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Hacia una ley de huertas urbanas

¿Es posible pensar una ciudad conectada con la soberanía alimentaria, la educación ambiental y la integración barrial a partir del contacto con la tierra? Son algunos de los ejes presentes en un proyecto de ley que busca crear un Sistema de Huertas Públicas Agroecológicas en el ámbito de la Ciudad.

Mariano Pagnucco y Alejandro Volkind

Agroecología urbana, educación ambiental y espacios barriales donde entrar en contacto con la tierra y producir alimentos. En la ciudad de los parquímetros, los carriles exclusivos para el Metrobús y la contaminación sonora, hay algunas grietas por donde se filtran proyectos de ley más cercanos al buen vivir porteño. Un ejemplo es la iniciativa que busca crear el Sistema de Huertas Públicas Agroecológicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires “para la implementación de prácticas agroecológicas en la producción hortícola, distribución, consumo y compostaje”.

En un contexto de pandemia que ha llevado a repensar las prácticas sociales y alimentarias por la crisis sanitaria del COVID-19, a la Legislatura le tocará decidir si avanza en la discusión de una ley que se propone “desarrollar una política pública activa que propicie el uso racional del suelo, el uso urbano de técnicas agroecológicas, la contribución a la educación ambiental, la integración social, la soberanía alimentaria y alimentación saludable, el desarrollo local, y la valoración de los cultivos y los residuos”.

¿Será posible que la Ciudad avance en sembrar otro modelo ambiental construido colectivamente desde los barrios? ¿Seremos capaces de construir en las plazas y los terrenos públicos, espacios de encuentro para pensar qué comemos y cómo se producen los alimentos que llegan a nuestras mesas?

En busca de otra ciudad
Más de veinte organizaciones y espacios comunitarios impulsan este proyecto de ley: Colectivo El Reciclador Urbano, Huerta Tierra Salud, Museo del Hambre, Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la UBA, Comunidad Slow Food Cocina Soberana de Buenos Aires y diversas experiencias barriales de huertas que ya están en marcha (Coghlan, Floresta, Barracas, Parque Avellaneda, Almagro, Villa Pueyrredón y otras). El texto lleva la firma de la legisladora porteña Cecilia Segura (Frente de Todxs) y actualmente la discusión se da al interior de la Comisión de Ambiente de la Legislatura.

En uno de los tramos, el proyecto señala que las huertas (ya sea de gestión estatal o privada) deben ser públicas “ya que el espíritu comunitario resulta indispensable para fortalecer los lazos sociales, particularmente en los grandes centros urbanos donde la cantidad de habitantes y su heterogeneidad, hace más dificultosa la existencia de una identificación común en torno al espacio que se cohabita”. También establece que el Poder Ejecutivo porteño deberá dotarlas de “la infraestructura, herramientas y elementos orgánicos necesarios para llevar adelante la Huerta Agroecológica y los proyectos pedagógicos que en ella se desarrollen”.

Algunos de los conceptos que fundamentan el proyecto resultan de avanzada en un contexto de crisis sanitaria y dificultad de acceso a alimentos de calidad por la omnipresencia de los grandes jugadores de la industria agroalimentaria en todos los eslabones de la cadena de producción (desde los campos rociados con agrotóxicos hasta la distribución y la comercialización concentrada en pocas manos). El texto de la ley menciona: derecho a la ciudad, conservación de la diversidad biológica, sostenibilidad, seguridad alimentaria y derecho a la alimentación adecuada, derecho a la soberanía alimentaria, agroecología, economía circular, educación ambiental.

Si la discusión avanza y la ley es sancionada, habrá que ilusionarse con la posibilidad de que haya corredores verdes con frutas y verduras frescas en lugar de maceteros de hormigón en los que la Administración Larreta destina cuantiosas sumas del erario público. O incluso pensar que en la agenda de la cosmopolita Buenos Aires pueden tener prioridad las extensiones verdes para que las infancias aprendan en contacto con la naturaleza, antes que el desarrollo inmobiliario vertical al que puede acceder un reducido grupo de privilegiados. ¿Será que otra ciudad es posible?

