Rock and roll y fiebre

Sobre juventudes, pandemia y cuidados en verano

por Mariela Acevedo*

Hace unas semanas, con la llegada de la temporada de verano y las vacaciones también entramos a una nueva etapa de la pandemia: ya no hay aspo (aislamiento social preventivo y obligatorio) ni dispo (distancia social preventiva y obligatoria) sino una especie de vigilancia aleatoria que busca culpabilizar de los rebrotes a un segmento específico de la población: aquelles que no son población de riesgo y por ende, sus prácticas no tendrían consecuencias graves para su salud pero sí para otres: niñas/os, adolescentes, pero especialmente, jóvenes. Se ha intentado todo menos escucharles: se les ha mandado, obligado y hasta amenazado con robocops patrullando y dispersando los grupos en las playas. En esta nota pensamos el adultocentrismo con el que los medios de comunicación apuntan a estas “bombas biológicas” tras casi un año de pandemia y la posibilidad de otras respuestas que involucran la reducción de riesgos y el control de daños.

Adultocentrismo: la más naturalizada fibra del patriarcado capitalista
Ser adultas/os nos llena de responsabilidades, eso sabemos, menos conscientes somos de los privilegios. Aunque todes sufrimos la pandemia y el confinamiento, poco hablamos de la forma en que vivieron niñas, niños, adolescentes y jóvenes el cierre de los espacios por fuera del núcleo familiar. “Stress”. Esa es la palabra que repiten mis jóvenes informantes: Tiziana (16), las hermanas Hada (14) y Luz (11), las hermanas Guillermina y Luciana (21 y 19) y Tomás (13) coinciden en eso: “los primeros meses fueron estresantes” señala Tiziana que refiere a las dificultades de sostener la amistad con sus amigas mediante videollamadas y de tener un espacio propio al convivir con una madre con la que tiene un vínculo muy estrecho. “De repente, era 24×7 y tuvimos que ponernos de acuerdo para que cada una pudiera tener sus espacios”. Hada y Luz no convivieron toda la cuarentena, sino que alternaron con su madre y padre separados. La convivencia de Hada y su padre fue difícil “se me cayó la mitad del pelo” —refiere sobre los primeros meses de encierro— “pero ahora, con mamá aunque me aburro mucho, estoy más tranquila”. Las dificultades no se limitaron al encierro familiar: en 2020 iniciaba el primer año de la secundaria en CABA en una nueva escuela y no tuvo posibilidades de conocer a sus nuevas compañeras/os ni de que le garantizaran la conectividad a internet: “me mandaban las tareas, pero no tuve clases virtuales…” Luz, más pequeña, también dice que la falta de escuela y el encierro la afectó anímicamente. La fragilidad de los vínculos, la falta de dispositivos que en algunos casos se comparten entre varios integrantes de la familia, el encierro y la angustia, caracterizaron un año complejo, “aburrido” y solitario. Luz aprendió a editar videos en tik tok, Hada prefirió ver videos sobre psicología en youtube y Tiziana siente que esta introspección forzada le sirvió para conocerse más a sí misma. Tomás resume el 2020 de forma elocuente: “aunque suene raro, un año poco memorable. Además de la pandemia no hubo eventos para recordar, no hubo historias en la escuela ni en la familia, no hubo dramas, no hubo anécdotas, no hubo nada.” Sus mejores días fueron hablando de cualquier cosa mientras jugaba a la play con amigos; y los peores, con ataques de ansiedad o falta de ánimo para levantarse de la cama. Los vínculos con adultos, además de su madre y padre, se desarrollaron en la escuela a distancia. No sintió el acompañamiento, “salvo excepciones, lo que hubo fue desdén y falta de organización”, señala. Tiziana al referirse a la escuela también señala la falta de comprensión de les adultes: “algunos insistían con encontrarle el lado positivo… ¿cual? estamos encerrados, algunos con familias jodidas, sin poder salir a ver nadie y con la sobreexigencia de tener que estar cumpliendo con la escuela…no saben que una tiene el sueño cambiado, que tiene fobias y brotes…una falta de empatía importante”. Guillermina y Luciana son estudiantes universitarias en CABA, regresaron a Concordia (Entre Ríos) en el verano 2020 y se tuvieron que quedar en la casa familiar cuando se decretó la cuarentena. El aislamiento las obligó a convivir de nuevo en familia y a tener que sostener los estudios a distancia. Como muchxs jóvenes, esta revinculación forzada con la madre y el padre y el corte de vínculos con pares significó un cambio angustiante. “Especialmente, las discusiones continuas y las dificultades para estudiar y hacer la facu de forma virtual”, apunta Luciana. La llegada del calor, el final de las clases, la relajación general de las normas y también la presión de amigues a salir genera dilemas: “algunos te invitan a fiestas y se enojan si les decís que no, pero mis amigas y yo que tenemos familiares mayores o de riesgo nos cuidamos: nos vemos en espacios abiertos, con barbijo y seguimos las normas”, dice Guillermina.
Una baja de casos en noviembre, la sensación de que la pandemia “ya fue” y una cadena de eventos masivos que volvieron a poblar las calles entre noviembre y diciembre volvieron a prender las alertas y todos los focos apuntaron a las playas y otros espacios de reunión nocturna que convoca especial pero no exclusivamente a jóvenes. La batalla por la representación de las juventudes es algo que tenemos que dar especialmente en los medios de comunicación, que mientras muestra a estrellas mediáticas que viajan, se abrazan a los gritos u organizan fiestas masivas estigmatiza a jóvenes a quienes tilda de, por ejemplo, “vectores de contagio”. Si bien hay una nueva estrategia de comunicación gubernamental con un spot capusottiano que le habla a la “cuidadanía” para apelar a la responsabilidad de la muchachada joven en el uso del tapabocas, la distancia y a la reducción de riesgos en los encuentros en sus expresiones a la prensa Alberto Fernández no deja de señalar como responsables del rebrote o de una segunda ola a las juventudes. E incluso de apuntar hacia allí frente a la posibilidad de un nuevo cierre y de usar las fuerzas de seguridad para “disipar a la gente”.

