“El arte tiene que ser un motor social de transformación, sino es márketing”

por Maia Kiszkiewicz

La cultura se modifica en tanto las personas interactúan con el entorno y lo transforman. Es decir, las personas hacen la cultura. La construyen, destruyen, deconstruyen. Es que, como dijo el sociólogo y escritor, Joseph Vincent Marqués, en su texto “No es natural”, para mejor y para peor las cosas podrían ser de otra manera. “Saberlo le resultará útil para contestar a algunos entusiastas del orden y el desorden establecidos, que a menudo dicen que ́es bueno y natural esto y aquello´, y poder decirles educadamente ´veamos si es bueno o no, porque natural no es´”, determinó Joseph.
Comemos, bebemos y dormimos por necesidad. Pero el modo en el que lo hacemos difiere según las circunstancias. “Son cosas que dependen de cómo la sociedad —una sociedad que no es nunca la única posible, aunque sean posibles todas— nos las define, limite, estimule o proponga”, escribió Marqués. Según sus postulados, todo —o casi todo— podría hacerse y ser de otra forma. El arte también es parte de esta idea y trae, a su vez, la práctica. La posibilidad infinita de imaginar y moldear los materiales, en un principio, y lo que lo rodea, después.
Pero, en la cultura de este tiempo, ¿cómo se participa de la decisión sobre los modos?
“Trabajo desde hace 20 años. Sin antigüedad y en planta transitoria. Como yo, hay casi 900 personas”, dice, en comunicación con Periódico VAS, Sol Copley, delegada General de la junta interna Promoción del Libro, las bibliotecas y la Cultura e integrante del Consejo directivo de ATE Capital. Ella, junto a sus compañeros y compañeras de los programas de la Dirección General de Promoción del Libro, las Bibliotecas y la Cultura, dependiente del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, permanecen en estado de alerta por, entre otras cosas, retraso en los salarios.

Por más motivo que se alegue, las personas que trabajan tienen que pagar alquileres, comida, etc… Entendiendo eso, en lo discursivo, ¿en qué se excusan para modificar las fechas de pago?

El problema de fondo es la forma de contratación. Estamos en Planta transitoria de docentes no formales. Una planta transitoria que existe desde hace más de 16 años. Por esto, nos dan de baja en diciembre y nos vuelven a contratar. Y cada vez que nos dan el alta nuevamente se generan retrasos.
Este año, a diferencia de otros, hubo un acuerdo de palabra. Nos dijeron que iban a trabajar para solucionar, por lo menos en parte, la precarización en la que nos encontramos. Porque, además, esta modalidad trae otras cosas como que no cobramos antigüedad. O mismo por este retraso otros años nos dieron de baja en la Obra Social porque no se realizaban los aportes en ANSES.

Cuando les dan de baja, ¿hay compromiso de recontratación?

Es verbal. Por suerte, a nivel de gerentes operativos tenemos personas con las que se puede conversar. En el medio están los coordinadores de cada centro cultural y cada espacio. Hay una cadena de personas. Entonces, también dependemos de las arbitrariedades de ellos. Si nuestro taller les cae mal, podrían darlo de baja. Porque las horas no son nuestras, esa es la diferencia con otros sectores de la cultura y educación.

Participé de un taller de guitarra, hace por lo menos siete años, y ya nos decían que es importante que sigamos yendo para que no cierren el espacio. Es decir, es algo que viene desde hace tiempo.

Y el Gobierno de Macri, cuando asumió, dio de baja el 50% de las horas cátedra. En ese momento el ministro de cultura era Lombardi. Nadie de esa gestión tenía ni la menor idea de qué se hacía en estos espacios. Estaban con el discurso de los ñoquis del Estado y no les importaba nada. Ahí salió todo el alumnado, cortamos las calles, hicimos manifestaciones por toda la ciudad, acampamos frente al Ministerio y logramos que nos devuelvan las horas. Pero cuando pueden, arrasan.