Salir de las casas hacia lo público
Las huertas urbanas tienen presencia en distintas partes de la Ciudad: desde el Hospital Borda hasta el Parque Saavedra y también en Barracas, el Parque Avellaneda, Agronomía… Fue el 20 de junio de 2011 cuando comenzó a germinar la huerta del Corralón de Floresta: “En consonancia con el Inti Raymi, la tierra se abrió y dio lugar a muchas magias que supimos compartir, a muchas alegrías que nos llenaron el alma”, dice Cecilia, una de sus impulsoras.

La huerta del Corralón está ubicada en la calle Gaona, entre Sanabria y Gualeguaychú (Comuna 10). Cuenta con varios canteros con forma de mandala y hay un sector donde está el compost comunitario: allí el vecindario puede aportar sus residuos orgánicos para alimentar las plantaciones, contribuyendo también a que se generen menos desechos en los hogares. Árboles de pino y banano generan la sombra necesaria para el compost. Son, en total, unos 900 metros cuadrados.

Cecilia: “Contamos con árboles frutales como limoneros, nísperos, durazneros y ciruelos. Actualmente el cultivo siguió su curso natural así que hay plantas ornamentales, medicinales y aromáticas como lavanda, salvia, boldo, caléndula y flores de Zinnia”. El Corralón está cerrado por las restricciones de la pandemia, pero el espíritu huertero no se detiene.

¿Por qué son importantes las huertas urbanas? “Es una oportunidad, aun viviendo en una ciudad, de conectarnos con la naturaleza y con sus ciclos, entender de dónde vienen nuestros alimentos y entender que no todo es lo mismo”, responde Gastón, otro de los sostenes del espacio. Para él, “todo consumo es político” porque “no es lo mismo una verdura cultivada con agroquímicos que una cultivada de forma agroecológica”. Si las huertas se multiplican en la Ciudad, esas lógicas invisibles estará más al alcance de lxs vecinxs para tomar decisiones sobre los bolsillos y los estómagos familiares.

Gastón se refiere a las posibilidades que ofrecen las huertas urbanas en la dinámica barrial: “Practicar el trabajo comunitario en el territorio en el cual vivimos, conocernos con vecines a pesar de diferencias ideológicas. Entonces, vamos a ir a la plaza, pero no sólo como lugar de esparcimiento y de ocio, sino que vamos a encontrarnos con gente nueva, a trabajar la tierra y a dejar una huella en nuestro barrio. También alienta la participación ciudadana, ya que trabajar en la huerta genera necesidades y eso lleva a contactarse con la Comunas, a entender estos flujos administrativos y a sentirnos cada vez más parte de nuestro territorio”. A modo de resumen, dice: “Salir de nuestras casas hacia lo público”.

Educar junto a la tierra
Las escuelas de Floresta incluyen entre sus actividades programáticas la visita a la huerta del Corralón, donde hay recorridas guiadas y acciones participativas para el estudiantado: compostaje, observación de canteros y también juegos y dinámicas recreativas.

El aspecto educativo es algo que está claramente expuesto en el proyecto de ley. Allí se menciona el programa Escuelas Verdes, que funciona en el ámbito porteño desde 2010 y depende del Ministerio de Educación local. Es un programa destinado al conjunto de la comunidad educativa y que considera a lxs estudiantes como potenciales agentes de un cambio cultural, reproduciendo en sus hogares los conocimientos y las prácticas adquiridas sobre el cuidado del ambiente y la incorporación de hábitos saludables.

El diagnóstico actual de la realidad porteña: sobre un universo de 1.800 centros educativos de Primara y Secundaria, solo 77 colegios (públicos y privados) tienen huertas. El 41% se desarrolla sobre terrenos, el 32% en cajones y el restante 27% en botellas, recipientes y macetas. Tomando la totalidad de las “escuelas verdes” con relación al total de instituciones, es apenas un 4,5%.

El proyecto señala que la sanción de la ley ayudaría a fortalecer los contenidos de educación ambiental: “La creación de huertas públicas agroecológicas prevé dar respuesta a esta demanda en escuelas que no dispongan de un espacio físico, presupuesto y/o recursos humanos para llevarlas a cabo”. De aquí en más, le tocará a la Legislatura rendir examen frente a la sociedad para demostrar si el compromiso con un ambiente más sano merece una alta calificación popular.

 

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