Punitivismo: ¿es posible otra política de gestión sanitaria?
La pandemia, en sus primeros meses se caracterizó por una gestión adultocéntrica en la que las infancias y adolescencias fueron tuteladas más que escuchadas. Algunas escenas fueron dramáticas: madres a quienes se cuestionó que fueran a hacer las compras con sus hijes y más libertad para salir a pasear al perro que para permitir la salida recreativa de niñas/os marcaron los primeros meses. Hace pocos días, fue noticia la detención en Santiago del Estero de una chica de diez años llevada a la comisaría por no usar barbijo, pero tal vez tuvo mayor visibilidad en los canales de noticias y los programas de la tarde las fiestas clandestinas y el latiguillo de la “irresponsabilidad juvenil” que amerita la sanción. En este desplazamiento podríamos encontrar el núcleo del problema: quien sostenga que la niña sin barbijo es peligrosa o justifique la escena de los cuatriciclos en la playa, pierde de vista que la vigilancia vecinal y el poder policial tienen jurisdicción sobre la salud y el cuerpo de todes, pero especialmente de quienes son jóvenes, pobres y con mayores vulnerabilidades.

“La policía es el principal protagonista del acatamiento de las medidas. En este contexto se pueden potenciar problemas clásicos de la relación entre policía y poblaciones pobres. Hay grandes diferencias según el barrio, la localidad y la Provincia. (…) la policía incrementa formas de brutalidad cotidiana, en particular con los jóvenes. La policía no tiene necesariamente información clara, los medios técnicos para transmitir esta información de manera clara y segura (usan en muchos casos megáfonos). La policía, en particular la de muchas provincias, no está formada para advertir de forma no violenta o no amenazante sobre las normas. A su vez, en muchos casos no tiene protección propia ni tampoco en los momentos de interpelar a la población que cumpla con las distancias, porque es un tipo de control de contacto corporal”; señalaba en su informe de marzo, recién iniciada la pandemia, la Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad Coronavirus COVID-19.1 Tal vez sea hora de pensar en otra forma de gestión de la pandemia que desplace del centro las fuerzas de seguridad y ponga en su lugar promotoras/es de salud: antes que vigilar y castigar, esa tentación punitivista tan moderna que llevamos dentro, necesitamos cambiar patrones de conducta, modificar hábitos y concientizar poblaciones: desarmar el adultocentrismo paternalista y habilitar el empoderamiento de las juventudes. En este sentido, sería interesante recuperar la experiencia de quienes vienen trabajando con poblaciones adolescentes y juveniles en torno a los consumos de sustancias psicoactivas desde el enfoque de reducción de riesgos y control de daños. El proyecto PAF (Proyecto de Asistencia en Fiestas) propone un acercamiento que no prohíbe ni condena, apunta a reconocer límites y a tener prácticas de cuidado propias y de otres que podrían trasladarse a estas nuevas situaciones. Lejos de pensar en una nueva normalidad se trata de aprovechar este momento para desarmar esas “normales” formas con las que nos manejamos y nos llevaron a esta situación. Un enfoque de reducción de riesgos y control de daños implicaría además que la prensa y los medios asuman la responsabilidad de informar en este contexto de angustia e infodemia: no promover prácticas inseguras ni incentivar la teoría conspiratoria contra las vacunas, la cuarentena y medidas que se recomiendan para los encuentros sociales.

