Mujeres de la Villa 31 abren la temporada 2023 del Cervantes

 

El Teatro Nacional Cervantes abre su temporada 2023 este jueves con «Los nacimientos», obra dirigida por Marco Canale y Javier Swedzky que lleva a la sala María Guerrero a un grupo de mujeres adultas de la Villa 31 para crear un relato escénico que amalgama la biografía, la historia y la ficción.

«Lo interesante de este acontecimiento es que el teatro establece un puente entre la Villa 31 y la ciudad, pueden reunirse en una sala partes de la misma ciudad que no viven de manera conjunta», comenta Sewdzky.

«Están presentes la idea de puente y la idea de las contradicciones de este propio proceso, porque la obra y su estreno en el Cervantes son una acción positiva, luminosa y fuerte pero no cambia las realidades de cada uno. Se van a encontrar el público y las actrices pero después las mujeres vuelven a la villa y el público a sus casas. Hay que tener mucho cuidado de no ser paternalista porque hay una parte de la ciudad que vive una realidad muy distinta y sobre esa contradicción se sostiene este proyecto que no va a salvar esa situación sino que a lo sumo podrá iluminar algo de ese encuentro con sus luces y sombras», agrega Canale, también dramaturgo de la obra.

«Los nacimientos» narra cómo un grupo de mujeres mayores de la Villa 31 monta una obra de teatro en la que atraviesan América para regresar al lugar donde nacieron antes de morir, y se verá en la sala principal del Cervantes entre este jueves 2 y el 12 en ocho únicas funciones.

La obra abarca un proceso de siete años de trabajo y puestas anteriores como performances que se desarrollaron en pequeñas salas del Cervantes o la obra «La velocidad de la luz», que Canale estrenó con estas mismas mujeres en 2017 en el marco del FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires) en la Villa 31, que constaba de dos partes: en la primera el público entrada en las casas de estas mujeres y se leía un relato de su historia mientras ellas cantaban y en la segunda se desarrollaba una obra ficcional en un espacio común.

De hecho, la idea y la fórmula de «La velocidad de la luz», de la que esta puesta conserva aspectos, viajó luego y fue replicada por Canale en distintas partes del mundo como Tokio, Hannover y Cádiz, con gente de esas ciudades.

«Hay un trabajo con ellas, una investigación biográfica pero también una investigación histórica sobre la Villa 31, cuestiones que no salen del diálogo con ellas. Una es la parte biográfica, está la parte histórica y también la ficcional. Sobre esas tres patas se construye la obra, no es biodramático sino que hay una gran pata ficcional y otra gran pata histórica también y además los tres territorios están cruzados, y puede pasar que tomes como biográfico algo de una de ellas que es ficcional o histórico o algo que aparece como ficcional es real, entonces el lenguaje de la pieza se articula en ese cruce de registros inestable donde el espectador no puede terminar de tener claro dónde empieza una cosa y dónde termina la otra», remarca Canale.

«Una de las ideas del espectáculo es cómo puede venir la 31 al Cervantes y recibir a este proyecto con estas mujeres que no son actrices profesionales y cómo un teatro nacional se puede abrir a un barrio que es muy cercano pero con el que no hay muchos puentes sino que más bien prima la desinformación y el prejuicio y entonces tratamos de ver cómo a partir de algunos pocos objetos e imágenes se puede dar cuenta de ese universo de la 31 acá en el teatro», señala Javier Swedzky.

¿Cómo se articula este ingreso en la 31 además de la presencia de las mujeres y sus historias en escena?

Marco Canale: Ahí entra el cine, que es parte de la pieza (hay proyecciones en pantalla y también las mujeres son filmadas en el momento en algunos pasajes) y nos sirve para meternos en ese universo que está del otro lado. Para nosotros tanto idealizar como estigmatizar la pobreza son nocivas y la idealización es otra forma de racismo. Nos interesa mostrar las distintas caras que habitan la pobreza porque en general la mirada sobre la pobreza que tenemos está teñida de estigmatización y hay muchos saberes y conocimientos propios, de estas mujeres por ejemplo, que están como elididos y hay muchos modos de pensar y sentir de los que tenemos mucho que aprender desde este otro lado. El padre Mugica decía que la villa era el subconsciente de los porteños.

¿Qué querría decir con eso?

MC: Para mí que es eso que está ahí pero no te querés acercar y en el fondo te pertenece como tu oscuridad no solo como la oscuridad del otro, entonces hay algo que nos interesaba que es ese subconsciente de los porteños y ponerlo en juego.

Hablaban de la idea de amalgamar un registro biográfico con otro histórico y otro ficcional.

Javier Swedzky: Sí, uno de los grandes desafíos del lenguaje de la obra era poder pasar de un nivel al otro fluidamente y mezclarlos sin que quede muy claro de qué tipo de registro se trata porque en definitiva en «Los Nacimientos» se intenta armar una memoria colectiva.

MC: En ese sentido nos interesaba que las mujeres fueran actrices que no sean los ventrílocuas, sino que se divirtieran, que jugaran, que se compenetraran con su personaje, que el proceso tuviera todo eso aun cuando de a momentos pudiera ser fallido.

JS: Y nos interesaba también que estuvieran ellas con sus cuerpos en el escenario, con sus posibilidades y con sus límites. Nos parecía importante que tuvieran esta posibilidad de ir adueñándose de un espacio, de un discurso, de una palabra, de la posibilidad de decir.

En esto hay algo fuerte desde lo cultural.

MC: Sí, nos interesaba mostrar esas dimensiones, iluminar la riqueza de lenguajes que se escuchan en la villa y que son idiomas de la ciudad de Buenos Aires, porque acá se habla quechua, se habla guaraní, en la villa se escucha guaraní todo el tiempo y habría que pensar qué lugar tiene eso en nuestro universo cultural.

 Y lo que marcaban del prejuicio.

JS: Cuando me sumé al proceso yo tenía mucha desinformación que va acompañada de mucho prejuicio, uno no sabe cómo vive la gente ahí adentro, cómo funcionan, cómo es su cotidiano y aparece el estigma de la violencia, de la inseguridad, que es cierto que forma parte de la villa pero también es cierto que la villa no es el único lugar de consumo ni de violencia de la ciudad.

MC: Te cuento imágenes, vos vas a la mañana a la 31 y ves cientos de pibes de guardapolvos blancos yendo a los 40 colectivos que van a las escuelas de la ciudad de Buenos Aires, no es una imagen que uno tiene a priori de una villa, a la que la imagina como un búnker y un lugar cerrado; y también ves gente saliendo a laburar a cantidades, tomándose el colectivo o el tren para ir al trabajo y, en la otra punta, quizás te cruzás un pibe de 7 años aspirando paco en una plaza. No es que no hay drogas ni violencias, pero a mí me gusta mostrar las dos caras, decir: también esto existe pero no es masivo, la situación de consumo de paco hoy no es masiva, la gran mayoría son familias, gente laburante, muchas de las mujeres que están en la obra son minas que estuvieron toda la vida ahí, que se rompieron el lomo laburando, que tienen hijos enfermeros o profesionales, hay un camino de esfuerzos que consiguió frutos, muchos de sus nietos van a la UBA.

Fotos/Fuente: Télam

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