Lo mismo que pasa con las escuelas. Muchas veces toman medidas y queda claro que nunca pisaron una escuela pública.

Sí. Eso es lo que planteamos. Por eso esta vez tuvimos una conversación a fin de año con esta gestión y nos dijeron que entendían, que realmente estábamos precarizados, que les interesaba y querían hablar sobre el proyecto de ley. Después de eso, por mail, nos llega que en febrero no cobramos. Nadie me llamó nunca. Me pude comunicar con el gerente operativo que me dijo que era un problema de Hacienda, que dicen que no tienen plata, que lo iban a estirar. Un destrato absoluto. Lo único que pido es que nos sentemos a mirar el proyecto de ley.

Proyecto que presentaron en 2018, ¿cómo fue el proceso de armado y qué pasó con eso?

Uno siempre, aparte, tiene otros trabajos, su vida, militancia. Y tiene que, además, dedicar tiempo a algo en lo que no tiene experiencia. Hacer el proyecto de ley nos llevó casi 10 años. Nos acercamos a asesores, abogados, abogadas, sindicatos. Y el PRO se negó sistemáticamente a tratarlo. Perdió vigencia en la Legislatura.
Ahora estamos trabajando para presentarlo nuevamente ya que cambió la composición de la Legislatura. Es un laburo enorme.

Es decir, hay alternativas y no hay voluntad de escucharlas.

Exacto. Y el proyecto apunta a jerarquizar los programas de la Dirección General de Promoción del Libro, las Bibliotecas y la Cultura, dependiente del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es decir, no tiene que ver solo con que cobremos más y trabajemos mejor, sino con poder hacer nuestras actividades en condiciones dignas. Nosotres y el alumnado.

Con precarización, pandemia o falta de pago, ustedes siguieron y siguen.

Siempre es importante brindar acceso gratuito a la cultura. Pero a eso se suma que tenemos inserción barrial y mucha conexión con la gente. Con la pandemia, hubo personas que nos mandaron mensajes diciendo que les salvamos la vida porque los talleres virtuales eran lo único que tenían durante el encierro. Sabemos que el encuentro es, también, ver a otra gente. Compartir.
El programa cultural nace al calor de la primavera de la democracia. En estos espacios se generan lazos y, también, discusiones políticas. Y desde el Gobierno de la Ciudad quieren privatizar y enfocar todo desde el neoliberalismo, que no tiene nada que ver con el espíritu del programa.

Ni con lo artístico, el poner el cuerpo, estar, transformar.

El arte tiene que ser un motor social de transformación, sino es márketing. Y eso es lo que no quieren que se note. Entonces muestran las producciones y, por ejemplo, las llevan a un teatro. Pero nuestros lugares de trabajo son escuelas primarias o los comedores de las villas. El ámbito de lo público.
Esto que pudimos hacer, sostener los talleres virtuales durante la pandemia, surgió de los docentes. Después se oficializó la modalidad. Pero desde el Ministerio de Cultura del GCBA no nos pagaron ni un peso extra por la virtualidad. Yo trabajo también en Nación y me dieron un plus por conectividad. En parte por eso pude sostener las actividades. Pude contratar otra empresa de Wi Fi —con la que tenía no daba a basto para compartir con mi hija— y arreglé mi computadora que no estaba en condiciones para trabajar 10 horas por día.

Es trabajar para poder trabajar.

Es desgastante. Los compañeros y las compañeras se terminan yendo porque para qué van a hacer una lucha que lleva tantos años y no se logra una indemnización. Es difícil. Ganamos algunas batallas. Por ejemplo, conseguimos hacer un reglamento que incluye una cláusula por la que si quieren darle de baja horas al docente, hay que firmar un acta conjunta. Si el docente no está de acuerdo, no la firma. Pero si no se soluciona el tema de fondo, es muy difícil sostener. Y no es falta de presupuesto ni un problema administrativo. Es falta de decisión política.

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