De la tutela al ejercicio de derechos
En octubre del año pasado, se cumplieron quince años de la sanción de la Ley 26061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes (2005) que representó la transformación del paradigma de minoridad que les concebía como “objeto de tutela” al paradigma que les identifica como sujetos de derecho. Sabemos (y con la Ley de IVE lo vamos a corroborar) que la ley es un paso, no el final del camino. Los quince años de de implementación de la Ley nos muestra que en los medios (y el imaginario) seguimos hablando de “los menores” —así en masculino y plural— y que aún falta trabajar mucho para desarmar esa figura con la que mencionamos en los discursos a niñas, niños y adolescentes, para referirnos a las infancias, niñeces y juventudes. Nora Schulman entiende que el avance de los derechos de mujeres y diversidades se vincula directamente con las infancias: “la defensa, promoción y restitución de los derechos de las mujeres, deben comenzar con las niñas quienes han quedado relegadas no solo en los datos, sino además en el discurso y las acciones de reconocimiento, promoción y protección de sus derechos y prestar especial atención a las problemáticas inherentes a su género tales como: embarazo infantil y adolescente, desigualdades en la escolaridad, trabajo doméstico no remunerado, explotación sexual y tantos otros. (…) es importante incluirlas en la agenda pública y cerrar el ciclo de más cultura machista y adultocéntrica que no las considera “ciudadanas” y les imposibilita el ejercicio de sus derechos y fortalecer sus capacidades para tener una vida digna e igualitaria.” 2
La pandemia sigue y su gestión amerita nuevas formas de pensarnos y encontrarnos por fuera del modelo de castigo ejemplificador, el disciplinamiento y el miedo. Construir una conciencia social responsable sin paternalismos ni tutelajes. ¿Podremos hacerlo?

    1. El informe  de la Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad COVID-19 relevó los alcances de los primeros días de cuarentena y puede accederse completo en: http://areasalud.sociales.uba.ar/relevamiento-del-impacto-social-de-las-medidas-del-aislamiento-dispuestas-por-el-pen/
    2.  En el marco del 15° aniversario de la sanción de la ley 26.061, la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, elaboró la publicación colectiva “Miradas diversas sobre los derechos de las infancias. Análisis y reflexiones a 15 años de la 26061”, que compila artículos de más de 30 especialistas y referentes destacados del campo de las infancias y adolescencias. Se accede en: https://www.argentina.gob.ar/noticias/desarrollosocial/senafcampus/analisis-y-reflexiones-15-anos-de-la-ley-26061

*Mariela Acevedo es feminista, doctora en Ciencias Sociales, licenciada en comunicación y docente. Administra el portal Feminismo Gráfico y es editora de Revista Clítoris. Escribe, da clases y realiza tareas de investigación en el campo de la comunicación, la salud, los géneros y las sexualidades.

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