«Somos artesanos que fabricamos un producto de calidad»

Marcos Mundstock, una de las resonantes voces de Les Luthiers que el próximo año cumpe medio siglo de existencia, calificó al inagotable y genial sexteto como «un grupo de artesanos que fabricamos un producto de calidad para una cantidad importante de gente pero que no llega al supermercado», al marcar el territorio de algo popular y distinguirlo de la masividad que pueden alcanzar otros personajes o formatos como el televisivo.
Mundstock habló a propósito de la vuelta de Les Luthiers a los escenarios luego del fallecimiento del entrañable Daniel Rabinovich en agosto del año pasado, con un ciclo de la antología «Viejos Hazmerreíres», que hoy ofrece la última de cuatro funciones en el Teatro Gran Rex y viaja a Montevideo la semana próxima, para volver al Gran Buenos Aires en abril y llegar en junio a la ciudad de Salta.
«Diría que nuestra vigencia se relaciona con que trabajamos un humor elaborado y general sin aprovecharnos de la complicidad de montarnos sobre personajes conocidos o que salen en los diarios. El desafío de un humor que no dependa de un nombre propio implica una mayor dificultad y nosotros sentimos que ese es nuestro gran logro», reconoció Mundstock, evitando referirse a Rabinovich y prefiriendo guardar para la intimidad las consideraciones afectivas sobre el hombre con el que llevó adelante por más de cuatro décadas uno de los grandes inventos del humor argentino.
Estrenado en mayo de 2014, «Viejos hazmerreíres» es una selección de grandes éxitos del grupo que aparecen enhebrados a través de un absurdo programa de «Radio Tertulia (nuestra opinión y la tulia)».
Allí, conviven piezas antológicas de distintos espectáculos del abundante inventario artístico de Les Luthiers como «Los Premios Mastropiero», «Todo por que rías», «Por Humor al Arte» y «Lutherapia» llevadas a escena por Mundstock y sus históricos adláteres Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Carlos Núñez Cortés, Martin O Connor y Horacio Tato Turano, en reemplazo de Rabinovich.
«Buscamos que el humor sea abstracto pero, a la vez, universal», advirtió Mundstock consciente de la paradójica pero eficaz ingeniería que les permitió montar un imaginario artístico capaz de sortear la tiranía que impone el paso del tiempo en la vigencia de una propuesta de humor.
Y a modo de ejemplo cita lo que sucedió con «¡Chist!», show montado en 2011 en el que, entre otros temas, abordan la corrupción política: «Cuando llegamos a España nos preguntábamos si lo iban a entender, porque lo que aparece es una mezcla entre el viejo político conservador y uno corrupto, de perfil más actual. La sorpresa, y lo más interesante para nosotros, fue descubrir que en Argentina y en Europa el público se reía en los mismos momentos».
«En esa obra podríamos haber aprovechado para hacer chistes con noticias que salían en el diario, pero eso tiene un tiempo de vida corto, hubiese sido gracioso por tres días y nada más», agregó.
«Lutherapia», en 2008, fue el último espectáculo escrito desde cero por el grupo formado en 1967. Luego, lo que siguió, fueron los compilados que, como «Viejos hazmerreíres», reúnen un florilegio de sus mejores momentos
«Nos hemos entregado a las antologías», dice Mundstock, que en su biografía oficial se presenta como locutor, actor y futbolista aficionado. «Más bien diría que nos hemos declarado derrotados por las antologías porque son ganancia para todos», se corrigió.
«Aún así no renunciamos a escribir algo nuevo, a inventar un instrumento, pero este tipo de shows son de una potencia tremenda y gracias a que no han envejecido creemos que sería una pena dejar de hacerlos», reflexionó aunque reconoció la existencia de un público fiel ávido por descubrir nuevos materiales.
«Hay una parte de los espectadores -añadió- que frecuenta más el teatro y es razonable que tenga ganas de cosas nuevas. Y así como defiendo las antologías porque están probadas y son un destilado de lo mejor que hemos hecho, entiendo que esa es una de las contras».
Y entonces, en medio de un recorrido histórico por el éxito del grupo que les permitió, entre otras cosas, presentarse a sala llena en escenarios de distintas partes del mundo durante periodos de tiempo insólitos, Mundstock establece una salvedad: «Decir que somos masivos es una apreciación resbalosa».
«Masivo es Marcelo Tinelli, porque hay más gente que sabe quién es que la que lo ignora y nosotros no estamos en esos niveles; más bien diría que tenemos popularidad y que somos artesanos que fabricamos un producto de calidad para una cantidad importante de gente, pero no llegamos al supermercado», señaló.
Y al margen de la proyección geométrica del conductor de «ShowMatch», Marcos asume que mantiene hoy una relación algo distante con los contenidos de la pantalla chica: «Miro tele pero justamente en la definición está la descripción del defecto; la tele comercial necesita ser masiva para sostenerse entonces no es artística sino que hace lo que necesita para vender más publicidad».
En «Viejos hazmerreíres», la audición de «Radio tertulia» incluye comentarios de los locutores Ramírez y Murena sobre «Alma de corazón», suerte de paroxismo de los culebrones de la tarde que incluye amores arrebatados, incestos imposibles y engaños despiadados.
«Yo creo que en la programación actual hay cosas artesanalmente aceptables en materia de ficciones porque se muestran buenas historias. Pero de repente aparecen esos clichés espantosos como las telenovelas extranjeras y frente a las cuales ‘Alma de corazón’ parece Chejov», bromeó.
Hoy, después de cincuenta años de trabajo mancomunado, uno de los creadores del personaje Johann Sebastian Mastropiero admite que, de abismarse a una tarea creativa individual, sólo se imagina «escribiendo teatro desde el humor».
«No me atrevo a meterme con otros registros porque no creo tener nada serio para decir o, mejor dicho, digamos que el humor es mi lenguaje, es la manera que yo tengo de mirar y hablar sobre el mundo».

Foto: Télam

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *