El Trovador de la Miseria

Por Vanina Escales

Si en el principio fue el verbo, la literatura de izquierda argentina comienza con la obra de los anarquistas Alberto Ghiraldo, Federico A. Gutiérrez y José de Maturana. Y la emergencia de esa palabra predica sobre un sujeto que se impone en la nueva Argentina: el miserable.

Buenos Aires, gran aldea, se convierte en un escenario ruin e indigno: conventillos, hacinamiento, tuberculosos, desempleados, prostitutas, pungas y mala vida. El presidente Figueroa Alcorta da una teoría explicativa en las vísperas del Centenario: «Nuestro obrero gasta exageradamente y no ahorra porque no ajusta a su salario sus gastos».

El ambiente de la primera década del siglo XX estuvo marcado por una escalada de violencia cada vez mayor del Estado hacia los trabajadores. Eran frecuentes los cierres de periódicos y los allanamientos de locales sindicales.

La respuesta fue una serie de huelgas con resultados sangrientos de los que el coronel Ramón Falcón fue el responsable más vistoso. Tengamos en cuenta también la vigencia de la Ley de Residencia, autografiada por Miguel Cané que, muerto en 1905, merece el epitafio ácrata: «Dejó ayer de estar en pie / sobre esta libre ciudad / la alta personalidad / llamada Miguel Cané. / Fue un benemérito. Fue / un proyectista de pro: / él fue quien nos formuló / con magna clarividencia / la gran Ley de Residencia. / ¡Tableau!».

Es en este momento cuando Alberto Ghiraldo -quien ya ha dicho al pueblo «Yo soy el trovador de tu miseria»- decide comenzar a publicar la revista Ideas y Figuras. Revista semanal de crítica y arte. El primer número aparece el 13 de mayo de 1909, y publica 136 hasta el 18 de diciembre de 1916.

No exenta de prohibiciones y cierres, la revista aparece a razón de dos por mes. Se trata de una publicación que viene a reparar el estado de abandono literario en que se halla ese pueblo; se escribe entonces como una forma de reparación por medio de la palabra, con una misión educativa y representativa de los desposeídos.

Es interesante la autodenominación de «trovador», ya que ésa es una figura popular. Ghiraldo escribe para las masas, no sólo para los obreros. Porque si bien los trabajadores son víctimas de la sociedad burguesa, dentro de los perseguidos también están los desclasados: desde ladrones a vagabundos, y de prostitutas a bohemios.

Además de Ghiraldo, la revista contó con colaboradores como Julio Barcos, Juan Más y Pi, Víctor Domingo Silva, Enrique García Velloso, Pietro Gori, José de Maturana, Julio Herrera y Reissig, entre otros.

Ghiraldo nació en Buenos Aires 1875 y murió en Chile en 1946. Su obra es amplísima e incluye periodismo, poesía, ensayo, teatro, crónicas.

Dice de él González Pacheco: «Creció peleando. Apenas tenía diez años y era, en Mercedes, discípulo de Almafuerte, que un día, en una clase de declamación, leyó a sus niños un poema suyo, místico, naturalmente. Y sobre aquella lectura cayó un silencio de templo con almas arrodilladas. Los ganó el fervor a todos… menos a uno, el más pequeño de todos, que desgarró aquel encanto con un grito: «¡Yo no creo en Dios!» Era Ghiraldo. `Ya` era Ghiraldo».

Sumado primero al radicalismo de Leandro Alem, la influencia de Pietro Gori lo llevó al anarquismo. Dirigió más de una vez y en momentos para nada envidiables, La Protesta. También El Sol, entre 1898 y 1902; y Martín Fierro, entre 1904 y 1905. Escritor, poeta y dramaturgo prolífico, podemos destacar en teatro «Alma gaucha» (1909) y «La columna de fuego» (1913); y entre sus poemarios «Fibras» (1895), «Música prohibida» (1904), «La canción del peregrino» (1922).

También escribió «La tiranía del frac» (1905), donde relata en verso su estancia en prisión; «Crónicas argentinas» (1912), «La Ley Baldón» (1915), y «Humano ardor» (1928), una novela de corte autobiográfico donde relata las luchas de la edad de oro del anarquismo vernáculo.

En palabras del mismo Ghiraldo: «Por la libertad de mis hermanos he luchado una vida entera… Para mí la poesía ha sido algo consustancial con la acción. He creído en ella, en la poesía, como se cree en la luz que es goce de los viejos, en el agua lustral que refresca nuestros miembros, en el aire que nos nutre y entona. Así veía yo la vida literaria cuando empecé a escribir, y así la he visto durante toda una vida en que he alentado como un sonámbulo lírico, en un sueño del que no logro despertar». Como dijo Juan Más y Pi: Ghiraldo es un corazón que piensa.

Comentarios

  1. Desconocía su existencia…y su obra! y la de otros anarquistas…MUCHAS GRACIAS POR ESTA NOTA!!!

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