“El Estado tiene que intervenir para reforzar la industria cultural”

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Ustedes hablan de una diversidad que hace falta visibilizar porque se nos es negada.

Hay una deuda enorme con la búsqueda pormenorizada de visibilizar la diversidad que tenemos y que está oculta detrás de otras músicas foráneas, sistémicas e impuestas desde la cantidad y con la lógica de recaudar likes y reproducciones. Hace falta mediar entre el fin de lucro y la necesidad de visibilizar otras estéticas que no están al servicio de ganar dinero pero sí al de la identidad y la soberanía. Y debe haber un financiamiento específico para esto.

¿Cómo se financiaría la plataforma?

La idea es replicar la experiencia de CINE.AR, que es un anexo del INCAA. Actualmente la Universidad de Quilmes nos otorgó un premio por la innovación tecnológica, y el Ministerio de Cultura nos incluyó en el programa INCUBAR, que es de capacitación y acompañamiento de proyectos.

Hablan de la necesidad de un pago justo a quienes trabajan. ¿Cómo definen qué es justo?

Justa es la posibilidad de saber cuantas reproducciones tiene un fonograma y cuánto vale cada una para que, al momento de la rendición y del pago, conozcas el número concreto de lo que cobrás por ser intérprete, compositor, autor, productor. Hoy no se sabe cuánto vale una reproducción. Sería complejo definirlo ya que no es lo mismo lo que se gana en Paraguay que en Japón. Y depende del distribuidor, que tampoco lo sabe de primera mano. Tienen que creer en lo que dice la plataforma o los sistemas que se contratan para hacer las liquidaciones. Es una base de datos gigante, pesada, que viaja a una empresa que lo procesa y la empresa dice cuánto a cada quién.

¿No hay ninguna regulación, ninguna ley?

La regulación es del mercado. El negocio es la cantidad. Para eso crean las distribuidoras. Algunas de las compañías más grandes además tienen distribuidoras, que son las que manejan los grandes volúmenes y negocian con la plataforma para ofrecerles paquetes. Es decir, la plataforma no habla directo con el artista. Si yo termino mi disco y lo quiero subir directamente a Spotify, no puedo. Y la ganancia de la plataforma es esa: tener contacto solo con una entidad y no con miles de artistas. Musica.ar propone un trato directo y que, además, el sistema tenga interrelación con la Dirección Nacional de Derecho de Autor para que esté la posibilidad de hacer los trámites necesarios relacionados a los derechos de autor, intérprete y otros.

No todas las personas necesitan las mismas posibilidades. Está esa diferencia entre equidad e igualdad. En las plataformas actuales, de hecho, hay igualdad para estar. Pero, después algunas bandas o artistas son más difundidas que otras. Por lo general se beneficia con más difusión a las canciones que más venden. ¿Cómo piensan ustedes organizar esto?

En Musica.ar lo que pretendemos es que al momento de subir el fonograma ya no haya una brecha publicitaria, que cambie la lógica de búsqueda: en vez de que se reciba lo que dan, que se pueda investigar o sorprenderse con lo que existe. En principio, creemos que lo más revolucionario es conocer lo que está en la cercanía, una especie de tinder en la que se puede matchear con esa banda que está cerca tuyo. O si estás buscando un recital podés ver qué hay, escuchar, comprar la entrada. Desconcentrar. Que, en vez de que se pueda ver al mismo artista en diez provincias el mismo verano, haya un artista en cada provincia. Eso mantendría a diez artistas en lugar de uno multimillonario. La plataforma no va a resolver las problemáticas del capitalismo, pero sí intenta modificar la lógica de distribución.

Y es un proyecto federal. Ahí hay otro punto en relación a la equidad. Lo que sucede en Buenos Aires, ahora también en Mendoza, es lo que más se comercializa. Por ende, artistas de otras provincias necesitan más oportunidades.

La idea es federalizar porque hay una diversidad riquísima que hoy está tapada. Hay diversidades estéticas. Y queremos que se encuentren de todas las épocas: Milongas, tangos, zambas, los inicios de la música cuyana. La evolución. Lo que era un dúo de guitarras en las primeras grabaciones y lo que es ahora, ver la dimensión que tiene una tonada cuyana para la gente de cuyo. Y entrar en esa lógica de buscar lo lindo que hay en el país, en cada región.
Esas ideas surgieron a partir de coleccionistas. Por ejemplo, en el sur hay gente que tiene rock de los ochenta de Rio Negro. Entonces la intención es que haya un mapa con geolocalización, que sea interactivo, como si fuese un Google Earth, en el que podés irte a Jujuy y ver la música tanto de quienes grabaron en el presente como de quienes lo hicieron en otro tiempo. Escuchar los sonidos de los pueblos originarios. La música, que tiene que ver con la identidad de los lugares. Buscamos descentralizar esa idea de que todo pasa por Buenos Aires, en el Conurbano y la música de moda. Que exista un mapa distinto, un mapa sonoro.

Este proyecto se está gestando desde 2020, ¿cuáles son las búsquedas en un futuro cercano?

Estamos buscando más fondos para desarrollarlo y esperamos que quienes hacen política y todo el complejo mundo de la producción musical entiendan que lo que proponemos es una herramienta necesaria. Por eso sería ideal que se sumen más artistas para pensar en conjunto. Para hacerlo pueden escribirnos a [email protected] o por Instagram, a MUSICA.AR. Ahí también estarán todas nuestras novedades. Necesitamos financiamiento, decisión política y organización. Esperamos que en 2023 eso se dé. Queremos doblegar esa lógica comercial para proteger y desarrollar la industria. Es un modo para sostener la actividad de acá a un tiempo y tiene un arraigo desde el punto de vista identitario, cultural, laboral y del desarrollo.

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