fantástico, muchas veces sangriento, ofrecido por la clase política para entretener al pueblo. Ni el entretenimiento ni el ofrecimiento eran inocentes. Se procuraba mediante los espectáculos distraer y descargar la agresividad del pueblo. Es decir, el circo servía para tapar problemas sociales y evitar reclamos e insurrecciones.  

Actualmente, el circo romano se recrea y afina en sus propósitos tomando distintas formas: fútbol, mega-recitales, cine de Hollywood o similar, talk shows, reality shows, culebrones, periodismo catástrofe, series violentas, concursos, sorteos, payasos, sexo, programas diversos de la televisión y demás medios. Las variantes del circus son muchísimas pero todas coinciden en lo esencial: sostener un sistema político determinado sublimando o cercando las acciones adversas y oscureciendo o cercando el pensamiento crítico. Circus también significa cerco.

En nuestro país, donde la mayor parte de la población no tiene cubiertas las necesidades económicas y culturales básicas, la supervivencia del sistema depende de la contención. Y el entretenimiento es más barato y eficaz que la represión. De modo que los circos crecen entre nosotros por todas partes, nos invaden y neutralizan. ¿Cuáles son esos circos? Mencionaré sólo algunos nombres: Tinelli y Pergolini, Los Roldán, Los Simpson, Maradona, Live 8, Mirtha Legrand, Moria Casán, Luciana Salazar, Walt Disney, los premios Oscar y Martín Fierro, Steven Spielberg, Chiche Gelburg, Nito Artaza, Radio 10, Majul, Mariano Grondona, Susana Giménez, Nacha Guevara…1

Volviendo a la primera acepción de circus, cerco, hay ejemplos materiales y evidentes de esto: son las cercas, los vallados permanentes tendidos alrededor de la Casa Rosada, el Congreso Nacional, la Casa de Gobierno de la Ciudad, el Palacio de la Legislatura de la Ciudad, y otros edificios públicos. ¿Estamos en guerra? ¿Hay amenazas de ataques multitudinarios, insurrección o revolución? No sé. Lo cierto es que las vallas están, y además la policía, la gendarmería, los tanques, las motos, las armas, la guardia de infantería. La clase política se refugia y aísla de los que son, al menos en teoría, sus propios representados. Y las vallas no son sólo esas. ¿Cuáles otras? Amable lector o lectora, si usted no pertenece a la clase política le propongo esto: intente, solitaria y humildemente, comunicarse con un legislador, cualquiera, el que le caiga más en gracia. Usted sentirá las otras vallas. Inténtelo de nuevo, motivos no han de faltarle. Tendrá mucha suerte si una secretaria del personaje le contesta un mail. Inténtelo otra vez pero no se canse. El aislamiento no es solamente de los legisladores abarca a toda la clase política. Si usted no es amigo, recomendado, puntero o acreedor de favores, si usted no aparece en los grandes medios, no tiene gente detrás susceptible de convertirse en cliente, o no propone negocios, cohechos o estipendios, usted está afuera. Y para eso están las vallas, el cerco, para no dejarlo entrar.

La clase política tiende cercos para separar a las personas de sus propios intereses y poder controlar así a las personas y a los intereses. Estos intereses pueden ser sociales o particulares. Un ejemplo de esto fue el corralito financiero tendido por la clase política y los banqueros durante el 2001 y 2002, que separó a las personas de sus ahorros. Otro ejemplo es el cerco de la pobreza, que ha crecido sin interrupción desde los últimos cuarenta años gracias a la clase política, los banqueros, y las corporaciones.2 Este cerco, aún más extenso que el anterior, excluye y empuja a millones de personas llevándolas hasta el margen de la sociedad. Separándolas de la riqueza, de sus derechos,3 y de su identidad social.

Circus, según queda dicho, significa cerco y también significa espectáculo de distracción, contención y oscurecimiento. Nuestra clase política cumple la horrible tarea de dar lugar a las dos acepciones. Efectivamente, la segunda acepción, el espectáculo, es particularmente notable en estos días previos a los comicios. La clase política consulta libretistas, estadísticas, analistas de opinión pública, asesores de imagen, vestuaristas, se maquilla, se implanta botoxs, peluquines, siliconas, se hace lipo-aspiraciones, arreglos dentales, y sale con su sonrisa farandulera al ruedo de los medios masivos de comunicación.

