Arturo Jaureche según Norberto Galasso

por Liliana Valle

El historiador Norberto Galasso afirmó que el principal legado de Arturo Jauretche fue el de enseñar «a pensar en nacional» en los años anteriores al surgimiento del peronismo, cuando la Argentina era una «semicolonia británica productora de carne barata que importaba artículos manufacturados».
Al evocar la figura del fundador de Forja, en el 40 aniversario de su fallecimiento, Galasso señaló, que Jauretche «dejó un legado extraordinario, siendo uno de los principales intelectuales políticos que enseñó a pensar en nacional, viviendo en un país semicolonial como era la Argentina antes de 1945, que producía carne barata para Gran Bretaña, importaba productos manufacturados y estaba desindustrializada».
Para el historiador, esa visión del autor de «Manual de Zonceras Argentinas», fue producto de su experiencia «nacida en el conservadurismo juvenil, hasta su paso al yrigoyenismo, y a su labor como fundador y principal promotor de Forja», que le permitió «comprender que los argentinos pensaban al revés, de acuerdo a intereses que no eran los nuestros».
«Los argentinos pensábamos en lo económico en inglés, favoreciendo a Gran Bretaña; en lo cultural en francés, una especie de lujo de los intelectuales que desconocían la realidad nacional y que después pasaron a pensar mirando a Estados Unidos, cuando se convirtió en gran potencia después de la Primera Guerra Mundial», explicó Galasso al analizar a la sociedad de esa época.
El nacimiento de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (Forja) en 1939, de la que fue fundador junto con Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi y Manuel Ortiz Pereyra, entre otros, fue el puntapié inicial para que Jauretche «comprendiera la necesidad de ver el mundo desde aquí, con ojos argentinos y de acuerdo a nuestras necesidades», señaló Galasso.
«Esa forma de pensar en nacional fue criticada por quienes sostenían que las ideas son universales, pero lo que él aclaraba era que las ideas podían ser beneficiosas o perjudiciales, según favorecieran o no al pueblo», puntualizó el historiador, contemporáneo de Jauretche.
En esa línea, subrayó que el pensamiento liberal económico «pudo ser nacional para Gran Bretaña para poder expandirse, pero para la Argentina, ese mismo pensamiento era antinacional» porque significaba someterse «al modelo agroexportador semicolonial que condenaba a un país a tener una cabeza enorme en Buenos Aires y un cuerpo raquítico que era el resto del país».
Galasso definió al autor de Los Profetas del Odio como «un francotirador que se colocaba más allá de lo partidario, que muchas veces decía que era un `nacional` y no un nacionalista», para distinguirse de las posturas de derecha.
«Se jugó la vida hasta con las armas en la mano en ese esfuerzo permanente por tratar de ayudar comprometiéndose con el pueblo», apuntó al referirse a la participación de Jauretche en 1930 en las escaramuzas callejeras contra los regímenes conservadores de los generales José Félix Uriburu y de Agustín P. Justo, y de su accionar en 1933 cuando empuñó un fusil en los levantamientos radicales de San Joaquín y Paso de los Libres (Corrientes), donde fue capturado y enviado a prisión.
Como retrato de su personalidad, Galasso recordó una anécdota de Jauretche pocos años antes de morir, cuando acostumbraba a tomar un café en el bar de Córdoba y Esmeralda, a metros de su domicilio.
«A un señor le lustraba los zapatos un niño y en un momento le manchó la media con la pomada. El hombre reaccionó tirándole del pelo y diciéndole `negrito de porquería, tenías que ser del interior`, y al escucharlo, Jauretche, obeso y con más de 70 años encima, le respondió con un trompazo y diciéndole `hijo de puta, te voy a enseñar a respetar a la gente`. Así era él», relató.
Galasso conoció a Jauretche y lo visitó en varias oportunidades «como alguien que quería aprender», sostuvo sobre sus encuentros donde lo consultaba para escribir la biografía de Raúl Scalabrini Ortiz.
«Era un gran conversador y en los últimos años estaba muy angustiado por el desencuentro entre Perón y los Montoneros que él intuía que iba a terminar muy mal y que trató de persuadir insistiendo en que la violencia podía ser necesaria pero que nunca la política podía estar en la punta de los fusiles, sino que la violencia debía someterse a la política. Pero no lo escuchaban mucho, discutían, y él veía un choque que fue lo que efectivamente ocurrió», señaló Galasso.

Fuente: Télam

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