Teatro y Contexto: Las Manos Sucias de Jean-Paul Sartre

Ficha Técnica
Elenco: Daniel Hendler, Guido Botto Fiora, Flor Torrente, Ramiro Delgado, María Zubiri, Ariel Pérez De María, Nelson Rueda, Juan Pablo Galimberti, Guillermo Aragonés.
Adaptación y dirección: Eva Halac
Escenografía y vestuario: Micaela Sleigh
Duración: 110 minutos.
Lugar: Sala Casacuberta, Teatro San Martín, Corrientes 1530, CABA,
Temporada: 2022.

Reseña: Laura Molina

Desarrollo
Lo primero, es decir que esta obra no consiste en un mero entretenimiento ni en resolver una intriga. De modo que no hay peligro de “spoiler” o de “spoilear” la obra, como suele advertirse en comentarios y críticas varias. Aquí, como en las grandes obras, se puede saber lo que ocurre, pero lo más importante es darse cuenta de cómo y por qué. Lo más importante no es lo que sucede en escena, sino lo que le ocurre a la espectadora o espectador con la escena. Y eso no se puede “spoilear”. Fin de la aclaración. Vamos al asunto.
La acción ocurre en 1944, durante la Segunda Guerra en un país imaginario llamado Iliria ocupado por los alemanes. Hay tres fuerzas políticas: un partido conservador, de terratenientes y campesinos; una fuerza militar y fascista, que detenta el poder aliada con los alemanes; y un partido y fuerza proletaria comunista que pretende la revolución social, liderada por un tal Hoederer. Los terratenientes, los campesinos y los proletarios comunistas operan en la clandestinidad, cada cual por separado, contra la ocupación alemana. No consiguen imponerse, pero entonces ocurre algo que modifica todo. El ejército alemán al mando del mariscal Paulus pierde la batalla de Stalingrado, y esto marca un punto de inflexión en la Segunda Guerra. La derrota es enorme. Los alemanes otrora ganadores, ahora retroceden. Stalin se impone a Hitler y el ejército ruso avanza hacia Iliria para desalojar a los alemanes y ocupar el territorio. Ante esto, Hoederer convoca una reunión clandestina de las tres fuerzas para llegar a un acuerdo y presentarse como un solo bloque unido y aliado a Rusia. La idea es evitar enfrentamientos con el nuevo ejército de ocupación y desgastes políticos internos. Hoederer calcula que de esta forma podrían ahorrarse en contiendas alrededor de 100.000 vidas. Todo resulta conveniente, convincente y además beneficioso al partido comunista iliarano, que conseguiría así un papel protagónico en el comité de las tres fuerzas por su afinidad con los soviéticos. Pero surge entonces un gran problema, inherente al poder y a la ética, a los principios y a la praxis, a la pureza y a la mentira, a lo intelectual y a lo revolucionario, a la destrucción y a cambiar el mundo; y en este problema reside precisamente el meollo de la obra.
Ocurre que una facción del propio partido de Hoederer se opone a la unión de las tres fuerzas políticas. La razón aparentemente es la pureza, la ideología, los principios, y la revolución. ¡No puede un partido revolucionario, que surge de la dialéctica y la lucha de clases, aliarse con los terratenientes, con la clase capitalista y los fascistas!, dice la facción. Sería una aberración, una mentira, una falta de ética y una traición. Entonces la facción repudia esa unión o pacto, decide evitarla, y eliminar a Hoederer, el jefe del partido, por su ambición de poder y por traidor. El plan consiste en designar a un joven intelectual y periodista del partido, llamado Hugo, como secretario de Hoederer. Y una vez inserto en el bunker de la dirección y ganada la confianza de Hoederer, Hugo deberá matarlo. Él mismo, que no es un asesino, se ha propuesto para la tarea.
Un personaje encarna la ideología, la pureza y los principios; el otro la política, la praxis, las manos sucias. El enfrentamiento se desarrolla en la obra, enriquecido además por otros personajes: los líderes de las fuerzas políticas, los miembros de la facción opositora, y la mujer de Hugo, que también se muda con él al bunker de la dirección. Todo confluye hacia al atentado político y a una muerte, dada en una circunstancia que asombrará al espectador.

Análisis y Contexto
El buen teatro siempre remite a un contexto. Cuando se estrenó en París en 1948, el país de Iliria era la Francia ocupada por las tropas de Hitler, luego de la Segunda Guerra el comunismo se extendió en el mundo, y la muerte de Hoederer evocaba al asesinato de Trotsky en México. Hasta tal punto tuvo fuerza esta referencia, negada por el autor, que Sartre (siendo comunista) dio poder a los partidos comunistas de cada país para que censuraran la obra si la consideraban inconveniente.
Con esa condición llegó “Las manos sucias” a Argentina en 1956, y Narciso Ibañez Menta y Alfredo Alcón, los Hoederer y Hugo de entonces, esperaron la aprobación del partido comunista argentino para estrenar. Tuvieron éxito.
La obra volvió a Argentina en los 70’ y tuvo entonces el contexto de la disputa de Perón, el líder pragmático, con los montoneros, la fuerza revolucionaria.
¿Cuál es el contexto actual de la obra? Hay también una guerra, en Ucrania, donde parecen dirimirse los intereses de varias potencias. Y a causa de la guerra (esta cronista recién se entera) ocurre un asesinato político en Moscú. Estalla el auto de la periodista Dayra Dugina, hija de Alexander Dugin, filósofo e ideólogo ruso de clara injerencia en el conflicto de Ucrania.
Es una referencia concreta y fuerte que podría animar una lectura de la obra. ¿Pero cuál es el contexto actual en Argentina? ¿Por qué representar hoy “Las manos sucias”? ¿Cuál es el sentido de la puesta?
Eva Halac propone una escenografía que remite a las escaleras y al hall del Teatro, es decir al afuera de la escena, a la realidad del espectador. Ella toma al hall del San Martín como referencia de ágora y debate. Y da una idea del contexto actual para debatir. Dice Halac: “hablar de una grieta dentro de un mismo partido, donde se discute hasta dónde estamos sosteniendo los principios y no nos perdemos en alianzas ni nos degradamos en conciliaciones, es algo propio de la actualidad, tanto en el Gobierno como en la Oposición».

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