El espectáculo resulta una variante del circo romano donde la misma clase política interpreta a los payasos, las fieras y los gladiadores. El público, sin tocar ni acercarse mucho, puede seguir las luchas desde la televisión, la radio, los diarios y las revistas. Se trata de zaherir, insultar, desmoronar, poner en ridículo, denunciar, estigmatizarse entre ellos. Y el público en general disfruta del espectáculo, no porque está bien hecho sino porque desprecia a los políticos.4 Lo siniestro es que los políticos lo saben, y precisamente por eso montan las luchas: para manejar ese desprecio, concentrarlo en unos, rebajarlo en otros… Y dar entonces lugar a los argumentos falsos de votar al menos malo, elegir el mal menor porque esto es lo que hay, porque así es la democracia…y bla, bla, bla, bla. Hasta que llegan los comicios. La función tiene siempre el mismo final. Algunos son elegidos. Los payasos, las fieras y los gladiadores, ganadores y perdedores festejan, se abrazan entre bambalinas, abandonan sus luchas de cartón, y avanzan contra el público.

Ese público somos nosotros. ¿Por qué cada dos o cuatro años nos sacrificamos en ese espectáculo? La carpa del circo electoral es la democracia representativa. Pero la democracia, en el mejor de los casos, es sólo electoral. Y la clase política, lejos de representarnos, parece un pulpo monstruoso que avanza contra nosotros. ¿Por qué validar este sistema? Revisemos los argumentos que esparcen los mismos políticos: Votar al menos malo. ¿Qué quiere decir elegir el mal menor? ¿Elegir una hiena o un gladiador en vez de un tigre? ¿Perder una mano en lugar de un brazo? Nunca se debe elegir el mal, ni mayor ni menor. Es lo que hay… nos advierten. Pues si eso es lo que hay no elegimos, hay que hacer otra cosa. Hay que imaginar otra cosa. Un argumento cínico y conformista, que revierte las culpas, es el siguiente: La clase política no nació de un repollo. Es cierto, pero los delincuentes y los criminales tampoco. La clase política no está presa porque hace las leyes. Otro argumento, que da un poco de vergüenza ajena porque viene casi gateando de la mano de John Wayne y Bruce Willis, es: Pero alguno o algunos debe haber… Alguien con ética, capacidad, valentía (una especie de salvador, cruzado, héroe de Hollywood). No existen en la clase política estos personajes, y si existen las máquinas partidarias los despedazan antes de que crezcan. El problema es que los partidos políticos son estructuralmente corruptos, tienen códigos mafiosos. Son aparatos electorales movidos a fuerza de clientelismo y negocios tras un objetivo único: el poder.5

¿Qué hacer? No lo sé con exactitud. Pero creo que ir por fuera de los partidos políticos y crear entidades barriales autónomas, de carácter horizontal, participativo, donde se construya con el otro y no sobre el otro, sería un buen comienzo para hacer una democracia participativa y desprendernos de esta carpa que nos va matando. Porque nadie vendrá a salvarnos. Nadie creará un mundo mejor para nosotros y mucho menos la clase política. Nos toca hacerlo a nosotros o esperar el final enajenados frente al televisor, o refugiados en la resignación o el cinismo. Hay que animarse. La creación es un trabajo maravilloso emparentado con la vida.

En la novela Ensayo sobre la Lucidez,6 José Saramago cuenta la historia de una ciudad que se desprende de su clase política y toma las riendas de su propio destino. No hay violencia. Ocurre sencillamente que la mayoría de los ciudadanos votan en blanco. Cuando el Gobierno, atribuyendo los resultados a un temporal, repite los comicios resulta que la cantidad de votos en blanco es abrumadora. A partir de esto se genera organización y solidaridad. Saramago dota a sus personajes de un rasgo esencial y muy valioso: la lucidez.


1 No se trata en esta pequeña lista de denostar o equiparar los trabajos o habilidades de los mencionados sino de ejemplificar distintas expresiones del circus

2 Ver  nota “Vivir en el margen de una sociedad que te mata” (Parte I)

3 Derechos Humanos básicos (alimentación, salud, vivienda, educación).

4 Entiéndase políticos asimilados a los partidos políticos.

5 Se profundiza en esto la nota “Vivir en el margen de una sociedad que te mata” (Parte II).

6 Ensayo sobre la Lucidez, Ed. Alfaguara.